Suéltame pasado

Hasta para los expertos en cuestiones de política militar es difícil armar el rompecabezas que permita entender qué fue lo que exactamente le sucedió al gobierno, su presidente y a las Fuerzas Armadas para quedar enredadas en un nudo tan difícil de desatar. Una galleta nauseabunda que arrastra al resto del sistema político nuevamente a una discusión que hunde sus raíces en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado.

Es evidente que hay miserables que se benefician con el estado de permanente irresolución del drama de los detenidos desparecidos. Este episodio demuestra como se ha resuelto mal un tema realmente difícil, propio de la llamada “justicia transicional”, es decir, de que puede aplicarse a veces imperfectamente para realizar una transición.

En todas estas décadas ha habido pocos avances para encontrar la llave para resolver el tema de los desaparecidos y así un problema que lleva demasiado tiempo ya. La justicia transicional. Aplicada en Sudáfrica por Nelson Mandela, tiene varios componentes: verdad, justicia, perdon y reparacion. Hubo iniciativas aisladas en cada uno de esos componentes que dependieron de las leyes o acciones que pudo o quiso realizar cada gobierno pero no hubo una politica de estado. Incluso hubo dos referendums sobre la ley de caducidad con 20 años de distancia y en ambos la ciudadania se pronunció a favor de mantenerla.

En el camino de los años pos dictadura queda la utilización y apropiación demagoga del discurso sobre la defensa de los derechos humanos por parte de algunos sectores de izquierda y el nulo interés de buena parte de las fuerzas armadas en aportar caminos que permitan la imperiosa reconciliación de los uruguayos.

El lastre del período dictatorial y todos sus protagonistas es de un peso tal que habría que aprovechar esta nueva crisis lamentable para desprenderse de esta carga insoportable para siempre. Está demostrado que quienes vivieron en esa época no solo no lo van a hacer, sino que son parte del problema como se vio en estas tristes horas. El presidente Tabaré Vázquez no es la excepción.

Lo único que se salva hoy es la acción del periodismo libre que logró aportar información para abrir mínimas rendijas que ni gobernantes ni militares quisieron. Rendijas por donde pasa a cuentagotas la verdad de lo que pasó y que muchos prefieren ocultar. 
Desde aquella lejana entrevista del periodista César di Candia al General Hugo Medina en Búsqueda en 1991 donde por primera vez se reconoce que hubo torturas, hasta llegar al informe de Leonardo Haberkorn es el trabajo quijotesco de periodistas lo que permitió avanzar en el tema. 

Es su labor lo que logró mover, aunque sea unos milímetros la pesada puerta de acero sobre el pasado. Pero no alcanza. Es tiempo que las nuevas camadas militares se sinceren y se desmarquen para siempre de los camaradas del horror. También es hora de que las nuevas generaciones de políticos -que eran niños o no habían nacido en la dictadura- impulsen caminos de la reconciliación. Juntos podrán hacer lo que no quisieron o no supieron hacer sus predecesores por estar atrapados por el pasado.