Eduardo Espina

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Tabárez como antes y hoy

Después de 28 años, el boleto con destino Mundial es otra vez sin escalas
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12 de octubre de 2017 a las 04:50
La tarde del 24 de septiembre de 1989 caminé unos cinco kilómetros para ver por televisión el partido entre Uruguay y Perú. Por entonces carecía de televisor. Afortunadamente, un matrimonio uruguayo me invitó a su casa en Houston para disfrutar de lo que sería la casi segura victoria del combinado celeste, tal como lo fue.

Apenas llegué me invitaron con una copa vino y para coincidir con la segunda llegó el gol de Rubén Sosa, casi al final del primer tiempo. Espero que la memoria no me traicione y si sí, las correcciones son bienvenidas.

La oncena celeste formó con Eduardo Pereira en el arco; De León, Gutiérrez, Domínguez y Herrera en defensa; Bengoechea, Correa, Ostolazza y Rubén Paz en el medio; y adelante, Alzamendi y Rubén Sosa. Al equipo lo dirigía un técnico joven, Óscar Washington Tabárez, leyenda ya en la historia de Peñarol.

Por entonces, Little Prince Sosita era uno de los mejores delanteros del mundo, un fenómeno si andaba inspirado. Siempre resultaba una garantía a la hora de generar peligro cuando el partido estaba cerrado. Esa tarde, como tantas otras, fue la suya.

A veces la realidad respeta el libreto tal cual fue escrito con anterioridad. Los cinco kilómetros de regreso a casa, con la felicidad del triunfo 2-0 y la clasificación asegurada, fueron como esas procesiones que hace la gente para agradecer al Supremo por un favor concebido.

Parece increíble que debieran pasar 28 años desde entonces para volver a sentir una felicidad futbolística similar, sin tener que sufrir las molestas posdatas de un repechaje. Muchas cosas cambiaron en la vida del fútbol y en la de la gente de este país.

Ahora Uruguay tiene más de un Rubén Sosa que la puede meter en el arco; yo finalmente compré un televisor, no hace mucho; y el tiempo ha pasado igual para todos.

Anteanoche, después del pitazo final, la cámara captó la cara emocionada de Tabárez una vez lograda la ansiada clasificación a Rusia 2018. Ya no es un hombre de 42 años de edad, en la mitad de su carrera profesional. La serenidad de su rostro al final del partido contra Bolivia es la de alguien que ahora va por el premio mayor. Será la cuarta vez en su carrera que intentará conseguirlo.

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