Tár se estrena este jueves en cines
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CINE

Tár: Cate Blanchett pide Oscar en una película genial que debate la cultura de la cancelación

La nominada al Oscar a Mejor película se estrena este jueves 9 en los cines uruguayos
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09 de febrero de 2023 a las 05:00

Lydia Tár no existe, pero bien podría. El personaje tiene una vida y una biografía tan detallada, una página de Wikipedia, una cuenta de Twitter, una inserción tan creíble en el mundo de la música clásica, con guiños y referencias en su currículum ficticio tan veraces que es lógico lo que le pasó a unos cuantos espectadores en los últimos meses. A medida que la película que lleva por título el apellido de esta directora de orquesta y compositora ficcional se fue estrenando en los cines del mundo y fue carreteando directo a una nominación al Oscar a Mejor película y a otras cinco, incluyendo Mejor director y Mejor guion original, Internet se llenó de notas periodísticas serias que respondían la pregunta del público: “¿Lydia Tár es una persona real?”. No, pero bien podría.

La razón de esa duda es, por un lado, la monumental actuación de Cate Blanchettnominada como Mejor actriz y firme candidata a llevarse la tercera estatuilla de su carrera. La otra es el personaje y el mundo que construye el director Todd Field, que elabora todo un universo tangible donde cada detalle importa, sin necesidad de tener 20 películas antes ni de necesitar de un puñado de novelas, cómics y series de televisión derivadas. En dos horas y media, el Universo Cinematográfico de Tár queda en pie, y bien puede uno pensar que está ante una película biográfica.

¿Quién es Tár, entonces? Una de las directoras de orquesta más famosas del mundo, al frente de la Sinfónica de Berlín, una mujer multipremiada, pionera en su rol, creadora de una beca para formar a otras mujeres directoras y docente, discípula de Leonard Bernstein, y a punto de cerrar un ciclo clave de su carrera: grabar la última de las doce sinfonías de Gustav Mahler, que ejecutó y registró con su orquesta en los últimos años de su trayectoria brillante.

También es una persona feroz, magnética y monstruosa, lesbiana, madre adoptiva de una niña siria, a punto de editar su autobiografía y con una galería de héroes que adora, todos hombres. Tár es también una crítica de la cancelación, y abanderada de aquella postura de separar al arte del artista: se aloja en la habitación de hotel en la que ocurrieron los abusos sexuales de los que se acusó a Plácido Domingo solo para marcar su punto, y es capaz de confrontar y humillar a un estudiante negro y no binario que le marca sus diferencias con los artistas canónicos de la música clásica occidental por tratarse exclusivamente de hombres blancos europeos.

En ese sentido, Tár es una película furiosamente actual, al plantarse delante de algunos de los debates culturales actuales, como el revisionismo histórico, lo políticamente correcto, la cultura de la cancelación, los movimientos feministas, el #MeToo y las diferencias de género, así como los cambios en el nivel de tolerancia con los comportamientos abusivos y las dinámicas de poder extorsivas.

La película tiene seis nominaciones en los Oscar 2023

Lo hace ambientado en el mundo de la música clásica, y en particular dentro de una orquesta, un cuerpo jerarquizado, con intrigas y juegos de poder entre los distintos rangos, un mundo que fusiona la tradición y los clásicos con lo contemporáneo, algo que Lydia Tár se jacta también de querer hacer en una magnífica escena inicial en la que es entrevistada por el periodista de la revista New Yorker, Adam Gopnik, que se interpreta a sí mismo.

La película resalta los cambios culturales y las diferencias generacionales al momento de encarar ciertas cuestiones de comportamiento, con Tár atrapada por la ola de una nueva época en la que parece que no termina de sentirse cómoda, pero a la que niega enfrentarse. Siempre separa el arte del artista, pero ¿qué pasa cuando uno ES el artista?

Cate busca a Oscar

Si Tár fuera una novela, estaría en primera persona. La película es plenamente subjetiva, con una historia que se desarrolla siempre desde la perspectiva de la protagonista, entrando incluso a sus sueños y poniendo al personaje encarnado por Blanchett en todas y cada una de las escenas.

Y la actriz está a la altura de la misión que le es encomendada, al punto de que si la Academia decide premiarla, no hay más que pararse y aplaudir la decisión. Es una de esas actuaciones consagratorias, donde la intérprete se pierde y se nota como piensa, se mueve y se convierte en el personaje. A medida que Tár va cayendo en una rosca de paranoia y la presión por sus actos actuales y pasados la va apretando de a poco, Blanchett retrata de forma implacable esa oscuridad creciente dentro de la directora de orquesta, pero sin perder nunca su costado dominante e impresionante.

Tár es implacable y filosa, pero también puede ser frágil. Un personaje monárquico pero siempre al borde de la tragedia, que en el fondo está atravesando una crisis de identidad y vital. Que se perdió en sí misma y en la trama de vínculos utilitarios y destructivos que construyó para llegar al éxito que ostenta. En definitiva, un ser humano, con blancos, negros y muchísimos grises. Un personaje tan cautivante que parece real.

Una película gris

Blanchett como Lydia Tár

Si bien la película es ante todo un retrato de su protagonista, no es pura y exclusivamente eso. Los temas ya mencionados como la discusión del arte y los artistas, el abuso, la cultura contemporánea, la creación de un canon artístico y los problemas que eso conlleva rodean el relato, que también tira líneas sobre el poder del arte y ese milagro maravilloso de la humanidad que es lograr apropiarse del sonido y usarlo para crear y transmitir emociones.

Pero a diferencia de la postura clásica de Hollywood –esa que antes de la reforma del cuerpo votante del Oscar en pos de una composición más diversa, más joven y más internacional sin dudas era la predilecta de los premios– con sus moralejas claritas y aleccionantes, Tár hace el ejercicio tan simple pero tan maravilloso de no opinar y no juzgar a su protagonista, ni ser simpática con ella solamente porque es el personaje central. Le tira la pelota al espectador.

También aplica una de las máximas cinematográficas que cualquier guionista y cineasta recibe en su formación, pero que se olvida de forma más frecuente de lo que se debería: hay que mostrar, no contar. En Tár se explicita lo que hace falta, y lo que no, se sugiere, sin contorsionarse innecesariamente para ofrecer todo bien masticadito.

El director Todd Field tiene una carrera bastante extraña. Fue actor hasta que a comienzos de los 2000 saltó a la dirección, hizo dos largometrajes y durante dieciséis años, se quedó en silencio, hasta que volvió con esta obra monumental, que pesa como una sinfonía completa y logra remover como las mejores obras musicales, sean clásicos del siglo XVIII o composiciones pop actuales.

Tár es sufrida. Sus escenas, larguísimas y exigentes. Su fotografía gris, elegante y fría. Su ritmo, sobrio y pesado. Se nota su longitud. Oprime, consume. Demanda. Nos tira los créditos al principio, para que no podamos escapar. Piense bien antes de sacar la entrada, porque este no es un viaje fácil. Aunque ojo, es gratificante a su manera.

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