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Tiempos violentos

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22 de octubre de 2019 a las 05:03

La situación desesperada que vive Chile debe ser sorteada con astucia democrática, sin apartarse de la institucionalidad ni violando los derechos humanos, pero tampoco dejando actuar a los grupos violentos organizados que solo quieren desestabilizar a un gobierno electo legítimamente en las urnas.

Enfrentamientos sangrientos entre carabineros con manifestantes en las calles, tanquetas, gas lacrimógeno, saqueos a supermercados, incendios intencionales, una decena de muertos, policías heridos de gravedad, represión violenta, caos, dolor y lágrimas en Chile.

La violencia desatada en Santiago tiene como origen la suba de unos centésimos del boleto de transporte, pero esconde un malestar muy grande, estructural, complicado de analizar y con raíces muy profundas en el fastidio con el presente de las nuevas generaciones sumergidas, la relación con el pasado reciente, la sombra de la dictadura militar y la ausencia de libros que den pistas de cómo entender lo que sucede.

El gobierno de Sebastián Piñera decretó el estado de emergencia y toque de queda para controlar el desorden y la anarquía. Para ello desplegó diez mil militares a las calles. Mientras las protestas no se amilanan, el resto de América Latina observa la insurrección violenta con ojos preocupados y bien abiertos.

La sombra de infiltración de radicales en las protestas es un hecho. Estaciones y vagones del subte de Santiago de Chile fueron incendiados durante las protestas inutilizando una de las principales arterias de flujo de personas en la capital del país trasandino. Las pérdidas son millonarias. Imágenes de saqueos en medio del caos circulan por las redes y siembran confusión. Hay más de 1.500 jóvenes detenidos por los disturbios que no cesan.

Para Piñera Chile se encuentra “en guerra contra un enemigo poderoso e implacable. Hay que tomar partido y llamo a todas las fuerzas políticas a condenar con total fortaleza esta delincuencia. Hay algunos que lo han hecho en un espacio de ambigüedad, ellos no están contribuyendo a la paz de nuestros compatriotas”, expresó intentando mostrarse firme ante la situación fuera de control.

“Les pido a todos mis compatriotas que nos unamos en esta batalla que no podemos perder, que nos ayudemos a que todos los demás tengamos mañana un día lo más normal posible y que logremos por fin empezar a ganar esta batalla. Nos vamos a permitir que los delincuentes se sientan dueños de este país”, dijo

Los hechos revelan que el problema no se arregla llamando delincuentes a los cientos de jóvenes que manifiestan su malestar en las calles, pero tampoco negando que grupos radicales antidemocráticos estén utilizando la situación para generar caos y confusión, apoyados en obsoletas retóricas panfletarias de décadas pasadas que solo sembraron odio y desunión en América Latina.

Piñera no heredó un buen gobierno de Bachelet pero tampoco muestra empatía en solucionar problemas que sí existen. Panorama complejo en Chile que le pinta una sonrisa macabra a todos quienes apoyan y no condenan al dictador Nicolás Maduro y su tiranía sangrienta en Venezuela. Todo un símbolo de la época con olor a tiempos violentos para el continente que soplan fuerte desde el Palacio de Miraflores en Caracas.

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