¿Cómo pueden los candidatos impugnar los resultados? ¿Qué pasa si hay un empate? ¿Y por qué algunos votos cuentan más que otros?
La elección presidencial de Estados Unidos ha dejado muchas dudas, luego de que la noche del 3 de noviembre terminara sin resultados y aún se cuenten los votos.
Ninguno de los candidatos ha logrado aún los 270 votos del Colegio Electoral que se necesitan para ganar la Casa Blanca.
Las autoridades electorales están contando los sufragios en varios estados clave, incluyendo Pensilvania, Nevada, Carolina del Norte y Georgia, los cuales llevarían a Donald Trump o Joe Biden a alzarse con el triunfo.
La BBC pidió a sus lectores de todo el mundo que enviaran sus preguntas sobre este proceso. Estas son algunas de las más frecuentes.
Sí. Los líderes de ambas campañas han dicho que están listos para las disputas legales que surjan del escrutinio de los votos, lo cual ya ocurrió el miércoles en el caso de Michigan y Pensilvania.
Cada candidato tiene derecho a exigir un recuento en la mayoría de los estados, lo cual se concede generalmente si la diferencia entre los votos es mínima.
Este año hubo un aumento en la votación por correo y también es posible que la validez de estas boletas y hasta cuándo se pueden contar pueda ser cuestionada en los tribunales.
Las demandas podrían llegar hasta la Corte Suprema de EEUU.
Esto sucedió en 2000, cuando el máximo tribunal detuvo un recuento en Florida y falló a favor del republicano George W. Bush, quien se convirtió en presidente.
Hay 538 votos del Colegio Electoral en juego. Y cada estado tiene un número determinado de electores según el tamaño de su población.
Esto significa que es posible, aunque no muy probable, que pueda darse un empate de 269 votos cada uno.
Si ningún candidato obtiene la mitad más uno de votos en el Colegio Electoral, correspondería al Congreso de Estados Unidos decidir.
Serían los miembros elegidos en la misma jornada electoral quienes asumirían esta responsabilidad.
La elección de un presidente se daría en la Cámara de Representantes. Ahí un delegado de cada estado tendría un voto: se necesita una mayoría de 26 para que un candidato se convierta en presidente.
El Senado elegiría al vicepresidente con el voto mayoritario de los 100 senadores.
Los presidentes estadounidenses no se eligen por el voto popular nacional, sino por el número de votos electorales de los estados que ganaron.
El triunfador en cada estado obtiene el apoyo de electores que se reúnen en diciembre, cuando se conforma el Colegio Electoral, para votar y nominar oficialmente al próximo presidente.
Para ganar la Casa Blanca se necesitan 270 votos electorales.
El sistema electoral de EEUU está establecido en la Constitución, por lo que cambiarlo requeriría una enmienda constitucional.
Esto tendría que ser aprobado por dos tercios del Senado y de la Cámara de Representantes, o la misma proporción de legislaturas estatales. Tres cuartas partes de EEUU deberían estar de acuerdo.
Es muy poco probable que una iniciativa así tuviera éxito, aunque ha habido intentos de modificar el sistema en el pasado.
Los miembros del colegio electoral suelen ser nominados por los partidos republicano y demócrata en cada elección.
Existen diferentes reglas para nominarlos en cada estado y se seleccionan oficialmente el día de la votación.
Los miembros del colegio, llamados electores, a menudo tienen conexiones en los partidos políticos estadounidenses, con activistas o expolíticos.
Bill Clinton fue elector demócrata en 2016, y los republicanos propusieron a Donald Trump Jr.
Pero recordemos que su voto lo define el ganador del voto popular en el estado al que representen, no su afiliación política.
Si no hay un ganador definitivo en el colegio electoral, significaría que ha habido un empate en el resultado general (mencionado anteriormente) o que los desafíos legales en curso en los estados en disputa no se han resuelto, por lo que sus electores no pueden ser elegidos.
El Colegio Electoral se reúne el 14 de diciembre. Para entonces, cada estado debe proponer electores para su candidato ganador.
Si los resultados de las elecciones aún están en disputa y ciertos estados no pueden decidir a qué candidato dar a sus electores, entonces dependería del Congreso de Estados Unidos.
La Constitución estadounidense impone un plazo final: el mandato del presidente (y vicepresidente) expira el 20 de enero al mediodía.
Si el Congreso no ha podido elegir al ganador para entonces, hay una línea de sucesión establecida en la ley.
La primera en la fila es la presidenta de la Cámara de Representantes, actualmente Nancy Pelosi, seguida por el segundo miembro de mayor rango del Senado, actualmente Charles Grassley.
Esto nunca ha sucedido antes, por lo que no está claro cómo funcionaría en la práctica en estas circunstancias excepcionales.
Los candidatos tienden a hacer campaña en estados donde el resultado es incierto, por eso la gente dice que los votos en estos estados "cuentan más".
Estos lugares se conocen como campos de batalla o estados péndulo o clave.
El sistema electoral de EEUU implica que en todos los estados, excepto dos, Maine y Nebraska, el margen de victoria no importa, ya que quien obtenga la mayoría del voto popular gana todos los votos electorales del estado.
Es fácil pronosticar cómo votarán en California, que siempre lo ganan los demócratas, o Alabama para los republicanos. Por eso los candidatos tienen menos incentivos para hacer campaña allí.
Concentran su esfuerzo en un puñado de estados como en Florida y Pensilvania, pues ahí la votación suele ser reñida y puede inclinarse la balanza en cualquier sentido.
No existe un protocolo legal para anunciar un ganador en la noche de las elecciones; los estadounidenses lo conocen a través de la proyección de los principales medios de comunicación.
El conteo nunca se completa en la noche de las elecciones, pero generalmente hay suficientes votos para confirmar un ganador.
Estos son resultados no oficiales que se certifican solo unas semanas después, cuando son ratificados por funcionarios estatales.
Este año, los medios fueron más cautelosos al nombrar a un ganador en algunos estados, ya que hay un número récord de votos por correo que hacen más lento el proceso de escrutinio.
Así que un candidato que se declare ganador podría terminar perdiendo cuando se cuenten todos los votos.
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