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Un error histórico

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31 de enero de 2020 a las 05:03

La desaparición de las banderas británicas de las sedes de la Unión Europea (UE) desde la medianoche europea de este viernes 31, simboliza el comienzo de una nueva etapa de las relaciones internacionales que reforzará el clima de incertidumbre que ya sufre el mundo.

El brexit es el colofón de un largo camino de integración europea que ha sido espinoso para los británicos.

En los 10 años transcurridos entre su solicitud para incorporarse a los tratados europeos y su ingreso en 1973, no solo hubo un largo tiempo de discusión como muestra de que no sería una sociedad fácil.

El entonces presidente de Francia, el general Charles de Gaulle, vetó la entrada del Reino Unido en dos oportunidades –1963 y 1968–.

Los gobernantes británicos renegociaron en diversas ocasiones aspectos de la adhesión al bloque europeo. La queja por la eventual pérdida de soberanía ha sido un tema recurrente en las islas británicas desde la década de 1950.

En estos casi cuatro años de discusión –desde el resultado ajustado a favor del brexit en un referéndum del 23 de junio de 2016– se ha puesto énfasis en su impacto económico.

Los estudios –oficiales o privados– coinciden en que el brexit supone una estocada a la economía británica, aunque sin conocer qué profunda podrá llegar a ser la herida a largo plazo. Baja del PBI per cápita, pérdida de negocios beneficiosos por no formar parte de la UE,  además de restricciones de sus ciudadanos en términos de movilización y trabajo en los países del bloque.

El aspecto económico es el más visible en relación a otras pérdidas profundas que sufrirá el Reino Unido: su gravitación en asuntos internacionales.

No es lo mismo intervenir en los problemas globales bajo el paraguas de la UE –en negociaciones con EEUU, China o en la gestión conflictiva con Rusia, por ejemplo– que desde la intemperie.

Un ejemplo es la presión de China para el ingreso de Huawei en los mercados del mundo, con una tecnología propia de redes de datos 5G, algo a lo que se opone frontalmente el gobierno estadounidense Donald Trump. La batalla tecnología entre las dos principales potencias tiene que ver con una guerra de fondo sobre el liderazgo mundial de las próximas décadas.

En ese marco, el martes 28, se supo que el gobierno de Boris Johnson, en solitario, decidió dejar entrar a Huawei, con algunas restricciones, una decisión que tendrá repercusiones internacionales como evidencia la reacción negativa en estas horas de legisladores republicanos.

El brexit debería leerse con preocupación en términos de política internacional porque, además de todo, es un mensaje crítico a una arquitectura institucional que fue pensada como un instrumento de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos.

La UE sigue siendo un potente muro de contención a favor de la convivencia y el respeto a la diversidad. Los problemas de hoy derivados de los nacionalismos extremos serían mucho peor sin la comunidad supranacional europea.

No podemos estar más de acuerdo con que el brexit, en un mundo que está en las puertas del comienzo de una época de una enorme rivalidad de poder entre grandes potencias, “es  un error de la historia”, como dijo en estos días Dacian Ciolos, ex primer ministro rumano y líder de un grupo liberal del Parlamento Europeo.l

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