Espectáculos y Cultura > Teatro

Un Solís tropical: Macondo transforma Cien años de soledad en una impactante superproducción de la Comedia Nacional

El fin de semana la Comedia Nacional estrenó Macondo, el megaproyecto con el que toma por completo al Teatro Solís y el mes de octubre y lo tapiza con la esencia de Cien años de soledad
Tiempo de lectura: -'
03 de octubre de 2023 a las 05:04

Es la gran bestia cultural del último tirón del año: Macondo, el proyecto de la Comedia Nacional que toma por entero al mes de octubre y al Teatro Solís, empezó a despegar sus enredaderas y mariposas amarillas este fin de semana, con varias actividades el sábado —entre ellas la visita del escritor rumano Mircea Cărtărescu— y, sobre todo, con el estreno de la obra que también toma el nombre del pueblo mítico de Cien años de soledad y que funciona como un eje, una piedra angular. A su alrededor sucede todo lo demás: las lecturas, las visitas, las performances, la selva en la fachada del teatro, la remodelación de la Zavala Muniz, los talleres, el bar —La cueva— que reabrió en el lugar donde estaba el restaurante Rara Avis, el sacudón artístico que, sobre el final de su temporada de clásicos, la compañía de la ciudad le da a Montevideo.

Macondo aterriza en el teatro, entonces, con una postura clara: busca el impacto, la desmesura escénica, la atención puntillosa a esos detalles que permitan, ya desde la construcción de esa naturaleza exuberante que se puede ver en la vereda de la calle Buenos Aires, paladear la mitología tropical de la obra cumbre de Gabriel García Márquez. En ese sentido, el espectáculo central está en sintonía.

Con sus entradas ya totalmente agotadas para la temporada entera —algo que vuelve a confirmar el enorme poder de convocatoria y llegada que la compañía ha conseguido en estos dos años de gestión de Gabriel Calderón—, la obra que Macondo despliega en la sala principal del Solís carga con el mismo espíritu expansivo y arborescente que la novela original. Y es así como se convierte en el tributo a Cien años de soledad que quiere ser.

Dirigida por Marianella Morena y Paula Villalba, con dramaturgia de la argentina Esther Feldman y con casi todo el elenco de la Comedia Nacional involucrado, Macondo está decidida a conquistar al espectador ya desde los instantes previos a su comienzo. Al mundo de la obra se ingresa antes de sentarse en las butacas asignadas, y para cuando las luces se apagan uno ya está en clima: la lluvia colombiana es inevitable.

No hay que ser demasiado experto para darse cuenta que Macondo es la producción más ambiciosa de la Comedia en mucho tiempo. Se podría hablar, también, de una superproducción. Con proyecciones, una escenografía móvil que impacta de entrada, decenas de actores moviéndose por un escenario expandido y a través de toda la sala, escenas de una fuerza visual inobjetable y el acompañamiento en vivo de cincuenta músicos de la Banda Sinfónica y de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, la obra transmite una coordinación artística y estética formidable que, en buena medida, permite que el viaje de casi dos horas por los paisajes garciamarquianos sea siempre inédito y asombroso. 

Es en el texto, sin embargo, donde a Macondo se le pueden achacar algunos altibajos, algo que es lógico teniendo en cuenta la propuesta formal de la obra: adaptar Cien años de soledad y sus infinitas líneas temporales y familiares es imposible, por lo que la decisión que se toma es la de trasladar el universo de la novela a una puesta en escena episódica, por momentos performática, donde la danza, el canto y la actuación confluyen entre las ramas del árbol genealógico de los Buendía. Y donde, en ocasiones, se debate esa misma forma en escena.

Así, entonces, algunos momentos terminan resonando más que otros y sus composiciones varían entre las más logradas y aquellas que sirven casi a modo de transición. Lo mismo pasa con el protagonismo de los actores, donde por la evidente cantidad de participantes hay algunos que destacan más, como Mané Pérez —imponente como una de las encarnaciones de Úrsula Iguarán—, y Diego Arbelo, actor con un talento natural para transformar la declamación en un elemento de comedia instantáneo, y del que la obra se sirve con acierto. Seña identitaria del teatro de Morena, hay también reescrituras de algunos personajes y pasajes en clave de género, que sin embargo calzan en la totalidad de la propuesta y escapan al subrayado, y lo mismo pasa con los momentos donde el objetivo, por otro lado, es el poder.

Macondo, entonces, en su mes entero de actividades, propone una fiesta para el teatro, las letras, el arte en general. Y como efectivamente lo es, está bien que su evento principal, la obra, elija terminar así: bailando. Suena Macondo, de Los Wawanco, y se abre el mundo de García Márquez. Está ahí, en el Solís, expandiéndose, creciendo entre las baldosas, empapando la primavera uruguaya con el calor del trópico, moviendo las estructuras y marcando el pulso de uno de los acontecimientos del año.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...