Opinión > EDITORIAL

Una lectura realista

Tiempo de lectura: -'
30 de octubre de 2020 a las 21:26

Las decisiones más beneficiosas de largo plazo de un país, dependen de la capacidad colectiva de distinguir lo verdadero de lo falso, de evitar las interpretaciones ilusorias. No se comprenden los problemas del presente con desdén de la propia realidad.

Ese es el gran desafío que enfrenta Chile en lo inmediato, si el sistema político –gobierno, partidos políticos y la sociedad civil- hace una lectura equivocada del resultado del plebiscito del domingo 25, que, de ser así, terminará en una tragedia para el buen futuro de la nación trasandina.

Una inmensa mayoría de los ciudadanos votó a favor de una nueva Constitución (78,2%) y, además, que el proyecto sea redactado por una Convención Constituyente de 155 miembros escogidos por voto popular (79%).

Aunque pudo haber habido una mayor participación (votó algo más del 50% de un padrón electoral de 14,7 millones), fue suficiente, en el contexto de la pandemia, como para interpretar que hubo un apoyo robusto a la salida acordada por los partidos políticos en respuesta al estallido social del 18 de octubre de 2019. El establishment, el sujeto del malestar de la sociedad, fue capaz de canalizar la rabia ciudadana, en el período de un año, por una vía pacífica.

El desafío ahora es que los partidos no pierdan representatividad en la Convención Constituyente, algo tan importante como la intervención de la sociedad civil.

La Constitución vigente fue concebida en el régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Y aunque tuvo reformas en democracia que terminaron con aspectos institucionales autoritarios, mantuvo una esencia que le ha restado autenticidad al estado de derecho.

En ese sentido, se espera que la nueva Carta Magna incluya un nuevo papel del Estado, garantías a más derechos sociales, reconocimiento a poblaciones originarias y hasta es posible que defina una nueva forma de gobierno.

Comprendiendo la necesidad de una nueva Constitución, no se puede negar que la reforma conlleva importantes riesgos.

Uno de ellos es que ponga en juego el modelo de libre mercado, que, aun reconociendo inconvenientes, ha permitido que Chile sea uno de los países más desarrollado de la región. En unos 30 años, por ejemplo, el PIB per cápita se cuadruplicó y la pobreza se redujo a algo más de 8% en 2019.

Es equivocado creer que una Constitución resolverá problemas de cohesión social, algo que se debería encaminar con el crecimiento económico junto a políticas públicas adecuadas.

Hay evidencia de que las constituciones que incluyen derechos sociales no aseguran una mejor calidad de vida, ni desarrollo humano ni más felicidad. Venezuela es el ejemplo más dramático de cómo una Constitución se puede convertir en una cáscara vacía. 

Los problemas sociales que sufre Chile se pueden resolver siempre y cuando se acepte que el progreso económico “es el resultado de políticas realistas”, como dijo el expresidente chileno, Ricardo Lagos, un referente de la centroizquierda.

¿Y qué significa? Que los países para poder competir en un mundo global tienen que abrir cada vez más la economía.

Es saludable que una Constitución ponga fin a los agravios legítimos que refleja el descontento social. Pero sería un suicidio colectivo que la ley fundamental del Estado eche por tierra un modelo que trajo progreso social y económico.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...