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Una oportunidad

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13 de marzo de 2020 a las 22:40

La irrupción del coronavirus en el mundo viene a demostrar lo vulnerable que son los gobiernos y los sistemas de salud de todas las naciones. Las acciones y liderazgo del presidente sumado a la conducta de los uruguayos resultarán clave a la hora de enfrentar la peor pandemia de los últimos tiempos. Uruguay tiene que salir fortalecido de esta batalla que una vez terminada debería encontrar a su ciudadanía más unida que antes.

Lo que se habría iniciado en un mercado infecto de venta de alimentos en la ciudad china de Wuhan desnudó varias cuestiones que tienen que ver con la globalización y la rapidez con que se conecta el mundo. Italia, Irán, Corea del Sur fueron los primeros países en padecer las consecuencias del virus con sistemas de salud colapsados, decenas de muertos y cientos de miles de contagiados. Uruguay no saldrá indemne de la epidemia mundial.

Los líderes políticos acostumbrados a velar por sus propios intereses y no tener en cuenta los de los demás vieron en pocos días derrumbadas sus estrategias egoístas. Una vez más la humanidad comprende por la vía de la fuerza de los hechos que vivimos todos en el mismo planeta y que por ende hay que cuidarlo entre todos.

De nada sirven las bravuconadas de Donald Trump negado la evidencia científica, como tampoco la prepotencia rusa de Vladimir Putin o esa paciencia perversa de los chinos que con una sonrisa inexplicable buscan imponer su modelo de expansión desarrollistas a cualquier costo en el mundo entero.

En Uruguay se vienen tiempos complejos tras la confirmación de los primeros casos del virus. El presidente Luis Lacalle Pou deberá enfrentar a menos de dos semanas de haber asumido uno de los principales retos de su gestión. Le corresponde preparar al Estado, a su gobierno y al país entero para enfrentar una pandemia que le ha pasado por arriba a todo lo que se le puso en el camino.

La tarea del presidente en estos días tristes para la República puede convertirse en una oportunidad para que demuestre su temple y visión de mando. Debe marcar el rumbo, apoyarse en los mejores expertos en la materia y liderarlos hacia buen puerto durante las horas complejas que se vienen en las próximas dos semanas. Se trata de una prueba inesperada de enorme sacrificio personal para el primer mandatario y su gabinete. Su accionar será al mismo tiempo faro y timón en medio de la peor tormenta imaginable.

Pero el presidente no puede estar solo en esta cruzada contra la pandemia. Detrás tienen que estar todos los uruguayos sin importar ni el color de su divisa ni la orientación de su ideología. La llegada del virus tiene que encontrar a la sociedad uruguaya unida y comprometida en su acción para a partir de la conducta individual impedir que la curva de contagio se eleve como un globo aerostático.

De más está decir que no hay lugar para la mezquindad ni para la partidización ante el fenómeno. Los uruguayos debemos cuidarnos en todos los frentes, en nuestras casas, en nuestras costumbres, en nuestra forma de comunicarnos y en nuestra solidaridad. Tal vez el coronavirus al final nos termina demostrando que trabajando todos juntos podemos llegar más enteros y mucho más lejos en nuestro sueño por un país mejor

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