Urge acción para problema del agua

La controversia respecto de a cuántos metros de la orilla de los ríos deben funcionar los establecimientos rurales demora una solución a la contaminación de las fuentes de agua potable. Pero no es el único problema que amenaza el abastecimiento futuro a más de la mitad de la población del país. Se le agregan la contaminación de aguas subterráneas y las fumigaciones aéreas. El tema más apremiante, sin embargo, son los efluentes provenientes de tambos y otras explotaciones del agro y el abrevadero del ganado, que han creado un alto grado de contaminación de la cuenca del río Santa Lucía, de donde OSE extrae el agua que potabiliza para el consumo de cerca de dos millones de residentes en Montevideo y áreas circundantes.

Pese a que han pasado cuatro meses desde que el mal olor y gusto del agua creó generalizada alarma en la población en marzo, las medidas que se barajan van y vienen en medio de divergentes opiniones oficiales y de técnicos. El resultado es inacción en una cuestión crítica que sucesivos gobiernos dejaron venir encima por no percibir su gravedad o por incapacidad para buscar soluciones. OSE encargó un estudio sobre construcción de nuevos embalses protegidos de contaminación, según la fórmula recomendada por los decanos de las facultades de Química, de Agronomía, de Ciencias y de Ingeniería de la Universidad estatal. Pero nada se ha vuelto a oír, pese a que han pasado dos meses desde el anuncio inicial del proyecto que, de todos modos, enfrenta el obstáculo de su alto costo.

En tanto, el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) enfrenta objeciones fundadas a su propuesta de zonas fijas de exclusión, de 40 metros para cursos de agua principales, 20 para los afluentes y 100 para los embalses. La Intendencia de Canelones quiere una franja fija de 100 metros desde la orilla hasta toda explotación rural y el dirigente nacionalista de Durazno, Carmelo Vidalín, quiere ampliarla a entre 300 y 500 metros. Pero el técnico Carlos Perdomo, de la Facultad de Agronomía, señala sensatamente que la franja de exclusión debe variar necesariamente de acuerdo a las características de cada zona, ya que no es lo mismo una orilla con bosque y superficie comparativamente impermeable a otra que no tiene esas defensas contra la contaminación.

Omar Casanova, otro experto en la calidad de los suelos, coincidió en que lo primordial es crear vegetación en las orillas y asegurarse que los sedimentos no lleguen a los ríos. Se maneja vigilancia militar para evitar transgresiones a la ley de protección que algún día se concrete. Casanova señaló que si bien no hay riesgo de quedarse sin agua potable en un plazo cercano, “lo que está en riesgo es el futuro de las generaciones”. Por lo que se conoce públicamente, el ministerio no parece estar actuando con la necesaria diligencia en este tema. Lo mismo ocurre con OSE, que ya en la década de 1980 evaluó utilizar otras fuentes de agua, proyecto que quedó en la nada. Esta parsimonia indecisa es una bomba de tiempo que impone definir e implementar medidas viables lo antes posible. La alternativa es que en el futuro el país enfrente serios problemas en un área donde hasta hace poco no los había: la distribución de agua potable a la población.