Nacional > VANDALISMO
Urnas ultrajadas y huesos abandonados en los osarios del Cementerio del Norte
Algo duro cruje bajo el pie, y no es pedregullo: es un pedazo de mandíbula, con tres dientes aún enteros. Por esta zona del Cementerio Norte, hay que bajar la vista y tener cuidado de no pisar un pedazo de costilla o un fragmento de pelvis. En los osarios, cuyos muros dan a bulevar Aparicio Saravia, reina el canto de las teros, el verde, y el abandono.
Cientos de urnas se apilan unas sobre otras. Algunas que están tumbadas dejan entrever cráneos y otros huesos. Varias mantienen los rótulos, que datan de la década de 1950.
A esta zona vienen los restos con “abandono administrativo”, según explica el director del Cementerio, Santiago Rodríguez. A los osarios van a parar las urnas y ataúdes que, finalizado el plazo previsto por la intendencia, –dos años si vienen de tubulares y tres si son de fosas– no son reclamados por familiares. Uno tras otro se van amontonando hasta que el movimiento diario del horno permita espacio para irlos cremando.
Mientras tanto, reposan en este sector de “circulación restringida”, pues ya no hay quien asista a visitarlos o dejarles flores.
“Hace añares que está eso ahí”, comenta uno de los funcionarios del lugar.
En un rincón del perímetro amurallado, la pared está derrumbada. Del otro lado hay un terreno baldío, lindero con Aparicio Saravia, donde los deshechos de un basural todavía están humeando. En el mediodía del martes, Jhonatan (31) rebusca entre los residuos para “requechar” algo de cobre. El hombre sostiene que la mella en el muro ya tiene dos años.
“Trataron de taparlo con tierra, pero pasa cualquiera por ahí”, sostiene. En efecto, basta con agachar un poco la cabeza para abrirse paso a través de la piedra. Cuenta que con frecuencia entra gente “a quemar” y hacerse de algo de bronce entre los huesos.
“Yo no entro ahí”, aclara. “Está enterrada mi vieja, eso se respeta”.
Rodríguez expone que la mayor cantidad de ingresos tiene lugar al margen del horario abierto al público. Desde fines de mayo, los cementerios volvieron a abrir sus puertas en horario reducido –entre las 9 y las 17 horas–, estableciendo una pausa de treinta minutos al mediodía para higienizar las oficinas.
En ambos extremos de la muralla que da a Aparicio Saravia, hay apostadas garitas de seguridad. Ambas están vacías, una de ellas con las ventanas rotas. Rodríguez señala que la guardia en esa zona se hace a través de cámaras. De constatarse un ingreso ilegal, acude un efectivo de la empresa de seguridad contratada por la comuna.
En el Cementerio Norte hay 36 cámaras instaladas para monitorear las 93 hectáreas del territorio, y diez guardias por turno de la empresa Alta Seguridad. Según explican, hubo una decisión política de no instalar un alambrado eléctrico. Mientras tanto, hay una licitación en curso para reparar la rotura del muro.
Son pocos los osarios que mantienen sus puertas. Las que aún no fueron arrancadas, están oxidadas o fueron forzadas por algún intruso. En aquellos que están vacíos, el suelo está cubierto de residuos como envoltorios de pañales y bolsas de papas chips.
“Desde el Cementerio están haciendo la denuncia policial por vandalismo”, informó este martes la directora de Desarrollo Urbano de la Comuna, Silvana Pissano, a El Observador. Necrópolis depende de su dirección y se había enterado por el diario del estado de los osarios.
Mientras, por los osarios que dan a Aparicio Saravia, nadie circula. Solo hay cantos de teros, y restos humanos olvidados.
