Los precios suben, la inflación acumula porcentajes en todo el mundo y se escapa de los rangos deseados, de todos lados aparecen propuestas para aminorar el impacto de esas subas y ya se habla de nuevos acuerdos salariales adaptados a una situación más compleja de lo que permitía adivinar la salida de la pandemia. Todo lo anterior constituye otra gran emergencia, a esta altura una forma de vida a la que se ha acostumbrado América Latina, una “costumbre” que hace muy difícil, para la mayoría de las familias pero también para los que construyen las política públicas, mirar más allá de lo que hay que solucionar ya ya ya. Tiene sentido: hay que comer todos los días, hay que proveer de salud, hay que lograr que cada vez más niños ingresen y cada vez más jóvenes egresen del sistema educativo.
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