Videos de reacciones
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > STREAMING

Vivirlo a través de otros: cómo los videos de reacciones se convirtieron en un éxito de internet

Las reacciones en vivo a eventos, programas de televisión o creaciones culturales se han consolidado como uno de los formatos predilectos de internet
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20 de agosto de 2023 a las 05:04

Un inglés veinteañero que descubre música del otro punto del mundo; dos hermanos estadounidenses que se enfrentan por primera vez a uno de los hits más conocidos de la música de los años 1980; un grupo de uruguayos que comentan el final de un reality show; un streamer español inicia su camino a la consagración mediática generacional con el minuto a minuto de partidas de videojuegos; un abogado reconvertido en analista político y un núcleo que incluye a humoristas, académicos y políticos, son el canal de miles de personas para el seguimiento de las elecciones primarias en Argentina por fuera de los canales tradicionales.

Sin ser una novedad en internet, donde se han convertido en un género en si mismo desde hace ya más de una década, los videos –y las transmisiones en vivo– de reacciones a eventos, contenidos culturales o virales han tenido en los últimos tiempos un nuevo impulso y ya son un plato recurrente en la dieta virtual.

Como en todo género narrativo, las reglas estéticas, formales y discursivas son bien claras. La pantalla muestra dos planos en simultáneo, uno inserto dentro del otro. En uno, el contenido al que se reacciona. En otro, la cara del comentarista, bien visible (queda a elección del responsable cual de los dos planos ocupa mayor espacio). Otro condimento habitual, sobre todo si se trata de una emisión en vivo, una ventana de chat con los comentarios de la audiencia.

La diversidad de contenidos a los que se reacciona es variopinta. Desde el argentino Tomás Rebord y su stream en vivo durante la jornada electoral en su país, hasta la incursión de Canal 10 en el formato con transmisiones sobre sus programas más populares como MasterChef, La Voz o la versión argentina de Gran Hermano. Desde partidos de fútbol hasta películas. Todo es pasible de ser reaccionado.

Yo reacciono, tu reaccionas, vosotros reaccionáis

Ironía del mundo virtual: estamos más conectados, pero estamos más solos. A un mensaje, una llamada o un posteo de distancia, pero cada uno en su pantalla. Entonces la empatía, la generación de comunidad y cercanía, puede encontrarse en este tipo de contenidos. En ver qué le pasa a otro cuando se expone a determinado estímulo, y ver si es lo mismo que me pasó a mí.

Y si no comparte mi sensación, contrastar experiencias, o al menos reírse de la sorpresa y el extrañamiento ajeno, como pasa con los videos del inglés Lewis Shawcross, un mancuniano que se hizo viral en buena parte de Latinoamérica por sus videos reaccionando y analizando clásicos de la música de esta parte del mundo, desde el Bombón Asesino hasta Daddy Yankee, desde Soda Stereo hasta Mayonesa (lamentablemente, no le gustó mucho).

O la reacción de dos hermanos adolescentes que escuchan In the air tonight de Phil Collins por primera vez y se vuelven locos con la entrada de la batería en el momento cumbre de la canción.

“Es el disfrute de compartir, y la gracia de ver lo que le pasa al otro”, lo resume el streamer e influencer argentino Agustín Eme en el podcast ¡Qué fenómeno! Del diario porteño La Nación.

Las reacciones son también exitosas en internet porque es un formato hecho a la medida para el mundo digital y sus mecanismos de consumo. El académico Carlos A. Scolari, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ubica a objetos culturales como estos dentro de lo que llama "Cultura Snack". Todo se hace más breve, más rápido, más fragmentario, y se produce con la intención abierta o no de ser viral. Las reacciones son respuestas a otros contenidos y creaciones paralelas que generan un segundo contenido.

Si bien hay nichos donde el formato es prolífico, como la música y sobre todo, el hip hop –debe haber en internet tantos videos de batallas de rap como de reacciones a ellas– los tráilers de películas, o los videojuegos, los videos de reacción también responden a fenómenos más puntuales de la viralidad.

Años ha, el video pornográfico 2 girls 1 cup (dos chicas, una copa) despertaba el costado más morboso y repulsivo de los internautas. Se trataba de un video de origen brasileño protagonizado por dos mujeres que, presuntamente, incluía vómitos y deposiciones. Como para ver en familia, con la abuela y los nenes. Lo cierto es que más visto que el video eran las reacciones a tal material.

Entre 2018 y 2019, la franquicia Marvel llegó a uno de sus puntos culmines con el estreno de Avengers: infinity war y Avengers: Endgame. Los videos de fanáticos llorando con los avances –o incluso más allá, adentro de la sala de cine– fueron un fenómeno paralelo a las películas, que se cuentan entre las más taquilleras de la historia.

Y así como YouTube ha sido el campo predilecto de este formato históricamente, también se ha ido adaptando a otras canchas digitales, desde las redes sociales como Instagram o TikTok hasta las plataformas de streaming como Twitch.

Incluso los medios tradicionales han cooptado el recurso. En 2013, la televisión británica estrenó el programa Gogglebox, que consistía en anónimos sentados en un sillón comentando programas de televisión. El ciclo fue premiado con un BAFTA, y fue exportado a Estados Unidos como The people’s couch (el sillón de la gente).

Y ahora los canales de aire de la región generan materiales paralelos a sus programas tanque, como el caso de Canal 10. Uno de los protagonistas de esas transmisiones es Agustín Gil, que considera que juegan el rol de livings virtuales, donde la audiencia encuentra a otros espectadores y a un grupo de conductores que le ofrecen compañía digital.

“Creo que la clave de por qué funcionan está ahí, porque generan comunidad y compañía”, explicó. De acuerdo con Gil, en los streams que realiza en YouTube sobre programas uruguayos, se encuentra tanto gente joven que no tiene televisión o cable y que sigue esos programas a través de estos streams, un público de mayor edad que se conecta por la compañía y a amigos de los participantes que van a hacer de tribuna. “Eso lo hace un experimento bastante lindo”, considera.

Cuestión de química

En 2019, un estudio de la consultora Zenith Media advertía que por primera vez en la historia, internet había superado a la televisión como plataforma de consumo mediático predilecta.

En Uruguay, la edición 2022 de la Encuesta de Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (EUTIC) señaló que el principal uso con fines de entretenimiento que los uruguayos dan a internet es el de ver o descargar contenido multimedia, algo que es realizado por el 81% de los consultados. Según esa misma encuesta, la plataforma más usada es YouTube, en la que un 86% de los consultados declaró haber consumido contenido durante los últimos tres meses.

En comparación, los canales de televisión por cable habían sufrido una baja con respecto a la encuesta de 2019, siendo usados solamente por un 13% de los consultados.

Los hábitos de consumo cambian, y cambia también el vínculo con los medios y quienes los pueblan. Aquella figura del crítico iluminado que dictaba cátedra desde un diario, una revista o un canal de televisión pasó a ser la de un curador que en medio de la avalancha de opciones que internet nos vomita encima, dirige la atención y el foco del espectador, que elige seguir sus consejos en base a un gusto o una mirada compartida.

Y dentro de ese tsunami de vómito de internet, la puja es por el bien más preciado: nuestro tiempo. Por eso Netflix refina sus guiones mediante algoritmos, por eso las empresas como Google apuestan a la inteligencia artificial, por eso el scroll en las redes nunca termina. Porque quieren que nos quedemos ahí y no en otra parte. Nuestro tiempo es, para ellos, literalmente dinero. 

Generar reacciones sobre temas que interesan a buena parte de una generación, o al menos a un nicho de público seguro, garantizan que el público va a prestar atención, sobre todo, y como siempre, si el contenido es bueno. Porque la lógica en las plataformas digitales es la de exponerse e interactuar, algo que puede verse desde en el posteo de Instagram de sus últimas vacaciones o la foto de su nieto, hasta en estos videos, que son la versión más grandilocuente de un "me gusta" o del viejo y querido comentario al final de la nota que usted puede encontrar incluso en este mismo portal de noticias. 

Internet también atomizó los espacios: los medios, los canales y los formatos son cada vez más y más específicos. Sea un podcast, un blog, una newsletter o una cuenta de redes sociales, cada nicho está cubierto.  

En ese esquema, los reaccionadores son una mezcla de influencers sobre temas puntuales, críticos y personajes, que despiertan el interés de su público por su espontaneidad, o por cómo se involucran con el material que están comentando, como pasa con los videos de Shawcross, o el caso del streamer argentino Davoo Xeneize (por poner apenas un ejemplo entre cientos de figuras de este estilo), célebre en parte por sus reacciones a partidos de fútbol o a situaciones vinculadas a ese deporte.

Vinculado a lo que Agustín Gil mencionó sobre cómo uno de los públicos de sus transmisiones son jóvenes que no siguen ciertos programas a través de la televisión lineal, se encuentra uno de los elementos clave de esta tendencia: son formas de participar en comunidad de grandes eventos, desde el lanzamiento de una canción o un disco por parte de una estrella pop hasta una final de un Mundial, a través de figuras que reflejan y se enfocan en contenidos que no tienen espacio en los medios tradicionales.

Los reaccionadores son los polos magnéticos de comunidades de fanáticos en torno a los que se generan interacciones y se conforman comunidades, algo a lo que prácticamente están obligados los medios en internet –viejos o nuevos— para tener públicos estables y fieles, se llegue a ellos porque el espectador quiere ver qué opina sobre cierto tema, o porque el objeto de la reacción sea de interés para el consumidor.

“Lo importante es ser genuino. Después si conocés más o menos del tema es relativo, porque en el desconocimiento puede haber una dinámica interesante, así como hay gente que te va a seguir porque estás en el tema”, considera Gil. “Pero lo que no puede ser es actuado, si es forzado se nota”, señaló como clave.

“Vos llegás ahí por una identificación con el que lo hace, ya sea por lo que opina o por cómo dice lo que dice”, agrega el comunicador uruguayo. “Ahora hay muchos proyectos de este tipo, muy similares entre sí, entonces la dinámica y la química que generes con el público son claves”, concluyó.

Más allá de esa semilla plantada sobre una posible saturación del formato, lo cierto es que por ahora las reacciones en internet aguantan firmes. Tanto es así que ya hay parodias, y delirios como reacciones de reacciones, en un loop de personas mirando a otras a través de su pantalla, que miran a otras a través de su pantalla, y todo así hasta que nos duela la cabeza, como bromea el humorista y actor estadounidense Bo Burnham en su especial Inside, que se puede ver en Netflix. Él plantea un gag en esa línea, con una cadena de autorreacciones para burlarse de este hábito de internet, que en el fondo, es una forma de encontrar puntos en común y emociones universales en el ancho e infinito mar de la web.

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