Una familia se encerró en el lavadero de su apartamento, a un hombre el estruendo lo sorprendió en el ascensor y quedó encerrado, otros dormían, y un matrimonio había salido porque cambió la rutina y caminó temprano. Las historias son narradas una y otra vez, y no hay otro tema de conversación en la calle Leyenda Patria e Hidalgo, al otro día de que once personas resultaran heridas por una explosión en un edificio del barrio Villa Biarritz.
La noche de este viernes, había tantos vehículos de emergencia como de electricistas, sanitarios, arquitectos y aseguradoras. Copaban la calle de Villa Biarritz, y se agolpaban al perímetro vallado donde había ocurrido la explosión por emanación de gas, confirmó Bomberos. Durante el día, bomberos y policías guiaban a los propietarios de los edificios linderos por sobre los destrozos, para que recojan algunas pertenencias de valor. Ocurría ante la atenta mirada de curiosos que se acercaban a mirar y a consultar por los heridos.
De parte de los vecinos de edificios linderos al del epicentro, prima el apuro por tapiar y arreglar los vidrios, teniendo en cuenta el pronóstico de precipitaciones para las próximas horas del domingo y lunes. Una propietaria saca valijas y bolsos hacia una camioneta, y mientras, cuenta sobre la alta demanda de vidrieros, que le dieron fecha para el lunes. Pero lo dice en un tono amable; solo valora que el día anterior a la hora 9:11 no haya ocurrido una tragedia con víctimas fatales.
“Siento una expansión que me vuela”, recuerda Lyly Cohe sobre el momento en la mañana en que tendía su cama. “Aparezco con la cabeza en la cama y los pies en el piso. Miro a mi marido que me gritaba, porque se venía la ventana abajo. Había sido una explosión terrible. Y se dieron tres explosiones. Me mira (por su marido) y me dice: ¿dejaste el gas prendido? Y le digo: no, no somos nosotros”. Una mirada hacia la calle Leyenda Patria, desde el edificio lindero al del epicentro, sobró para ver la gente corriendo, aturdida, y sin saber qué pasó.
—Sacamos lo que encontramos, lo que se pudo —relata otro vecino este sábado—.
Pero algunos no tuvieron qué sacar. Todo era confuso entre el desorden; otros, volvieron a comprar hasta lo más básico, o lo pidieron prestado donde se alojaron (hoteles, casas de amigos, otras propiedades, etc.).
El arquitecto Enrique Cohe, que vive con Lyly en uno de los apartamentos, dice a El Observador mientras salía de la zona de exclusión la tarde de este sábado, que “la onda expansiva se fue para adelante y para atrás”. En otras palabras, hubo una explosión que derivó luego en una implosión, según coincidieron otras fuentes consultadas.
—Entrás a los apartamentos —grafica un vidriero que trabaja en el lugar— y se observan vidrios y ventanas, que se fueron hacia adentro.
Un vecino que vive a tres torres del epicentro, en el tercer nivel que fue el más comprometido, cuenta cómo la estructura de hierro de sus aberturas están “panceadas” hacia adentro. Su hijo de 20 años se despertó con el sonido y el temblor. La noche del viernes y madrugada del sábado, durmieron ambos en el dormitorio del fondo, donde no hay afectaciones a simple vista.
Sin embargo, la situación es otra en el edificio donde ocurrió la explosión.
Aún Bomberos no tiene claro qué fue lo que causó la emanación de gas que produjo la explosión, aunque maneja hipótesis.
En el edificio del costado, más cercano al Caicobe –epicentro–, Estefanía cuenta que también pasó junto a la familia en los cuartos del fondo. Los vidrios llegaron hasta la mitad del apartamento. Agradece que su sobrino de 1 año y 3 meses y su madre, no estaban en el living. Sin saber qué sucedía, su familia atinó a encerrarse en el lavadero, una pequeña pieza que consideraron segura. El padre de Estefanía bajaba en el ascensor cuando todo ocurrió. Minutos después de la explosión, el elevador volvió a funcionar y logró salir. Los daños no eran tantos en su edificio, como en los tres más comprometidos.
Mientras vecinos tapean con chapones, limpian y tiran kilos de vidrios y de objetos ya sin valor, técnicos de la Intendencia de Montevideo, OSE y UTE, se reúnen en dos de los edificios afectados para evaluar los daños. En los linderos a Caicobe, los servicios de luz, agua y gas, comienzan a retornar. Pero de a poco.
Daniel Piñeyro, fiscal de siniestro de una aseguradora y estaciona el auto pegado a una valla, y explica que irá por la declaración de los propietarios de un apartamento. Eso quedará registrado, y él hará una constatación primaria de las roturas. Así como un inventario. Estima que de aquí a seis meses pueden seguir constatándose fisuras hasta en el edificio más alejado del enorme bloque de cemento. Ocho torres están pegadas una a otra, y eso hace que el temblor haya afectado a todos en su estructura.
Más temprano, Piñeyro visitó un apartamento en el que sus dueños, de forma atípica, habían cambiado la rutina este viernes. Cada día a esa hora, el señor solía sentarse a leer el diario pegado al ventanal mientras esperaba a que la señora se levantase. Pues salieron a caminar temprano, y se enteraron en la calle lo que había ocurrido a dos edificios del suyo.
La tarde del sábado había murmullo, sonido de vehículos, taladros, martillos. Pero el principal era de vidrios que resquebrajaban. Baldes llenos cargaban enormes volquetas alrededor de la valla.
Las tareas comenzaron temprano. En el edificio donde ocurrió la explosión, se apuntala el segundo y tercer piso para evitar un derrumbe parcial.
El arquitecto Cohe explica que se hace “porque se ha desprendido parte de la estructura de las losas (radiantes)”. Agrega: “Hay unos pilares que están trabajando mal, dañados. Están soportando más peso del que deben. Porque con el movimiento de la losa se abrió. Va a haber que demoler esas partes que están en mal estado y rehacerlas. Están teniendo mucho cuidado porque hay peligro de que puedan colapsar”.
Los inquilinos y propietarios de ese edificio no podrán entrar a sus viviendas por muchos días, estiman los operarios. Todos los apartamentos están sin luz, agua ni gas. Es diferente la situación de las construcciones linderas. En el de la esquina, hay al menos cuatro apartamentos con luz, y las personas han podido subir. Pero no hay ascensores funcionando, ni tienen agua.
Los que podían empezaron a subir este viernes a la tarde, acompañados por bomberos y por la policía. Nadie pudo habitar los apartamentos más cercanos.
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