Whitey Bulger o de cómo un sujeto horrendo puede ser base del arte

Cuando Los infiltrados se transformó en un suceso del cine en 2006 y obtuvo muchos premios alrededor del mundo (incluida la estatuilla dorada del Oscar tan esquiva para su director, Martin Scorsese), puristas y cinéfilos pusieron su grito en el cielo. Aseguraban que el filme era una remake de una película de Hong Kong (como si esto fuera un detalle denigratorio) y poniendo el dedo sobre el director, como si hubiese cometido plagio.

El jueves pasado comenzó en Boston el juicio al mafioso irlandés James “Whitey” Bulger, que es desde que cayó Osama bin Laden uno de los hombres más buscados por Estado Unidos.

A partir de entonces, la ventilación de la historia delictiva y el periplo de vida de Bulger deja a William Monahan, guionista de Los infiltrados, casi como un biógrafo del mafioso y múltiple asesino de origen irlandés, mucho más que en un adaptador de un filme hongkonés.

Rata del FBI
Sin dudas, el personaje de Frank Costello que encarnó Jack Nicholson estaba basado en “Whitey” Bulger. Si bien es cierto que cada personaje que cae en las manos del carismático Jack se transforma para siempre en su cara y en la memoria emotiva del que lo vea, basta recorrer un poco las anécdotas sangrientas de Bulger para reconocer que tiene una fama bien ganada.

Además de una diversa actividad delictiva como jefe de la temible banda conocida Winter Hill Gang que incluye casi 20 asesinatos (uno de ellos por haber ahorcado a una novia de 26 años con sus propias manos), colaboración con traficantes de drogas y armas y otras felonías por el estilo, Bulger fue un informante para el Federal Bureau of Information (FBI) a quien no solo le pasaba datos de la actividad criminal en Boston, sino que también corrompía a varios de sus agentes para negocios propios.

Se supone que Bulger colaboró con el FBI en su lucha contra la competencia en la ciudad (la mafia italiana), entre 1976 y 1990 aproximadamente, según surge de las declaraciones de algunos de sus secuaces que también enfrentan juicios desde el banquillo de los acusados.

Esta información surgió de varios artículos que publicó en 1997 el diario Boston Globe. Desde entonces, Bulger desapareció de la ciudad y se transformó en uno de los fugitivos más pesados de Estados Unidos. Sus conexiones “non sanctas” con agentes le aseguraron sus casi 15 años en la clandestinidad.

El gatito
La forma en que Bulger cayó también fue un tanto cinematográfica. Con 83 años cumplidos, el último dato que se tenía de Bulger era del año 2002, cuando se lo habría visto en Londres. Desde entonces, el paradero de Bulger era desconocido. Hasta que una intensa campaña en televisión en las horas pico de audiencia dio su resultado. Emitieron las fotos de Bulger y de su pareja, Catherine Greig.

En junio de 2011, una modelo islandesa, ex Miss Islandia, de nombre Anna Bjornsdottir, que vive en la balnearia ciudad californiana de Santa Mónica, reconoció a la mujer como la vecina de la casa lindera a la suya, con la que discutió la suerte de un gatito callejero que rondaba el vecindario. La modelo denunció a la mujer, el FBI realizó las averiguaciones y así obtuvo a su pez gordo. Bjornsdottir obtuvo por el dato una suculenta recompensa de
US$ 2 millones.

Con una vida acostumbrada a ser argumento de guionistas, ahora la historia de Bulger pasó de ser un thriller policial y persecutorio a un legal drama, una película de trama judicial, jurados, jueces, testigos, martillos que piden orden, pasillos y tiempos de deliberación.

Es muy probable que con la cantidad de exaliados apuntando su dedo acusador sobre “Whitey” Bulger, este señor reciba una buena suma de décadas de cárcel y algunas cadenas perpetuas enganchadas. Es más que plausible que muera entre rejas. También es cierto que posee información confidencial sobre actividades que pueden dañar la imagen pública del FBI y de la seguridad de Estados Unidos. ¿O que quizá intente comprar al jurado? ¿O que algún testigo desaparezca? Todo esto nos lo enseñó el cine