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Winehouse según las cámaras

El documental Amy se posiciona frente a la artista de la misma manera que lo hicieron los paparazzi: superficial, intrusivo y amarillista
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02 de noviembre de 2015 a las 05:00
Es triste. No hay otra forma de definirlo. La historia de Amy Winehouse no es una de finales felices ni príncipes azules. Es el clásico relato de una artista talentosa pero frágil, llevada al extremo de la fama que ni ella deseaba y en el camino, alimentando las ambiciones de otras personas.

El primer documental sobre su persona poco hace para celebrar su carrera o revelar el peso de su obra. Amy pone otra vez a la cantante en el foco de los paparazzi que la asediaban. Toma de ella lo que necesita y se va rápidamente. En su ausencia, utiliza su imagen para seguir vendiendo. Es triste. Y nada más.

De artista a souvenir

Asif Kapadia, creador del documental Senna sobre la vida del piloto brasileño de Fórmula 1, fue el encargado de realizar esta película, que fue producida además por Universal Music, multinacional responsable de los discos de la artista. Para capturar la historia de Winehouse realizó más de 100 entrevistas y recopiló material de archivo en forma de grabaciones caseras.

Es imposible no relacionar a Amy Winehouse con Kurt Cobain. Ambos comparten su origen en un hogar roto, la exitosa trayectoria artística, la adicción y temprano fallecimiento. Ambos fueron objeto de documentales, pero el resultado no puede ser más diferente.

Mientras que Brett Morgen con Kurt Cobain: Montage of Heck consiguió información nueva sobre el fallecido líder de Nirvana y la mostró de la manera más bella y cinematográfica posible, con Amy Kapadia se olvidó que la cantante era una persona y no un objeto público.

Su lema "la cantante en sus propias palabras", es sumamente parcial, por no decir mentira. Su voz, si no está cantando, aparece en esporádicas veces a través de filmaciones caseras, entrevistas o mensajes de voz (¿quién guarda mensajes de voz?). Lo que hace el filme es reunir a otros que hablan por ella. Pero en lugar de mostrar sus rostros, los entrevistados aparecen en forma de fotografías o filmaciones, siempre acompañando a Winehouse. Ella nunca sale de la pantalla, ni siquiera en sus peores momentos.

La cámara muchas veces toma el lugar del paparazzi o del fanático que filma el concierto con su celular. En ocasiones incluso se deja que esas fotografías furtivas cuenten la historia. Sin embargo, Amy alcanza mayores niveles de intrusión al mostrar crudas fotografías donde el deterioro de la cantante es escalofriante.

Lo que hace el filme es hilvanar su música con los sucesos más importantes de su carrera, pero con la superficialidad de una entrada en Wikipedia. Por ejemplo, se sobrevuela que Stronger Than Me, el tema que abre Frank (2003), trata de la relación que la cantante tuvo con un hombre siete años mayor. Lo mismo pasa con What Is It About Men, que habla del abandono de su padre y el efecto que tuvo en la manera en que ella encaraba las relaciones.

La voz de la familia Winehouse aparece en contadas ocasiones. Su madre reconoce que sabía de su bulimia, pero que no le dio mucha importancia, algo que resulta especialmente desgarrador. Pero la manzana podrida es su padre, Mitch Winehouse, quien tras la fama de su hija, comienza lentamente a tomar protagonismo. De hecho, fue el responsable de que la cantante no fuera internada cuando aparecieron los primeros signos de abuso de sustancias, alrededor de 2005.

Es gracias a ese episodio que surge el más famoso hit de Amy, Rehab. Tras conocer la historia detrás de la canción, lo que parecía un acto de rebeldía y autosuficiencia, suena como un intento caprichoso de escapar del problema, todo con el aval de su padre. "And if my daddy thinks I'm fine", canta en Back to Black (2006).

Pero la indignación termina de atacar cuando el espectador ve que, tras Amy divorciarse de su marido, Blake Fielder-Civil, y en medio de su período de rehabilitación, su padre elaboró un reality show en torno a su persona. Incluso la filma en medio de las vacaciones de la músico. "No quiero ser un souvenir. ¿Querés que me convierta en un souvenir?", le dice la artista cuando la obliga a sacarse fotos con fanáticos frente a las cámaras de filmación y lo hace de mala gana.

El señor Winehouse tras ver el filme comenzó una campaña de desprestigio al documental, afirmando que salía representado como el villano de esta historia. Tal vez porque lo era.

Como Cobain, Winehouse estuvo rodeada de personas que habilitaban su adicción –su padre y su marido– y otras pocas que intentaron, infructuosamente, ayudarla. Sin embargo, en el caso de la londinense fallecida en 2011, al estar las 24 horas en el ojo público y con la sombra permanente de los medios, en lugar de ser elevada al podio de "artista torturada" como Cobain, se transformó en un chiste popular. Por ejemplo, ahí aparece el comediante George López burlándose de sus problemas con el alcohol en el medio del anuncio de las nominaciones a los premios Grammy. Irónicamente Dave Grohl, exbaterista de Nirvana, parado detrás de él, se tapa la cara para reírse.

El documental, más preocupado por retratar sus altibajos, sus problemas con los paparazzi y su torturada relación con Fielder-Civil, se pierde una preciada oportunidad de realizar un homenaje y celebrar el legado de una cantautora que cambió el sonido del pop de 2000 e influenció a una generación completa de artistas, desde Adele hasta Lady Gaga.

Winehouse no era un souvenir. Pero Amy no hace nada para demostrarlo.

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