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4 de marzo 2024 - 5:00hs

Agustín Zeballos es quien es porque una sucesión de factores confluyeron para eso. Si hoy este artista de 23 años es una de las voces más destacadas del rap uruguayo, que viene de llenar su primer Teatro de Verano y de ser parte de los festejos de los 300 años de Montevideo, acumula millones de reproducciones en las plataformas y su música es recomendada hasta por jugadores de la selección uruguaya, es porque las piezas del puzle fueron encastrando en el lugar exacto.

Si hoy Agustín Zeballos prepara uno de los shows más ambiciosos de su carrera fuera de fronteras, que será el próximo 23 de marzo en el mítico Estadio Obras de Buenos Aires, es porque en 1999 el estadounidense Marshall Bruce Mathers III, bajo su identidad artística, Eminem, lanzó su segundo disco de estudio, y su primer éxito internacional, The Slim Shady LP.

Zeballos —su apellido, y el nombre con el que desarrolla su carrera, a secas— levanta un poco el brazo izquierdo y lo muestra. “Acá lo tengo”, dice señalando el antebrazo, y ahí lo tiene nomás. Nueve letras, dos palabras en negro retinto, trazos como si fueran una pintada chorreante: SLIM SHADY. Homenaje en su piel al primer cedé que se compró con una plata que le regalaron por su cumpleaños y que escuchó y escuchó y escuchó y escuchó.

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Hasta ese momento de su vida, la música que más presente estaba en el imaginario infantil de Zeballos era el rock. Era lo que sonaba en su casa. Eso y música brasileña —samba, pagode—, porque ahí nació su madre. Una Navidad le regalaron una guitarra eléctrica de juguete, y andaba por su casa con ella, inventando canciones.

Pero la guitarra salió volando con el impacto del Slim Shady. Y sobre todo, de sus letras. Por usar una frase suya, la vida de Agustín Zeballos se divide entre “antes de que me atraparan las palabras” y el después.

“El rap me enganchó por las letras, que todo encaje así me parece mágico. Después conocí las batallas y eso fue un segundo shock”.

En 2002, se estrenó la película 8 Mile: calle de las ilusiones, protagonizada por Eminem y una suerte de relato autobiográfico del rapero de Detroit. En la película, el personaje protagónico B-rabbit, participa asiduamente en batallas de freestyle, esos duelos de rimas improvisadas donde el objetivo es humillar al contrincante con juegos líricos.

Consecuencia directa de la película o no, la popularidad de las batallas empezó a crecer primero en España, luego en Latinoamérica en las últimas décadas hasta lo que son hoy: eventos seguidos en todo el mundo por millones de personas, con referentes que son figuras y semillero de artistas que están entre los más populares del momento, como los casos de Wos y Duki en Argentina (solo por nombrar a dos de los más masivos).

Una herramienta clave de la masificación de las batallas fue YouTube. O sea que si hoy Agustín Zeballos es la punta de lanza del efervescente hip hop uruguayo actual, luego de que hace un quinquenio apareciera una generación que apuntaba como el nuevo gran fenómeno pero se fue diluyendo, es porque en 2005 los empresarios Steve Chen, Chad Hurley y Jawed Karim crearon una plataforma para compartir videos en internet.

“La RedBull de Barcelona 2008 fue la primera batalla que vi, me acuerdo. Es histórica. Y era el único que miraba eso, nadie que yo conocía estaba para esa, era mi mundito. Después conocí gente con los mismos gustos”, recuerda el rapero. “Pero es eso de las condiciones que se tienen que dar. Si las batallas no explotaban en España, yo no escuchaba acá, y no hacía rap. Fue todo un contexto cultural que se dio para que hoy estemos acá, haciendo esta entrevista”, reflexiona.

Con ocho años Zeballos empezó a escribir letras. A los nueve la fascinación con las batallas. “En tercero de escuela ya me preguntaban que quería ser de grande y decía ‘rapero’. Era un pire, pero acá estamos”, dice, y larga una carcajada.

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Inés Guimaraens Zeballos durante un ensayo con su banda

Si hoy Agustín Zeballos tiene a sus espaldas shows en Uruguay, Argentina, Brasil y España es porque de tanto escribir y de tanto ver batallas empezó a participar en ellas. Primero en duelos con otros pibes en las plazas, sin ningún tipo de formalidad. Hasta que lo convencieron –o se convenció a sí mismo– de que era hora de pasar a algo más serio. Se fue a la Dark Jail, una competencia que se hace en el Hotel del Prado y que es de las más importantes del Freestyle uruguayo.

Y le fue muy bien.

“Capaz que iba una vez, pasaba vergüenza, y no iba más”, dice Zeballos, firme en esa convicción de que el camino hasta acá fue una mezcla de habilidades, suerte y contexto favorable. “Después fui y pasé vergüenza pila de veces. Hay que ir igual, aunque te pase eso, pero que esa primera vez haya sido buena me ayudó mucho”.

Zeballos empezó a hacerse su nombre en las batallas improvisadas, pero también en una variante, las escritas. En ese duelo, cada rapero se lleva sus rimas memorizadas —sin que el rival las conozca—, pero la posibilidad de prepararlas en casa con tiempo y calma hace que el foco se ponga en la calidad literaria de las barras, donde pueden entrar figuras retóricas o un lenguaje más florido que en el freestyle tradicional.

Y que tuviera destaque en esa rama de los duelos no llama mucho la atención. Porque recordemos, su fascinación fueron siempre las palabras.

—Leo un montón, desde chico. Muchas cosas al mismo tiempo, y leo de todo. Ahora estoy con un thriller que se llama El quinto evangelio, es medio como los de Dan Brown.
—¿Escribirías algo que no fueran letras de rap?
—No escribo otras cosas, pero me gustaría hacer libros. Pero en otra etapa de mi vida, cuando esté muy viejo para rapear.

Además de la literatura, Zeballos también absorbe y devora series, películas, lo que sea. Si le gusta, la consume a toda velocidad, y después la devuelve con un guiño en su música, donde solo por usar ejemplos recientes, hay referencias a Game of Thrones, Star Trek o el dibujo animado Johnny Bravo.

Las letras mandan, pero el rapero le presta atención a la música cada vez más, sobre todo desde que sumó una banda a sus presentaciones en vivo, y a que ahora tiene acceso a un estudio de grabación de forma más consistente y sin la presión del tiempo de sus inicios. Eso le permite trabajar en las canciones con más calma, sin la urgencia de tirar lo que sea para poder grabar arriba y canalizar la pulsión urgente del rapeo.

Al repasar la prolífica obra de Zeballos —cuatro discos entre 2019 y 2023, sumado a otros álbumes hechos en colaboración con colegas, y decenas de sencillos, solamente en el último año lanzó 43 temas— se encuentran beats donde las influencias son variopintas. Hay de todo, hasta candombe, como en las tres canciones que lanzó junto a otro compatriota, Knak, a fines del año pasado.

Aunque no fue algo planificado de antemano, la presencia de esos tambores grabados por Daniel “Tatita” Márquez terminó teniendo todo el sentido del mundo. “Nos gustó ese concepto de uruguayizar algo que es internacional. Que pueda llegar a otros lugares, pero que además el que es de acá lo escuche y se alegre de ese cruce con algo nuestro”, reconoce.

Internacional porque es el sonido de esta época y también porque de a poco la obra del uruguayo va cruzando fronteras, sobre todo la del país vecino. Pero aunque mira para afuera, y es obvio que Uruguay es un mercado pequeño donde el techo es bajo, el rapero sabe que en casa también tiene respaldo, un respaldo que un día será para otros.

Lo dice así: “El apoyo que tengo de la gente de acá es muy zarpado. Dentro del género que hago hay mucha gente que por ahí no tuvo la suerte de que les pasara lo que me pasó a mí, o no cayó en el momento correcto, que no se les juntaron los factores como me pasó a mí. Pero así como yo tengo a mis referentes, sé que puedo serlo para otros de acá. Y sé que esos que hoy me tienen a mí como representante van a serlo para otros después. Soy parte de esa rueda”.

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Inés Guimaraens Zeballos

Zeballos mira hacia adelante. Todo el tiempo. Sabe que en su historial ya tiene algunas conquistas que lo ponen contento, pero prefiere proyectar.

—A uno siempre le cuesta más ver lo que logró que lo que le falta lograr. A veces es difícil pararse a evaluar las cosas que ya conseguiste, porque al conseguirlas también decís ‘todavía me falta esto, o ahora quiero esto’.
—¿Y vos que querés?
—Dominar el mundo (risas). Hacer estadios en todos lados, sonar en todos lados. Ir a Venezuela, México, Colombia, España, y que conozcan mi música. Eso sería lo más lindo. 

Con ese objetivo, Agustín Zeballos va dando sus siguientes pasos. El próximo será en Buenos Aires, un show de casi 40 canciones que quiere que llegue lo antes posible. No por nervios, sino por las ganas y por la adrenalina de subirse a un escenario y ver que lo que canta, que sus palabras, sean repetidas por la gente, no importa que tan pocos sean.

Igual, no piensa demasiado en el impacto que pueda generar en otros, porque tampoco lo va a hacer cambiar. Ante todo, Agustín Zeballos es quien es.

“Es un viaje generar esas cosas, porque es algo que a mí me pasa con la música de otros. Entonces es raro ver que te pase con lo que hacés vos. Yo estoy todo el día conmigo, y digo ‘soy un boludo’. La gente capaz te cruza en una plaza y dice ‘¿qué hacés acá?’ y yo no lo veo raro, no sé que querés que esté haciendo, que esté en el cumpleaños de Snoop Dogg (risas). Como que hay una imagen tuya re zarpada que es difícil compatibilizar con la imagen que vos tenés de vos mismo. Yo soy yo, y rapeo. Y ta”.

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