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25 de junio 2025 - 15:56hs

Los sistemas educativos tienen la enorme e indelegable responsabilidad de pensar sobre el futuro ya que su radio de acción e incidencia impacta en la formación de las nuevas generaciones a lo largo de muchos años. Hurgar sobre posibles escenarios a futuro desde una visión de la educación abierta a diálogos con sus entornos, más y menos cercanos, es clave para orientar los para qué, qué, cómo, cuándo y donde de educar y aprender. La educación no puede basarse en sólo aportar respuestas a las coyunturas, y presionada por el inmediatismo de las urgencias. Se trata de invertir y darse los tiempos y los espacios, así como contar con recursos humanos altamente calificados, para pensar en clave de larga duración de cómo la educación puede impactar efectivamente en el bienestar, desarrollo y futuros de las nuevas generaciones.

El informe de la OECD titulado “Trends Shaping Education 2025” (en español, “Tendencias que moldean la educación 2025”), que es de carácter trienal – séptima edición, reviste un alto valor estratégico para repensar la educación en tiempos disruptivos. Entre otros atributos, destacamos:

  • es una reflexión acumulada en el tiempo sobre mega tendencias que impactan en la educación.
  • identifica potenciales disrupciones que pueden afectar a la educación en el futuro, no solo en orden a contrarrestar sus impactos, sino como ventana de oportunidades para asumir agendas que molden el futuro. Esta apreciación es coincidente con lo aseverado por la UNESCO que no existe un futuro predeterminado, y que, en realidad, los futuros se forjan. (Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, UNESCO, 2021).
  • invita a una reflexión integral sobre como la miríada de tendencias económicas, sociales, demográficas y tecnológicas impactan a la vez en la educación en su globalidad, así como en los diferentes niveles y espacios de formación y aprendizaje.
  • plantea el desafío de como congeniar una serie de desafíos globales y locales que enfrenta la educación, y que llevarían a redefinir propósitos, contenidos y estrategias.

El informe mapea cuatro mega tendencias, así como tres temas transversales. En esta primera de dos columnas haremos referencia a cada una de las tendencias, y sus posibles implicancias de cara a repensar la educación.

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La primera de la mega tendencias refiere a lo que la OECD define como conflicto global y cooperación que tiene por lo menos un doble impacto. Por un lado, la priorización de los gastos en defensa y seguridad va en detrimento de los gastos sociales, y en particular de la educación. Esta situación es aún más preocupante a la luz que las élites gobernantes no la visualizan ni la apoyan suficientemente como instrumento clave para forjar convivencia, paz e inclusión.

Las situaciones de conflicto ponen precisamente en el tapete la relevancia de la educación para cementar sociedades pacíficas que va en la línea de lo establecido en la Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible adoptada por los estados miembros de la UNESCO en el marco de las deliberaciones de la 42.a reunión de la Conferencia General (noviembre 2023; UNESCO, 2023; 2024). La educación para la paz supone esencialmente la promoción del entendimiento y la empatía intercultural asentados en la simbiosis entre valores universales compartidos y la apreciación de los particularismos. La formación integral de la persona en el marco de una educación para la paz implica, entre otras cosas, promover el pensamiento autónomo y crítico, la alfabetización en medios y la educación cívica, así como la participación de los jóvenes en democracia ejerciendo una ciudadanía global y planetaria conectada con lo local.

Por otro lado, los desafíos que enfrenta la humanidad relacionados, por ejemplo, al cambio climático, la seguridad energética y las dinámicas del comercio mundial, refuerzan el rol de la educación en el desarrollo de las capacidades en ciencia y tecnología, así como en orden a estimular la cooperación entre regiones y países, y los aprendizajes entre pares profesionales. La democratización en el acceso al conocimiento, entrelazando conocimientos globales y nativos, bajo marcos éticos que regulan sus usos, forma parte de una agenda, que como dice el informe de la OECD, pone el foco en los beneficios del conocimiento científico para la humanidad y el planeta. Se refuerza la noción de una humanidad compartida en propósitos y ruteros.

La segunda de las mega tendencias alude a lo que OECD incluye bajo la denominación de trabajo y progreso. Se hace referencia a las transformaciones de los mercados laborales globales a la luz de los avances tecnológicos y a imperativos derivados de la sostenibilidad. Los desafíos planteados por la progresiva digitalización de la sociedad y la educación, así como por una visión multidimensional de la sostenibilidad, requieren que la educación asuma un rol proactivo en dos planos complementarios.

Por un lado, se trata de fortalecer las competencias de orden superior en las y los alumnos tales como pensamiento crítico, solidario y creativo, así como de versatilidad y flexibilidad, para poder navegar en contextos profesionales y laborales disruptivos permeados por la creciente incidencia de la inteligencia artificial (IA). Generalmente la discusión se centra en las tareas automatizadas por la IA, así como las que crea.

Como claramente argumenta Daron Acemoglu, que ocupa la cátedra Killian de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y que junto a James A. Robinson y Simon Johnson, obtuvieron el Premio de Economía Conmemorativo de Alfred Nobel en 2024, si la IA es utilizada para automatizar, reemplazará trabajadores, pero si es usada para proveer mejor información a los mismos, va a incrementar la demanda por sus servicios y por tanto sus ingresos (Acemoglu, 2024).

Por otro lado, la educación requiere avanzar en transversalizar los temas atinentes a estilos de vida saludables, sostenibles y solidarios en las formaciones a lo largo y ancho de la vida a la luz de la urgente necesidad de encarar el cambio climático. Asimismo, resulta fundamental que las y los alumnos visualicen que el abordaje integral del cambio climático requiere de miradas hacia otros aspectos más estructurales tales como las asimetrías y desigualdades de desarrollo y bienestar entre regiones, países, grupos y personas. El informe de la OECD menciona los temas de igualdad de género en el mundo del trabajo, y que, asimismo, los crecientes costos de vida afectan duramente a la población joven.

La tercera de las mega tendencias identificadas por la OECD pone el foco en las voces escuchadas y las historias contadas en un mundo crecientemente digital y globalizado. El informe ayuda a visualizar la complejidad de los desafíos que enfrenta la educación de cara a fortalecer la confianza de las personas y las comunidades en un destino colectivo compartido.

Por un lado, se menciona que, si bien la participación electoral en las democracias sufre un declive a escala mundial, principalmente entre los mas jóvenes, se constatan que precisamente son los jóvenes quienes se expresan de otras maneras referidas por ejemplo a la justicia económica, el cambio climático y los derechos civiles. Se mencionan los movimientos tales como #MeToo y Black Lives Matter. El fortalecimiento de la formación en derechos humanos y democracia es clave plantearla en una perspectiva intergeneracional que permita acercar sensibilidades de cada generación. No se genera empatía ni compromiso sobre la base de una visión de formación ciudadana adulto-céntrica impuesta.

Por otro lado, el ascenso de los populismos, y los correlatos de fragmentación y polarización política y social, interpelan a la educación en su capacidad efectiva de formar a las futuras generaciones en el pensamiento autónomo y libre, así como en la alfabetización de medios y digital. Las y los alumnos tienen que ser formados en visiones de sociedades libres, abiertas, plurales e inclusivas que reconozcan la existencia de realidades y hechos objetivables, así como la existencia de valores universales que abriguen los particularismos.

Asimismo, el informe visualiza en la ubiquidad de los dispositivos conectados -por ejemplo, smartphones y tabletas - y del rol creciente del internet de las cosas – es una red de diferentes tipos de objetos físicos que están conectados a Internet a efecto de compartir datos – ventanas de oportunidades para acercar la educación a las personas y a las comunidades. Las tecnologías pueden promover a la vez diferentes maneras de expresión individual – por ejemplo, a través de podcasts- así como promover la diversidad de culturas, lenguas y conocimientos apropiados por las comunidades locales. Un gran impedimento en la democratización de las tecnologías yace en la hegemonía de plataformas y contenidos en idioma inglés y en países del Norte Global.

La cuarta de las mega tendencias mapeadas por la OECD hace referencia a los cuerpos y mentes que pone en el tapete la constelación de factores asociados con el bienestar y la salud mental de las personas. Más globalmente, nos podemos referir a las interconexiones entre el cuerpo, el cerebro, la mente y el espíritu como cimiento de la formación y base insoslayable de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Tradicionalmente la educación “divide las aguas” entre cuerpo y mente, así como entre cogniciones, emociones y sentimientos.

El informe pone en discusión dos temas delicados. Por un lado, el abordaje de la salud y el bienestar requiere de hurgar en las conexiones entre la salud humana, animal y el medio ambiente para entender, por ejemplo, la resistencia antimicrobiana y las tasas crecientes de asmas y alergia. Sandra Díaz, prestigiosa bióloga argentina, asevera que “todos los seres estamos entretejidos, por nuestra historia evolutiva común y también por nuestras conexiones actuales”, y agrega que “es muy probable que tus decisiones cotidianas tengan consecuencias en otro lugar del mundo”. La formación de las nuevas generaciones enmarcada en una visión de interdependencia de los seres humanos con otros seres vivientes y la naturaleza tiene como un propósito fundamental mejorar la salud de personas y comunidades, así como la protección del ambiente.

Por otro lado, la comprensión de la diversidad de las personas, así como de la constitución de las familias y de los hogares, es sustancial al bienestar personal y colectivo. El informe pone el foco en dos aspectos: (i) los avances registrados en medicina y tecnología que permiten asistir a las personas con diversas capacidades y así fortalecer la educación inclusiva; y (ii) los avances asimismo constatados en tecnologías de reproducción asistida y fertilidad de emergencia que facilitan a personas solas y a pareja del mismo sexo ser padres y madres. No es cuestión que la educación solo reconozca la diversidad como sostén de una sociedad más inclusiva y tolerante, sino que, asimismo, desarrolle en las y los alumnos las competencias sociales y emocionales que les permita aproximar a los otros desde la comprensión y la empatía. El hecho de apreciar las diferencias y los diferentes es inherente al principio de aprender a vivir juntos.

En resumidas cuentas, la educación tiene que abrirse a entender sus entornos globales y locales, de las personas y las comunidades, desde la amplitud de miradas, así como identificando ventana de oportunidades y avanzando en su rol ético y medular de coadyuvar a cementar un nuevos modus civilizatorio. El informe sobre mega tendencias 2025, producido por la OECD, marca la complejidad de frentes que la educación tiene que encarar. Esto es, desde los más globales sobre fortalecer la cooperación global en ciencia y tecnología, y direccionar la formación teniendo en cuenta los cambios profesionales y laborales apremiados por la ubiquidad de la IA hasta los propiamente actitudinales y de comportamiento de las personas y las comunidades relacionados con el desarrollo de estilos de vida sostenibles en armonía con la naturaleza, el bienestar y la salud mental y la participación en democracia.

*Asesor en proyectos internacionales del Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay

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