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El Observador | Julio Sanguinetti

Por  Julio Sanguinetti

Expresidente de la República y líder colorado
27 de diciembre 2025 - 5:05hs

Una histórica frase, repetida por generaciones, decía (todavía a veces se dice) que en verano en Uruguay no pasa nada. No hay Parlamento, los tribunales de justicia en feria, la mayoría tomando las vacaciones, el verano era y es el verano. Pero 1973 fue distinto. Muy distinto.

Recordemos que desde 1963 en el país había asomado un fenómeno nuevo: la violencia política. Desde 1904 el país no había visto militares en la calle ni había llorado muertos por razones políticas. En aquel año, al principio sin que se advirtiera, había nacido el MLN, con la idea revolucionaria que Cuba inspiraba desde 1989 en toda América. Fidel y el Ché Guevara eran las figuras emblemáticas de esa magia que nos conduciría a un mundo distinto.

Nuestro país vivía ya un tiempo de cambios. La declinación de la sociedad industrial, con la consiguiente caída de precios internacionales, generó un clima que condujo a la primera derrota del Partido Colorado en 93 años. Para nosotros fue dramática esa derrota. Entre 1959 y 1967 gobernó el Partido Nacional, en un régimen colegiado en que el Poder Ejecutivo se constituía por una mayoría de seis miembros y una minoría de tres. Se respiraba un clima y agitación, de fuerte protesta gremial. El gobierno tuvo que adoptar Medidas Prontas de Seguridad para mantener servicios esenciales de UTE cuando se declaró una resonante huelga.

En 1961 había estado el Ché Guevara en Uruguay en una Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social. Pronunció una memorable conferencia en la Universidad, en que elogió la democracia uruguaya, señaló que las armas solo eran para luchar con tiranías pero los jóvenes que fundaron el MLN no le escucharon.

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América Latina estaba envuelta en la guerra fría. Guerrillas financiadas por Moscú y La Habana y golpes militares alentados desde Washington. En 1964 se da un golpe militar en Brasil. En Argentina el General Onganía derroca a Yllia en 1966.

En esos años empiezan las acciones fuertes en Uruguay. En un asalto a la empresa FUNSA se producen las primeras muertes. Es 1966.

Procuramos entonces un cambio constitucional en la idea de fortalecer las instituciones. Volver a la Presidencia, ante la evidencia popular de que el gobierno deliberativo del colegiado no se adaptaba ya a los tiempos. Un Ejecutivo, además, dotado de mayores poderes en sus relaciones con el Legislativo. En 1967 la Constitución no solo hace ese cambio sino que moderniza el Estado. Nacen el Banco Central y el Banco de Previsión Social. Trabajé mucho en esa reforma.

Nada detenía, sin embargo, la ola alentada desde Cuba. El gobierno enfrenta el tema guerrillero con la policía, pero ya el ejército está revuelto. Colabora en guardias y rastrillajes, está más presente. En 1968 se militarizan a los bancarios en huelga, por medidas prontas de seguridad.

Comienzan los asaltos y los secuestros. El de Pereira Reverbel, Presidente de UTE y amigo personal del Presidente Pacheco Areco, que había asumido la presidencia por fallecimiento del general Gestido.

Se producen acciones espectaculares, como el copamiento de la ciudad de Pando, en 1969. Muere un civil ajeno a los conflictos. Los secuestros se repiten. Jueces, el Fiscal de Corte, empresarios importantes como Ricardo Ferrés, dos técnicos norteamericanos, uno científico y otro policía, Dan Mitrione, que aparece amordazado y asesinado por tres disparos.

1971, año electoral, se inaugura nada menos que con el secuestro del Embajador inglés. Allí se produce un acontecimiento capital: a solo tres meses de la elección se evaden del penal de Puntas Carretas 117 Tupamaros. La policía había tenido éxito, por algo estaban presos, pero ahora el estado aparecía impotente. En plena campaña electoral, el Presidente Pacheco Areco no tiene otro camino que encargar a las Fuerzas Armadas de la represión. Se constituyen las Fuerzas Conjuntas y, por primera vez, la Junta de Comandantes hace un pronunciamiento público

La elección la gana el Partido Colorado y la mayoría vota al Presidente. No obtiene la reelección, pero si la elección de su candidato, Juan María Bordaberry. Fidel Castro de visita en el Chile de Allende se había demorado a la espera de un resultado que esperaba más favorable en Uruguay.

Pasada la elección vuelven los atentados y los crímenes. El 14 de abril de 1972 se vive una jornada trágica: los tupamaros asesinan a dos oficiales de policía, un oficial de la Armada y un Profesor, Armando Acosta y Lara, ex Director de Secundaria y luego Subsecretario del Ministerio del Interior. En la represión mueren 10 tupamaros. Fue un día terrible y hablé en el cementerio como Ministro de cultura. Pedí hacerlo.

El 14 de mayo, Día del Ejército, se asesinan cuatro soldados que hacían guardia adentro de un Jeep frente a la casa del Comandante en Jefe. El ejército ya está desplegado en todo el país. Se vota la Ley de Seguridad del Estado para salir de la precariedad del llamado “estado de guerra”. El 1º de setiembre cae preso Raúl Sendic. La acción militar es eficaz. El movimiento guerrillero se va desmoronando, pero el Ejército sigue adelante.

Se denuncia que cuatro médicos están presos en un régimen ilegal. El Juez Militar dispone su liberación y el jefe del regimiento en el que están se niega a hacerlo. El episodio termina con la renuncia del Ministro, el Dr. Augusto Legnani, un veterano político de tradición democrática.

Jorge Batlle denuncia que irregularmente se ha impuesto a un actuario judicial la entrega de un viejo expediente que presuntamente involucraba al político colorado. La mentada “infidencia”. Lo denuncia públicamente y es procesado y preso por la Justicia Militar. Todos los días hay un conflicto y los militares van adquiriendo progresivo protagonismo. Se vota el desafuero de un diputado y la Justicia Militar pide el del Senador Erro.

En ese clima, el 1º de febrero de 1973, el Senador batllista Amílcar Vasconcellos denuncia que hay en marcha un movimiento dirigido a sustituir las instituciones republicanas. El Presidente Bordaberry responde afirmando que no será con su consentimiento que se producirá la caída. Los Comandantes publican por su lado otra respuesta virulenta, que no firma el Comandante de la Armada Juan J. Zorrilla. También había rechazado una propuesta wilsonista de propiciar la renuncia del Presidente, la asunción del Vice y la convocatoria a elecciones

Cae otro Ministro de Defensa Nacional y el Presidente nombra al General Francese, ex Ministro del Interior y renombrado oficial retirado de prestigio democrático. El Ejército se revela y la Región Militar N°1 copa el Canal oficial de Televisión y anuncia que no acepta la designación ministerial. Salen los tanques a la calle y la Armada bloquea la Ciudad Vieja en apoyo del Presidente. En la noche de ese 9 de febrero, los Comandantes emiten el Comunicado Nº4 en que anuncian su participación en la vida política, para combatir ilícitos económicos y propiciar programas sociales como la redistribución de la tierra. Al día siguiente, el Comunicado N°7 expresa un rechazo explícito al marxismo.

El PIT-CNT y el Partido comunista salen en apoyo de las proclamas militares. En la noche del 9 de febrero, el propio General Seregni abre una expectativa de acercamiento. La izquierda uruguaya sueña ahora con un gobierno militar “peruanista” que les de cabida. La voz solitaria del Dr. Quijano es la única que da el alerta cuestionando esa extraña línea, una enorme excitación.

El Presidente convoca a la ciudadanía, sin mayor eco. Personalmente fue a la Casa de Gobierno. El Partido Colorado le apoya sin fisuras. El Herrerismo también. La situación militar llega a la máxima tensión y el Presidente le solicita al Comandante de la Armada que ponga fin al bloqueo para evitar un derramamiento de sangre. El Comandante Zorrilla renuncia con una nota de gran altura, exaltando el deber militar de la obediencia constitucional.

El lunes 12 de febrero, el Presidente va a la Base Aérea de Boisso Lanza y allí hace un pacto con los militares sublevados. Los militares entran al gobierno en un Consejo Nacional de Seguridad y el Presidente continúa en su cargo.

Técnicamente se ha configurado ya el golpe de Estado. Las Fuerzas han rechazado la designación de su Ministro, han salido a la calle con sus fuerzas, expuesto su programa político y anunciando que seguirán en el gobierno.

Era verano, cálido verano. Desmintiendo el viejo dicho, había pasado de todo. Nada menos que un golpe de Estado, culminado en junio con la disolución del Parlamento.

Vivimos esos días en plena tensión, yendo y viniendo. Nuestro cuartel general quincista lo habíamos instalado en la casa del Dr. Fernández Caiazzo, lindera de la Embajada de Venezuela, por las dudas. La incertidumbre era tal, que no descartábamos nada. Vasconcellos y Jorge Batlle eran los políticos que más habían enfrentado el avance militar y no teníamos idea de que nos esperaba. Estábamos en contacto estrecho con el Vicepresidente Sapelli.

Cuando todo pasó, la tensión aflojó, mucha gente siguió como que no hubiera pasado nada. En realidad, ya habíamos entrado en un gobierno de facto.

Amílcar escribió un libro con el título que le damos a la nota, relatando el episodio. Integra hoy la Colección de Clásicos.

El líder colorado Julio Sanguinetti fue por dos veces presidente de la República, además de ocupar otros cargos de relevancia, y es una de las figuras fundamentales de la política uruguaya de los últimos cincuenta años

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