Si se agarra la ruta 5 desde Paso de los Toros hacia el norte, del lado izquierdo hay campo y árboles. Apenas un alambrado. Del lado derecho, sí, empiezan a haber casas. Tres cuadras más tarde aparece la Escuela Nº 67 y la comisaría y, algunas más tarde, la Iglesia Inmaculada Concepción. Y ahí termina.
El próximo 24 de noviembre, en Uruguay se elegirá el próximo presidente. En una ronda de balotaje, después de las elecciones nacionales donde ningún candidato llegó al 50% de los votos, los candidatos a la presidencia son Álvaro Delgado por la Coalición Republicana, su marido, y Yamandú Orsi por el Frente Amplio.
“Capaz que si me agarrabas en otro momento, te decía que no”, dice Lateulade sobre acceder a un diálogo con El Observador desde su casa en Carrasco, a pocas cuadras de la rambla. Y los factores son más de uno. Desde tener hijos todos mayores de 20, hasta ya haberse expuesto públicamente en Unidos Por Ayudar durante la pandemia.
Una diferencia marcada con la decisión de la otra posible primera dama, Laura Alonsopérez, casada con Yamandú Orsi, que ha decidido no exponerse a este tipo de instancias.
“Esta exposición nos toca en un buen momento, en el que mis hijos están grandes y ya son adultos. Saben quién es su padre y tienen su opinión formada. Obviamente, afectarles les va a afectar porque es su papá, pero ya no son tan vulnerables a cosas que pasan o que se dicen”, comenta.
20241108 Entrevista a Leticia Lateualde, esposa de A.Delgado.
Foto: Inés Guimaraens
La antítesis de todo esto
“Padre y madre, muchas veces”, dijo Delgado a la prensa el pasado 27 de octubre, parado al lado de Lateulade y rodeado de micrófonos después de que ella saliera de votar en Montevideo.
El contexto del comentario tiene que ver con las ausencias de Delgado, a nivel familiar, por haberse dedicado a la política y a los cargos públicos. Sobre todo, a medida que fue creciendo: de diputado a Secretario de Presidencia durante la pandemia del covid-19.
Pero Leticia considera que “Álvaro siempre estuvo”. Y acota: “El rol que cumplí mucho es el rol de hacer que Álvaro siempre sepa las cosas que estaban viviendo sus hijos. El rol lo cumplió él, yo lo que hice fue ayudar a que él lo cumpla y que no se le pasaran cosas importantes en la vida de los nenes”.
Una de las razones por las que decidió, junto a Delgado, que ella se dedicaría a su casa y a la crianza de sus hijos tiene que ver con un episodio de su adolescencia. Mientras que su padre era diputado colorado por Tacuarembó en el gobierno de Luis Alberto Lacalle, ella vivía en Montevideo y su hermana más chica, aún en Peralta, sintió esa ausencia.
“Ella me llamaba llorando. Yo estaba acá en Montevideo y me decía que se sentía abandonada. Es una de las cosas que me quedaron grabadas de chica. Si algún día uno de mis hijos piensa o siente eso, me muero”, recuerda.
Por eso, a pesar de que su marido siempre estuvo más o menos vinculado al mundo político en Uruguay, su acompañamiento no siempre fue el mismo. ¿La razón? “Los nenes eran más chicos”, dice, refiriéndose a sus tres hijos: Agustina (25), Felipe (23) y Pilar (21).
Acota: “Yo soy la antítesis de todo esto, y Álvaro lo sabe. Hoy estoy acá contigo porque siento que ayudo, que aporta a que la gente lo conozca de otra manera. Si yo hubiera elegido… esto nunca en la vida lo hubiera hecho. Si yo tuviera que elegir… él sabe que yo sería mucho más feliz en el medio del campo tomando mate con él, mirando el atardecer solos, yendo al pueblo a comprar galleta”.
No es solo sentir el compromiso de su marido para con el país y con la política, no es solo el querer que los votantes lo conozcan desde un lugar mucho más íntimo, mucho más cariñoso y mucho más cercano, no es solo una dinámica familiar de apoyo mutuo, sino que además es una suerte de “responsabilidad” de aportar.
20241108 Entrevista a Leticia Lateualde, esposa de A.Delgado.
Foto: Inés Guimaraens
A grandes rasgos
Su vida podría resumirse en esto:
Nació en el Hospital Italiano de Montevideo, el 8 de noviembre de 1970. Enseguida volvió con sus padres a Peralta, en Tacuarembó. Su madre, Nury Balestra, es de la capital del departamento y su padre, Nereo Lateulade, del pueblo en el que ella creció. Se casaron con 17 y 26 años. Leticia siempre se sintió “la nena de papá”. Su nombre lo eligió su padre. De niña no le gustaba, pero de adulta aprendió a llevarlo.
La casa de Peralta quedaba sobre la ruta 5. Originalmente de su abuelo, también era un almacén rural, que vendía desde alfileres hasta alimentos. Su padre, de joven, oficiaba de repartidor del almacén. Salía por las estancias de la zona a entregar los pedidos. Según Lateulade, por eso después fue rematador, porque llegó a conocer el área y a la gente del lugar.
En esa misma casa, nació y se crió su padre. Los recuerdos de infancia tienen que ver con subirse a la ONDA, al lado del guarda, e irse a pasar vacaciones a lo de su abuelo, tienen que ver con él sacando yuyitos del patio, tienen que ver con escaparse a jugar con sus hermanas a la hora de la siesta, tienen que ver con muchos perros y caballos, con haber sido bien “bichera”.
Son tres hermanas y ella es la del medio. Fue a la escuela de Paso de los Toros. Se fue a Montevideo unos años e hizo de segundo a quinto de escuela en el San Juan Bautista. Su padre, dueño de un escritorio rural, se fundió durante la tablita y volvió a Peralta con su hermana menor. La mayor permaneció en Montevideo, en lo de su tía.
En Peralta, sus abuelos ya habían fallecido. Sus padres abrieron un parador en la casa, el Parador Peralta. Su madre cocinaba, con otra señora, y hacían comida casera: hojaldrados, pasteles, empanadas, alfajores de maicena.
Estaba 24 horas abierto y el público principal eran los camioneros que pasaban por la ruta hacia Brasil, en parte porque había un estacionamiento para frenar. Su padre se levantaba a las 4 de la mañana para atender y su madre permanecía durante la noche.
“El parador era con mesas de comedor de casa de familia, fue todo hecho casero y tenía su encanto. Era un salón grande y tenía siempre comida casera”, dice y recuerda que su padre, ella y su hermana también iban a la feria con todo aquello.
“Yo creo que fue una de las mejores experiencias que tuve de niña porque ves a tu familia salir adelante”, dice.
Quinto y sexto de escuela los hizo en la escuela rural número 67 de Peralta. El liceo lo hizo en Paso de los Toros. Viajaba todos los días 40 kilómetros hasta ahí en ómnibus.
Quinto y sexto de liceo, sí, los hizo en Montevideo en el Juan XXIII. Vivió en lo de su tía, después en un apartamento con sus primas, y desde entonces vive en la capital. Volvía a Peralta a visitar a sus padres de vez en cuando y, a la vuelta, lloraba. Eran las épocas en las que todavía existía la histórica empresa de transporte por carretera, ONDA.
Mientras estudiaba en Montevideo, su padre fue diputado colorado por Tacuarembó de la lista 15 (la de Jorge Batlle) en 1990. La elección siguiente, no llegó a los votos para diputado, pero lo nombraron embajador en República Dominicana.
A esa altura, Leticia ya había conocido a Álvaro Delgado en Facultad de Veterinaria y, por ese entonces, estaban por casarse en el Polo en Montevideo.
Su hermana menor, se casó y tuvo hijos en República Dominicana. Vive ahí hasta el momento. Después de vivir en el exterior, sus padres volvieron Tacuarembó y después a Montevideo, donde su padre se jubiló. Fallecieron ambos.
“Yo soy igual que siempre. De niña y de adolescente siempre me he adaptado a lo que viene, pero tengo claros los valores, o cómo quiero ser yo en mi vida. Siempre. Son cosas que no transo ni conmigo. Tengo que ser así porque lo siento, lo hago desde adentro”, acota.
Aunque todo lo anterior resume, no define del todo.
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Foto: Inés Guimaraens
El marido con una carrera improbable
Lo de ir a Facultad de Veterinaria fue por descarte. Con su amor por lo rural, su padre le aconsejó veterinaria, así que entró a la universidad pública. Aunque nunca llegó a recibirse, cursó todas las materias y de algunas todavía debe exámenes.
“En un momento me di cuenta. Amo a los animales, pero no quería ser médica de animales. Aunque ahí lo conocí a Álvaro”, explica.
Ya habiendo militado por la lista 15 colorada, cuando entró a Facultad de Veterinaria, se encontró con CGU, la mayor agrupación estudiantil. Eran épocas de bastantes paros gremiales que interrumpían los períodos de examen de los estudiantes.
En ese entonces, Álvaro Delgado era consejero de CGU. Y así fue como lo conoció.
Como la CGU no tenía sede, pedían prestada una carpa a los militares y allí hacían fogones y guitarreadas. “Yo lo impacté más a él, que él a mí, seguro”, dice Leticia, que confiesa que Delgado se la ganó “a labia”.
“Me acuerdo una vez que estábamos en la carpa y él estaba vendiendo cerveza. Yo estudiaba con unos amigos y no teníamos un mango. Uno me dice, tenemos que pedirle a fulano una cerveza. Fui yo y era Álvaro. Entonces, le dije si me regalaba una cerveza y me dice, ‘por vos, todo’. Me fui con la cerveza, copada, riéndome y diciendo, ‘¿y este?’. Después me invitó a salir y me empezó a conquistar”, recuerda.
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Santiago Mazzarovich / AFP
Dice que fue la perseverancia de Álvaro y la persona que es, lo que realmente la conquistaron. Salieron varios meses y llegaron a novios. El único impasse fue cuando Delgado se fue a Europa durante un mes, poco seguro de su relación. Cuando volvió, según Lateulade, lo hizo “remarla” hasta que volvieron. Estuvieron cinco años de novios antes de casarse.
No fue una propuesta con personas arrodilladas, ni con grandes gestos. Más bien, fue charlado. El casamiento fue en el Polo, el 1 de marzo de 1997, porque “teníamos unos amigos que eran socios y para los socios era muy barato”, recuerda.
Un casamiento “multitudinario”, sentencia, porque en ese entonces su padre había sido nombrado embajador de República Dominicana y tanto sus padres, como su hermana menor, lo tomaron también como una despedida del país. De aquella noche ya van más de 27 años.
Desde entonces, Lateulade pasó de ser militante colorada a ser militante blanca.
Cena del CED en el LATU Luis Lacalle Pou Álvaro Delgado y Leticia Lateulade.jpeg
Leonardo Carreño
Vocación de servicio originada en lo rural
“Tengo una vocación de servicio muy marcada. Capaz que por eso, por haber vivido en el interior. Parte, es eso. Creo que es la diferencia que hay con Montevideo”, explica Lateulade sobre una lógica de pueblo rural más comunitaria.
Y, de hecho, ha colaborado con muchos voluntariados antes de Unidos Por Ayudar, antes de haber sido la mujer del Secretario de Presidencia. Supo ir a leer con niños en el Club de niños La Esperanza en Aeroparque, en las afueras de Montevideo. Ayudó en el colegio Jesús María a cuidar a los hijos de las familias sirias que vinieron a Uruguay en el gobierno de José Mujica, mientras estos aprendían español. Creó Navidad Esperanza, donde una familia le hace una caja navideña a otra en contexto vulnerable, colaborando con la Escuela 313 de Camino Carrasco.
Y, quizá, el voluntariado que más llegada pública tuvo fue Unidos Para Ayudar, proyecto que dirigió durante la pandemia del covid-19, donde se entregaban canastas de alimentos a personas en contextos vulnerables.
Aunque el proyecto se escapó de lo político partidario, es cierto que dos involucradas clave fueron ella, casada con Delgado, y Lorena Ponce de León, en ese entonces casada con el presidente Luis Lacalle Pou. Allí fue donde comenzó, quizá, el acercamiento de Leticia a la exposición pública, también como vocera del proyecto en prensa.
20241108 Entrevista a Leticia Lateualde, esposa de A.Delgado.
Foto: Inés Guimaraens
Un rol de primera dama pensado
En Instagram, su primera foto es de 2016 y es de su familia. Pero en 2019 hizo su primer posteo vinculado a lo político que es apoyando la campaña de Luis Lacalle Pou. En agosto de 2020, apareció en X y lo primero es un retuit de Beatriz Argimón. Lateulade confiesa: “Soy un desastre con las redes”.
Que sí mira Instagram, que sí le gusta leer comentarios, aunque no le gusta leer los de X porque son más agresivos. Que se informa, y ha estado al pendiente de la carrera de su marido, y que intenta darle una opinión sobre lo que va haciendo desde su punto de vista como compañera. Que le pregunta a allegados, amigos y hasta voluntarios qué piensan, que le interesa escuchar para poder después transmitirle a Delgado.
Aunque no lo acompaña a todas las giras, participó de varias. Incluso, ha pasado por Peralta y por el interior de Paysandú con el equipo de Delgado. Pero, quizá, la vuelta más polémica donde ella estuvo presente, al menos a ojos de los público, fue en el propio departamento que la crió.
Por octubre, en un acto, Delgado se refirió a su compañera de fórmula, Valeria Ripoll, de la siguiente forma: “42 años. ¡Miren lo que es! Un bombón”. Unos segundos antes, había hecho referencia al trabajo de la misma en los asentamientos del país.
El comentario siguió, pidiéndole perdón a Leticia (que estaba a unos metros) por el “piropo permitido” y preguntando al público, “¿alguien tiene un cuarto para mí esta noche?”.
Ese fragmento del discurso se viralizó en redes, en video. Las reacciones llegaron enseguida y lo tildaron de “cosificante” y de “machirulo”, entre varios otros calificativos.
“Yo estaba ahí y nadie se lo tomó mal en ese momento. No fue con intención ninguna. El que lo conoce a Álvaro sabe que él es cariñoso, no lo dice con intención”, explica y acota: “Yo a Valeria la aprendí a querer, es una mujer que cree en sus convicciones y para mí, Leticia Lateulade, eso es fabuloso”.
“Siempre fui militante”, agrega. “Cuando Álvaro se unió a Luis (Lacalle Pou) en el 2009, había una sede acá en Carrasco. Siempre milité en el Municipio E, como una más. Nunca fui ‘la esposa de’”, considera y ejemplifica con lo siguiente:
“Las elecciones pasadas, en las que ganó Luis, en vez de estar en la sede esperando los resultados yo estaba en un escrutinio de delegada. Álvaro me llamó, me pasó con Luis y yo estaba en el escrutinio. Él lo que me dijo fue ‘gracias’ porque podría haber estado ahí esperando el resultado”.
Un rol similar es el que pretende cumplir si Delgado llega a presidente. “Si el día de mañana me toca ser, obviamente lo mío va a ser de ayuda social (…) No va a ser un programa para realzar la figura de la esposa del presidente. La idea es que el fin sea ayudar al que lo necesita”, explica.
Y asevera: “No me voy a quedar en casa porque es como un deber que tengo, porque lo sentí toda mi vida”.