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26 de diciembre 2025 - 14:04hs

“¿Una anécdota? Y... tengo muchas, hay lindas y hay de las otras, me acuerdo que un día saqué una tambera de 40 kilos y si bien son unos cuantos pesos si se vende entera o fileteada… esa corvina terminó donde tenía que terminar, en la parrilla de casa para disfrutarla nosotros”, contó Federico Ceriani -pescador artesanal- a El Observador.

Federico tiene 48 años y disfruta del mundo de la pesca artesanal desde que cumplió nueve, siguiendo el camino que recorrieron su abuelo (Eugenio) y de su padre (Juan), a quienes definió como sus maestros en la profesión.

Con casi 40 años pescando, admitió que “no es fácil dedicarse a esto, a veces la pasamos mal, trabajando o porque las cuentas no dan, pero igual es algo que me encanta”.

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Federico Ceriani.

Federico Ceriani.

Un enamorado del mar

“Lo disfruto, me apasiona, soy un enamorado del mar, no todo el mundo puede trabajar al aire libre… pero reconozco que es sacrificado y hay que cuidarse”, enfatizó.

Marcelo habló con el periodista casi una hora sin parar, sentado a pocos metros de sus dos barcos, llamados Marcelo y Moka –los dos de unos cinco metros de largo y ambos empadronados–, en uno de esos días en los que el estado del tiempo juega en contra y no se puede salir al Río de la Plata.

Para empatar el partido, contó una de las “feas”, que le marcó para siempre cuando tenía 18 años: “Fue un 14 de enero, estaba lindo y salimos hacia el sur cuatro barcos desde acá (playa La Mulata), eran otros tiempos, sin tecnología en los celulares, los motores los prendíamos con nafta y seguíamos con kerosene, estábamos pescando lo más bien y de golpe vimos a lo lejos una nube fea, empezó la correntada y nos agarró una tormenta terrible, por suerte con el barco en el que íbamos mi tío, mi hermano y yo logramos llegar a la Isla de Flores y zafamos, mi tío la piloteó bien porque podíamos haber terminado rompiendo todo en las piedras, nos tuvimos que quedar tres días ahí, pero otro barco terminó dado vuelta y murieron dos pescadores, salió en la tele y todo eso, otros terminaron con hipotermia, mi padre se tiró a ayudarlos, por suerte se salvaron… ahí aprendí que para trabajar en esto no alcanza con saber pescar, hay que ser muy respetuoso del agua y del clima porque uno arriesga la vida”.

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Federico Ceriani junto a uno de sus dos barcos.

Federico Ceriani junto a uno de sus dos barcos.

Desayuno y merienda con Windy y Tiempo Real

Federico tiene dos aplicaciones imprescindibles en su celular. Una es Windy y otra es Tiempo Real. Las mira constantemente, siempre a las seis de la mañana y a las seis de la tarde, todos los días para comparar y tomar decisiones.

“Hoy tener esas herramientas es fundamental, facilita mucho, antes era todo a ojo, había que salir a la costa y ver hacia el horizonte… y mirá que la gente de antes no tenía estas cosas y no le erraba casi nunca… yo aprendí eso de ellos, a mirar bien y prestarle atención a la marea, al viento, a las nubes… te anuncian cosas, igual los adelantos tecnológicos son muy buenos… lo mismo para encontrar las zonas donde pescar, hoy hasta tenemos cartas de navegación en los celulares”.

Lo de mirar los pronósticos “todos los días” es tal cual: en este oficio, señaló, no existen los feriados, porque pueden encadenarse varios días sin condiciones para embarcarse, a veces hasta una semana entera o más, por lo tanto cuando vienen días adecuados hay que salir siempre para disponer de un stock en las cámaras de frío que permita vender los productos de la pesca siempre: "Cumplir con los clientes es fundamental", apuntó.

Y, para descansar, están esos días feos, no hay lugar para el cansancio cuando las jornadas permiten salir a pescar.

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¿Qué se pesca?

Federico detalló que lo más habitual es que en invierno, “en el barro”, se pesque mingo, pescadilla, palometa, mochuelo y anchoa.

En verano, “en zona de piedras”, lo que más se pesca es corvina.

“Salgo temprano, a eso de las cuatro y media y vuelvo a eso de las nueve y media, tengo permiso para entrar hasta cinco millas, llegamos al lugar que elegimos, tiramos las redes, esperamos, sacamos y volvemos”, contó.

Si la cosecha es buena, puede regresar con unas 40 cajas, cada una con unos 23 kilos de corvina.

Y, si se dan las condiciones, también puede salir en alguna tarde.

Pero, aclaró, “no siempre hay pesca… ahora no aparecen tiburones, que se llaman sardas, para vender en rodajas o para rellenos, es la misma carne que el cazón… ahora no se encuentra pargo rosado ni pargo blanco… la palometa y la pescadilla antes se daban más”.

Señaló a la contaminación y a la depredación como motivos. Mencionó especialmente el pasaje más frecuente y de barcos más grandes que con sus traslados afectan al piso y castigan a los comederos naturales.

“Nosotros, los pescadores artesanales, que sabemos que nuestro sustento depende de la pesca, cuidamos lo que hacemos… por ejemplo usamos redes que sacan peces de cierto tamaño para que los juveniles, los chicos, sigan en el mar… respetamos las vedas que se piden, hay que ser respetuoso”, reflexionó.

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Le gusta enseñar al que le gusta aprender

Volviendo a sus comienzos, con nueve años, recordó que “no sabía hacer nada” y que arrancó “sacando redes y haciendo todo lo que me pedían, poniendo ganas de aprender, aprendiendo en cada salida al agua”.

Hoy su hija, que se llama Maira y tiene 18 años, no siguió en el rubro, pero eso lejos de ser algo triste es una alegría, porque ella priorizó el estudio a nivel universitario, su objetivo es ser arquitecta “y eso, imaginate, es algo de mucho orgullo para mí y para toda la familia”.

Sobre una suerte de legado, como el que le trasladaron sus familiares, reconoció que le gusta enseñar a jóvenes el oficio de pescador artesanal, pero con una condición: “Me gusta enseñar al que tiene ganas de aprender, si es una persona de esas le sacamos la libreta para que pueda navegar y le mostramos los secretos de todo esto… para el que le gusta esto es precioso”.

Ser pescador, complementó, no es solamente tener los conocimientos adecuados para pescar, es necesario ser un “todo terreno”.

En el caso de Federico, por ejemplo, se encarga de tener en condiciones óptimas no solo todas las herramientas, entre ellas las redes, también del mantenimiento de los barcos.

Es, por lo tanto, una suerte de carpintero y también soldador, aprendió a trabajar madera y fibra, a pintar... eso le permite bajar los costos y hacer todo en tiempo y forma.

"Cuidar a los barcos es muy importante, son lo que nos dan el sustento de cada día, son todo para nosotros", enfatizó.

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El destino de todo lo que se pesca.

El destino de todo lo que se pesca.

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The Best Fisherman

La gestión de Federico en el agua tiene un complemento clave, la venta de pescado fresco que se hace en la pescadería ubicada sobre la Rambla República de México, bien frente a donde arranca la calle Araucana.

Se llama The Best Fisherman y allí las que se ocupan de todo son su compañera, Natalia, y su hermana, Patricia, quienes hacen un trabajo fundamental, señaló.

“Tenemos clientes nuevos, de ahora, pero también de muchos años, que le compraban acá a mi padre, a mi abuelo, hay gente que compra para la casa y le vendemos a varios restaurantes que se abastecen con nosotros”, contó.

La venta es tanto de piezas enteras, por ejemplos las corvinas para la parrilla o el horno, que salen limpias, como de pescado fileteado.

Sobre el tema precios, algo que seguro el lector aguarda saber, “acá no cambian, todo el año se mantienen, ahora en diciembre el kilo de corvina entera para la parrilla lo tenemos a $ 200 y el kilo de pescado fileteado lo tenemos a $ 500, con la pescadilla a $ 480 y el salmón criollo a $ 450, todo fresco, acá llega todo coleando, como quien dice”, contó.

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Del Pereira Rossell a La Mulata

La zona en donde está la bajada al río, el área de resguardo de los barcos y donde están las cámaras de frío, el sitio donde se procesa lo pescado y la pescadería, también la casa donde la familia vive, todo está en el mismo lugar y no es un lugar cualquiera: “Nunca estuve en otro lado, nací y me trajeron del Pereira Rossell para acá y seguramente lo primero que me dieron de comer cuando pude comer de chiquito fue pescado”, contó riendo.

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Federico delante de un ámbito que domina: el Río de la Plata.

Federico delante de un ámbito que domina: el Río de la Plata.

Federico, ya en el final de la charla, contó que “algo que nos llena es cuando le damos una buena corvina o un lindo pescado al cliente y la gente nos agradece, es especial porque uno lo que le da es la comida de sus hijos… no es cualquier cosa”.

Añadió, también, que “acá pescamos y comemos el pescado, el mismo que se lleva la gente, yo no soy muy hincha de la carne de vaca, porque el pescado es 100% sano, no tiene ni una vacuna, nada químico, acá disfrutamos comer pescado, bien preparado es algo exquisito, nos juntamos para hacer fritadas con los amigos y reírnos de las anécdotas, a uno le da más orgullo poner en la parrilla una corvina que una tira de asado”.

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Federico Ceriani, pescador artesanal, pero además soldador, carpintero... un todo terreno.

Federico Ceriani, pescador artesanal, pero además soldador, carpintero... un todo terreno.

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