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31 de octubre 2025 - 10:49hs
Foto compuesta de la una cara de una mujer de perfil, con expresión de susto, repetida cuatro veces
Serenity Strull/ BBC

Cuando tenía unos 16 años, pensé que sería divertido tener una noche de cine. Resultó que me equivoqué.

Uno de mis amigos trajo su DVD de El Exorcista. Pasé las dos horas siguientes con las manos sobre los ojos. Cada vez que saltaba en mi asiento, me preguntaba cómo a otras personas les podía resultar tan entretenido algo tan aterrador.

Filósofos y psicólogos se han planteado la misma pregunta. La lógica dicta que el miedo evolucionó para alejarnos de las cosas que amenazan nuestra seguridad.

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Nos ayuda a evitar cualquier cosa que pueda hacernos daño a nosotros o a nuestros seres queridos. Es por eso que el miedo desencadena la respuesta de lucha o huida.

Sin embargo, a medida que se acerca Halloween, muchos buscamos activamente formas de asustarnos devorando películas diseñadas específicamente para que el corazón nos lata a mil.

Desde apocalipsis zombis hasta vampiros, nos encanta sentir escalofríos, lo que convierte al cine de terror en el género más rentable de Hollywood.

"La paradoja del horror es un enigma muy antiguo", afirma Mark Miller, investigador de la Universidad de Monash, Australia, y la Universidad de Toronto, Canadá.

"Incluso Aristóteles habló de lo extraño que es que estemos acostumbrados a evadir y evitar cosas peligrosas, repugnantes, dañinas y horribles. Sin embargo, nos atrae estar en espacios en contacto con cosas repugnantes, horribles, nocivas o aterradoras".

Niñas en una sala de cine viendo una película. Una de las niñas se tapa los ojos, otra tiene la mano sobre la boca y otras más miran con los ojos abiertos de para en par
Getty Images
¿Cómo reaccionas tú al ver una película de terror?

En los últimos 10 años, los psicólogos finalmente han comenzado a resolver este enigma.

Algunas evidencias indican que las historias de terror interactúan con procesos clave del cerebro que nos ayudan a lidiar con la incertidumbre.

Los últimos resultados sugieren que estos relatos ficticios de terror podrían incluso aportar importantes beneficios psicológicos, como la reducción de la ansiedad que sentimos ante los acontecimientos del mundo real.

Son un bálsamo para nuestras preocupaciones.

Preferencias paradójicas

Coltan Scrivner, psicólogo de la Universidad Estatal de Arizona y autor del nuevo libro "Morbidly Curious: A Scientist Explains Why We Can't Look Away" (Curiosidad mórbida: un científico explica por qué no podemos apartar la mirada), ha sido pionero en gran parte de este tema de investigación.

De niño siempre disfrutó de la emoción de las historias de miedo. Sin embargo, fue solo al llegar a la universidad que comenzó a cuestionarse la ubicuidad del terror en las culturas humanas.

"La primera evidencia que tenemos de escritura incluye demonios horribles y bestias monstruosas", dice Scrivner, al describir las tablillas babilónicas de 4.000 años de antigüedad grabadas con la Epopeya de Gilgamesh.

"Diría que las características de las historias de terror son tan antiguas como el lenguaje".

Una explicación es que las historias de terror sirven como una especie de juego que nos permite comprender el mundo que nos rodea y prepararnos para las amenazas que podríamos enfrentar.

"Es adaptativo para cualquier animal, incluidos los humanos, comprender y aprender sobre los peligros que los rodean", afirma.

Un hombre con cara de desquiciado se asoma por una puerta rota
Alamy
"El resplandor" es una de las icónicas películas de terror.

Podemos ver las raíces de esto en otras especies: las gacelas, por ejemplo, tienden a observar a los depredadores a distancia antes de huir de ellos.

"Y la razón por la que los humanos parecen ser las criaturas más morbosamente curiosas de todas es que tenemos esta increíble capacidad de crear, transmitir y consumir historias", afirma Scrivner.

Los beneficios adaptativos son muchos, según ha logrado constatar.

En un estudio, reclutó a unos 400 participantes para un cuestionario en línea en el que debían evaluar qué tan de acuerdo estaban con una serie de afirmaciones sobre su consumo de películas de terror. Respondieron preguntas como:

• Me gustan las sensaciones que me producen las películas de terror.

• Me he asustado tanto viendo una película de terror que me daba miedo volver a casa o entrar en ella después.

• Me gusta ver "películas de tortura" porque tengo curiosidad por saber cómo sería realmente la tortura.

Al analizar los resultados, descubrió que los participantes podían dividirse en tres grupos principales.

Los primeros, llamados "Adictos a la adrenalina", se dejaban llevar por la sensación física del suspenso y afirmaban sentirse "más vivos" gracias al miedo.

Los segundos, los "Aterrados", tienden a detestar el estrés que provocan las películas del género.

"No disfrutan necesariamente de la sensación de miedo, pero sí de la sensación de superarlo", explica Scrivner. Sienten que el proceso les ha ayudado, por ejemplo, a aprender algo importante sobre sí mismos.

Los terceros, los "Adictos a la oscuridad", lo veían como una forma de afrontar la vida real.

Comentaban que veían películas de terror para explorar, por ejemplo, lo violento que es el mundo y para recordar lo seguras que eran sus propias vidas en comparación con la sangre derramada en la pantalla.

Algunos incluso veían la acción en pantalla como una forma de controlar su ansiedad o depresión. Era una forma de poner a prueba su valentía.

Cada uno de estos motivos ofrece una forma de resolver la paradoja de nuestra fascinación por lo macabro.

"Puede haber múltiples caminos hacia la curiosidad mórbida", afirma Scrivner.

Robert Englund en la película 'Freddy's Dead: The Final Nightmare'
Steve Slocomb/Getty Images
Hay tres tipos de aficionados del terror: los adictos a la adrenalina, los aterrados y los adictos a la oscuridad.

Para comprobar si los mismos resultados se mantendrían en un contexto completamente diferente, colaboró con investigadores daneses que interrogaron a los visitantes de la Casa Encantada de Dystopia, una experiencia interactiva en Vejle, Dinamarca, construida alrededor de un laberinto con efectos especiales y actores entrenados para aterrorizar a los visitantes.

Se observaron exactamente los mismos patrones, lo que validó significativamente la teoría.

"Esos tres 'tipos' se replicaron a la perfección en un idioma, una cultura y un entorno diferentes", afirma Scrivner.

Como prueba adicional del valor adaptativo de la curiosidad mórbida, descubrió que los aficionados al cine de terror mostraron una mayor resiliencia durante el auge de la pandemia de covid-19.

Eran más propensos a estar de acuerdo con afirmaciones como: "He estado tomando las noticias sobre la pandemia con calma", y "Creo en mi capacidad para superar estos tiempos difíciles".

Simulaciones refinadas

Estos efectos también podrían reflejar un principio fundamental del funcionamiento del cerebro.

En las últimas décadas, filósofos, neurocientíficos y psicólogos han coincidido en la idea de que el cerebro construye constantemente simulaciones del mundo que nos rodea. "Es un motor de anticipación", dice Miller.

Como describo en mi libro "The Expectation Effect" (El efecto expectativa), nuestro cerebro utiliza el "procesamiento predictivo" para ayudarnos a interpretar nuevos eventos a medida que ocurren y a planificar nuestras respuestas adecuadamente; cuanto más precisos seamos, mejor.

Es clave para nuestra flexibilidad en la gestión de nuestro mundo incierto.

Las historias de terror, sugiere Miller, proporcionan la incertidumbre justa para mantener activo el "motor de anticipación", permitiéndole refinar sus simulaciones y realizar mejores predicciones de amenazas futuras.

"Estar en este punto óptimo significa que tu capacidad predictiva se desarrolla constantemente, lo que te permite estar cada vez mejor preparado para gestionar la incertidumbre a largo plazo", afirma Miller.

Al igual que Scrivner, cree que esto puede ser útil para reducir la ansiedad al moderar la respuesta al estrés ante eventos inquietantes.

"El terror es una oportunidad para experimentar con el miedo, el asco y la presión", afirma Miller.

La ventaja, por supuesto, es que permanecemos en la seguridad y comodidad de nuestro sofá durante este proceso de aprendizaje, y podemos controlar el miedo que sentimos pausando la película, saliendo de la habitación o escondiéndonos detrás de una bolsa de palomitas de maíz.

Miedo terapéutico

Scrivner sugiere que las historias de terror podrían incluso incorporarse a la terapia psicológica para enseñar a las personas a afrontar situaciones difíciles.

Con el libro o la película adecuados, podemos aprender a minimizar nuestro miedo y convertirlo en un punto óptimo de excitación placentera: habilidades de regulación emocional que nos ayudarían a afrontar mejor el estrés de la vida cotidiana.

Dos mujeres viendo un programa de telvisión sentadas en una cama. Una de ellas se tapa completamente con una almohada, la otra se lleva una manta hasta la boca pero mira atentamente con ojos asustados
Getty Images
A pesar de que nos aceleran el pulso cardíaco, ver películas de terror puede ser bueno para nuestra ansiedad en la vida diaria.

Señala que investigadores en los Países Bajos han utilizado un principio similar para tratar a niños con ansiedad mediante un videojuego llamado MindLight.

El juego se ambienta en una casa embrujada con monstruos chillones que acechan al avatar del jugador.

El niño, sin embargo, lleva un dispositivo de electroencefalograma que mide su actividad cerebral y que controla directamente una luz en la cabeza de su avatar.

Cuanto más tranquilo se vuelve, más brillante es la luz, lo que refuerza su relajación.

Si el niño logra mantener este estado de relajación durante un ataque, el monstruo se transforma en un adorable gatito que lo sigue por toda la casa. Si, por el contrario, se asusta demasiado, aparece un mensaje con consejos para calmar su mente antes de continuar.

En varios ensayos clínicos, los niños que juegan regularmente al juego muestran una reducción de la ansiedad en su vida diaria, con beneficios generales similares a los de la terapia cognitivo-conductual clásica.

"Es increíble, porque es el estándar de oro para tratar la ansiedad en niños", afirma Scrivner.

Y sospecha firmemente que las historias de terror habituales, ya sean novelas o películas, podrían tener un propósito similar.

Como escribe en una reseña sobre el tema: "El contenido de entretenimiento de terror permite a las personas experimentar el miedo en un entorno seguro y controlado, lo que brinda la oportunidad de practicar la reevaluación cognitiva, tolerar experiencias somáticas incómodas y desafiar el razonamiento emocional".

Claramente, he estado perdiendo la oportunidad de evitar todo lo macabro desde aquella proyección en casa de El Exorcista.

Si te encuentras en la misma situación, él recomienda buscar algo que se salga un poco de tu tolerancia habitual.

"Los libros suelen ser una buena manera de empezar, porque puedes controlar un poco mejor la imaginación", dice. Y trata de encontrar historias que se relacionen con tus otros intereses.

"El terror es uno de los géneros más amplios que existen, así que puedes encontrar temas que realmente disfrutes".

Puede que te sorprendas a adónde te lleva tu curiosidad morbosa y de la calma que aportará al resto de tu vida.

* David Robson es un galardonado escritor y autor científico. Su último libro, "The Laws of Connection: 13 Social Strategies That Will Transform Your Life", fue publicado por Canongate (Reino Unido) y Pegasus Books (Estados Unidos y Canadá) en junio de 2024. Es @davidarobson en Instagram y Threads y escribe el boletín 60-Second Psychology en Substack.

Este artículo fue publicado en BBC Future. Puedes leer la versión original en inglés aquí.

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FUENTE: BBC

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