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9 de noviembre 2025 - 5:00hs

En Buenos Aires, la capital argentina ubicada a 250 km de Montevideo, son varios los edificios que guardan historias de otra época y que se mantienen hasta la actualidad como testigos silenciosos de los cambios constructivos, del esplendor arquitectónico de comienzos del siglo XX y de las ambiciones casi míticas de quienes soñaron con guardar las cenizas de Dante Alighieri en la ciudad rioplatense.

Uno de ellos es la Galería Güemes, considerado el primer rascacielos de la ciudad bonaerense y una referencia del Art Nouveau en la región. Inaugurado en 1915, el edificio fue concebido como un espacio multifuncional: en el subsuelo se encontraba un teatro, un salón de eventos y un restaurante; en la planta baja, la galería con locales comerciales y una variada oferta gastronómica; y desde el primer piso, oficinas y departamentos.

Además, un pasaje interior que era nexo entre las calles Florida y San Martín, convirtiéndose desde sus inicios en un punto de encuentro entre la vida comercial, cultural y social de la ciudad.

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A nivel cultural, a lo largo de su historia, fue escenario de episodios culturales notables. Por ejemplo allí vivió y escribió durante un tiempo Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, y su departamento en el sexto piso fue restaurado y hoy está abierto para el público. Además, en 1917, Carlos Gardel se presentó en el teatro que funcionaba en el subsuelo.

Actualmente, según detallaron a Café y Negocios desde Visit Buenos Aires, uno de sus mayores atractivos turísticos es el mirador de su piso 14, que ofrece una vista privilegiada de Buenos Aires desde sus 87 metros de altura.

Durante años, fue el punto más alto del país y un símbolo del progreso arquitectónico de la época y hoy conserva el interés ya que la postal de la Ciudad en 360 grados que ofrece es imperdible”, sostuvieron desde este ente público no estatal encargado de la promoción turística internacional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Otra destacada construcción de la ciudad porteña, que además cuenta con la particularidad de guardar una estrecha conexión con Uruguay es el Palacio Barolo.

Palacio Barolo

En 1890 el productor agropecuario italiano Luis Barolo llegó a la región rioplatense con una preocupación: que los restos de su máximo ídolo, Dante Alighieri, pudieran perderse en un continente europeo marcado por las guerras y la incertidumbre.

Con esa idea en mente, se contactó con el arquitecto Mario Palanti, también italiano y ferviente admirador de Dante, para construir un edificio destinado no solo a guardar las cenizas del poeta, sino que a hacer tributo a su obra más emblemática: la Divina Comedia.

Así es como nació el proyecto del Palacio Barolo, que está dividido en tres partes: infierno, purgatorio y el cielo de la obra. Inaugurado en 1923, el edificio se convirtió en el más alto de Sudamérica, alcanzando los 100 metros sobre la Avenida de Mayo —cuatro veces por encima de lo permitido por las normas de altura de la época—. Fue, además, la primera construcción de hormigón armado de casi 100 metros en Buenos Aires.

Su historia está estrechamente ligada al Palacio Salvo en Montevideo, una construcción también diseñada por Palanti y finalizada en 1928. Este edificio hermano replicó el concepto monumental, aunque con un estilo más cercano al art déco. Juntos, los dos palacios se pensaron como “faros gemelos” en ambas orillas del Río de la Plata, que al encenderse serían percibidos como dos columnas de luz que darían la bienvenida a los inmigrantes que llegaban en barcos.

A nivel turístico, desde Visit Buenos Aires, destacaron como uno de sus elementos más emblemáticos el faro giratorio de 300.000 bujías ubicado en el piso 22.

También, en esta ciudad, se encuentra el Palacio Paz, un edificio testigo de la aristocracia porteña. Su diseño estuvo a cargo del arquitecto francés Louis Sortais, quien combinó elementos neoclásicos, barrocos y renacentistas y fue construido a comienzos del siglo XX por encargo de José C. Paz, fundador del diario La Prensa.

El Palacio Paz es reflejo de la ambición y el gusto refinado de la elite porteña de la época y originalmente funcionó como residencia privada. El edificio cuenta con más de 30 habitaciones y sus salones, escaleras de mármol, cúpulas ornamentales y vitrales coloridos hablan del esplendor de una época en la que Buenos Aires buscaba consolidarse como una capital cosmopolita y europea.

En 1938, la mansión fue adquirida por el Estado y destinada a sede del Círculo Militar, función que mantiene hasta la actualidad. Actualmente, el edificio puede recorrerse mediante visitas guiadas que permiten apreciar su valor arquitectónico e histórico desde el interior.

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