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9 de noviembre 2025 - 5:00hs

Macelo Betancourt no podía pagar la luz y el agua de su negocio en el centro de Montevideo. En esa situación desesperante —que terminó por fundirlo— jamás imaginó que unos años después estaría en la antesala de la apertura de su segundo emprendimiento exitoso en el Este, esta vez un restaurante en el que junto a su socio invirtió una cifra millonaria.

Boulevard de las Palmeras abrirá sus puertas el próximo 14 de noviembre con 150 cubiertos en sus mesas. El restaurante nació de una casa que Betancourt y su socio compraron por alrededor de US$1 millón y que demandó más de US$ 500.000 para su reforma. "Hace 20 años era un restaurante que se llamaba Punta 33", evoca el gastronómico. Ese establecimiento cerró a mediados de los 2000 y nunca más abrió hasta ahora. "Hicimos una inversión importante porque es una propiedad nuestra", sostiene y espera que sea una temporada de buenos resultados como pronostican en el mercado inmobiliario. Sin embargo, sabe que las aperturas "son difíciles" y que lo mejor que puede hacer es estar atento para responder de inmediato a la demanda de sus clientes.

"Estimo que en la temporada alta vamos a trabajar muy bien", dice Betancourt y subraya que el quid de su propuesta gastronómica está en preparaciones simples, con la parrilla como método de cocción central, aunque hace la salvedad de que "no es una parrillada". Pescado, mariscos y vinos también se robarán las miradas y las comandas en el nuevo restaurante.

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Pero Boulevard Las Palmeras no es el primer éxito de Betancourt en Punta del Este. Su primer hit fue Picniquería, una opción de comida al paso de alta calidad que nació con US$ 70.000. "Es un milagro", recuerda el empresario gastronómico y afirma que fue una inversión muy baja para el éxito que tuvo el proyecto que resultó innovador para el mercado local. "Viviendo afuera de Punta del Este siempre hay que ir allí por algo, estando ahí o me sentaba a comer a un restaurante y estaba una hora y media o me comía un sándwich en una estación de servicio. En el punto medio vi una oportunidad", recuerda Bentancourt y sostiene que tuvo un muy buen feedback inmediato. "Eso me dio el empujoncito como para saber que era momento de soltar la otra liana", dice con respecto a su trabajo anterior que le dio la confianza para volver a tomar el mando de un negocio después de haber quebrado.

Marcelo Betancourt

El viaje del chef

Sin querer su hermano menor, Gabriel, despertó en él una pasión por el mundo culinario que tenía latente. Apenas terminaba el liceo cuando empezó a trabajar con Jorge Oyenard en un restaurante y, a sus 18 años, por primera vez vivía la adrenalina de la cocina en primera persona. "Todo era aprendizaje y de él entendí la pasión que genera darle de comer a la gente, preparar cosas ricas, decir que no a ciertas cosas y elegir producto", recuerda Betancourt en conversación con Café y Negocios.

Luego de un año fuera del rubro, trabajando en agencias de viaje, volvió con su propio restaurante en Avenida del Libertador y Mercedes llamado “MercedesMercedes" en el centro de Montevideo donde por primera vez sacó a relucir su faceta de gestión enfocada "no tanto qué pasa adentro de la cocina, sino en qué pasa adentro de un restaurante o de un hotel y cómo se generan las instancias que hacen a estos lugares especiales".

Ese viejo bar de copas se transformó en un lugar de encuentro para quienes trabajaban y almorzaban en la zona. "A los golpes entendimos cómo funcionaba el sistema de costos, cuánto había que cobrar las cosas y cómo pagar". A final de cuentas, los golpes fueron demasiado fuertes. "Me fundí", cuenta Betancourt y en la tristeza de esa experiencia que por momentos le resultó traumática encuentra una lección: "Eso me llevó a tener cuidado con las cosas, hasta en lo más simple, apagar las luces o cerrar la canilla. Saber que nada es gratis y que todo cuesta mucho, cada mango cuesta y en este rubro fácilmente se pueden escapar los recursos", reflexiona y asegura que aprendió a ponerse objetivos claros y a organizarse en la interna para que, si hay errores, se puedan corregir fácilmente, "qué no sean problemas de raíz porque, cuando es así, el árbol crece torcido".

Luego de ese primer traspié recibió el llamado de la familia Vik para dirigir la cocina de su establecimiento, en los comienzos de lo que luego sería un gran complejo hotelero y gastronómico en José Ignacio y también a nivel regional.

En Vik, Betancourt solidificó su carrera y se posicionó como referente en la gastronomía local. "Fueron 15 años, lo recuerdo con mucho cariño y profesionalmente fue muy interesante, ellos lo dieron todo y yo también", resume. Vik que comenzó con su estancia en José Ignacio, siguió con la apertura de Playa Vik y una apertura en Chile Bahía Beach. Más adelante se sumó también el restaurante de playa La Susana y como referente de la cocina, el chef tuvo que amoldarse a ese nuevo estilo. "En la primera temporada compramos 200 copas de cristal y en 15 días quedaban 12; era otro ritmo y otra velocidad". Este nuevo formato le permitió salir de la cocina "y entender más del negocio del restaurante y todo lo que pasa adentro, desde que llegas hasta la limpieza y la iluminación, el staff y el sistema de costos". Era justo la antesala que necesitaba para emprender su propio negocio exitoso.

Servir el lujo

Acostumbrado a servir en un contexto de lujo, Betancourt reveló las claves de la hospitalidad al más alto nivel. "Lo que más importa es que las cosas sean de calidad, frescas, sin mucho más que eso", dijo y remarcó que, para él, "un pescado recién sacado con un rico puré bien hecho le empezó a ganar a cualquier cosa". En este escenario, una experiencia en estancia Vik lo transformó: "Es un lugar chico, con mucho contacto con el huésped, una vez pegué buena onda con uno de ellos y le propuse acompañarme a comprar pescado al puerto, fuimos, elegimos la pesca de las barcazas y volvimos. Le cocino el pescado a la plancha con una papa, aceite, ajo y perejil. Al ratito viene a la cocina y me dice ´esto es lo mejor que me pasó en la vida´. Eso fue una división de aguas para mí", cuenta el chef.

A partir de ese momento, se dedicó a sacar de la carta y del entorno todo lo que no cuadraba con esa visión genuina de la gastronomía. "El lujo es eso, poder comer cosas sencillas, que no le tengamos que meter mucha cosa encima".

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