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15 de diciembre 2025 - 5:00hs

Paysandú, Buenos Aires, tenis. Silicon Valley, Google y la ingeniería. La vida de Francisco Erramuspe se bifurcó en poco tiempo y hoy trabaja en una de las compañías que marcan las reglas de la tecnología en el mundo.

Erramuspe nació en Paysandú y vivió allí hasta los 16 años. Luego llegaron las mudanzas, las decisiones tempranas y un recorrido que nunca fue recto, sino una sucesión de oportunidades que aparecieron y fueron tomadas casi sin tiempo para planificar demasiado.

A los 16 años se instaló en Buenos Aires para entrenar tenis en una academia. Dos años más tarde, ese camino deportivo lo llevó todavía más lejos: Estados Unidos.

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El tenis ordenó su vida universitaria. Competencia, entrenamientos, viajes constantes y adaptación a nuevas instituciones. “Jugué para tres universidades”, contó a El Observador. En paralelo comenzó a estudiar. En ese momento, su carrera era otra. Erramuspe estudiaba Economía. No había una vocación temprana por el software ni un interés explícito por la programación.

El quiebre llegó lejos de Silicon Valley y lejos también de cualquier oficina tecnológica. Fue en Uruguay, durante una vuelta por vacaciones. “Era mayo de 2021” y “estaba todo medio cerrado todavía por el covid”. El tiempo parecía suspendido: menos estímulos, menos movimiento, más horas disponibles y una rutina que invitaba a probar cosas nuevas.

En ese contexto apareció una sugerencia casual de un amigo. “Che, ¿por qué no probás hacer esto de programación?”. No hubo promesas ni discursos inspiracionales. Solo una invitación simple, lanzada al pasar.

Probó sin demasiadas expectativas y le gustó. “Fue medio de rebote”, confesó. Empezó con ejercicios básicos y muchas horas frente a la computadora. Algo empezó a encajar. “Me gustó tanto” que la idea de cambiar de carrera dejó de parecer lejana o impracticable.

Antes de regresar a Estados Unidos llamó a su asesor académico. La respuesta fue clara y exigente. “No te atrasás, pero tenés que hacerlo al palo”. El mensaje no dejaba lugar a dudas: el cambio era posible, pero implicaba acelerar y asumir el esfuerzo.

Aceptó. Dejó Economía y pasó a Ciencias de la Computación. El ritmo se intensificó. “Tuve que meter muchas horas”. Habla de clases particulares, de insistencia y de buscar soluciones alternativas cuando algo no salía. Dice que siempre intentó “encontrarle la vuelta como sea”, sin cuestionarse si el camino era demasiado difícil.

La primera experiencia profesional llegó antes del título. “Hice una pasantía en eBay”. Fueron tres meses en 2024, en Silicon Valley, dentro de un sistema universitario que empuja a los estudiantes a trabajar en empresas durante el receso de verano. “Se fomenta mucho el tema de las pasantías”. La pasantía terminó con una oferta laboral, pero no fue el cierre del proceso. “Me dieron la oferta, pero… vi otras oportunidades también”. En ese contexto apareció Google.

Su trabajo en Google

Aplicó desde la web, sin contactos ni atajos. Luego vino el proceso de entrevistas, con varias rondas técnicas y de comportamiento. “Si no te preparás no hay forma de pasarlas”. Ejercicios de programación, conversaciones, evaluaciones y preparación constante.

Hoy trabaja como ingeniero de software en el gigante tecnológico. Su tarea no está asociada a productos visibles para el usuario final. “Lo mío es más que nada infraestructura”. Sistemas internos, almacenamiento, bases de datos y piezas clave que sostienen el funcionamiento de la empresa.

Vive en San Francisco y alterna oficinas con Sunnyvale. Algunos días trabaja en la ciudad; otros, en el corazón de Silicon Valley. Describe jornadas largas, con bloques de concentración extendidos, tiempo para leer documentación y resolver problemas complejos que requieren atención sostenida.

A Francisco no lo enamora tanto las condiciones laborales de Google. Pone el foco en otro aspecto. “Lo que más me gusta son los problemas que se resuelven” y que impactan en tantas personas. Para él, el atractivo principal está en la escala y el impacto de los desafíos técnicos.

En paralelo a su trabajo, Erramuspe creó un canal de contenido en YouTube. Surgió en el momento del cambio de carrera y lo vio (y lo ve) como un hobby. Lo usa como una forma de compartir lo que aprende y luego como una plataforma para conversar con otros.

El contenido le abrió puertas inesperadas. Podcasts, charlas y vínculos que se mantuvieron en el tiempo. Mencionó, entre otros, a “Guillermo Rauch, el CEO de Vercel”, además de personas de Google, Netflix y Meta.

Inteligencia artificial: herramienta, contexto y límites

Desde su lugar, observa de cerca la evolución de la inteligencia artificial. Para él, la velocidad de su desarrollo no debería llevar a diagnósticos absolutos o apocalípticos.

“No deja de ser una herramienta más”, sostuvo. Entiende que facilita procesos y libera tiempo, pero insiste en la necesidad de contexto. “Me parece irresponsable generalizar”, dice sobre los discursos que anuncian reemplazos masivos sin matices.

En su mirada, la inteligencia artificial cambia el peso de ciertas habilidades. Destaca el diseño de sistemas, la arquitectura y la escalabilidad como competencias cada vez más relevantes, incluso para perfiles con menos experiencia.

No habla de sustitución, sino de ampliación de habilidades de los desarrolladores de software. Tanto juniors como seniors, explica, pueden ganar autonomía y eficiencia.

Vivir y trabajar en Silicon Valley

Erramuspe describe Silicon Valley como un entorno particular, atravesado por una confianza persistente en la tecnología. “Hay un optimismo espectacular”. Lo percibe en las personas, en los proyectos y en la forma de hablar del futuro.

La tecnología es visible en la vida cotidiana. Cuenta que llega a la oficina en vehículos autónomos. “Vine en un auto que se maneja solo”. También observa entregas con drones, robots en la calle y startups que aplican inteligencia artificial en rubros diversos.

Destaca el acceso directo a personas del ecosistema tecnológico. Relata encuentros informales, charlas sin intermediarios y una cultura que no siente como “transaccional”, donde la curiosidad suele ser suficiente para iniciar una conversación.

En ese entorno también identifica comunidad. “Tenemos un grupo de uruguayos acá en San Francisco”. Habla de encuentros, eventos y emprendimientos de compatriotas vinculados a la tecnología.

Tiene 24 años, lleva casi seis en Estados Unidos y siete meses en Google. No clausura escenarios. “No me cierro la puerta” a crear una startup. Tampoco descarta volver.

Lo que tiene claro es que quiere seguir aprendiendo y en el gigante tecnológico encuentra la mejor forma de hacerlo.

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