Cinco minutos que captaron como en un frasquito la esencia del sonido popular y callejero de Montevideo, y que sin necesidad de que el escucha comprenda las referencias que aparecen en su letra pasó a ser coreada en asados, fiestas, reuniones y eventos como pasaba con las retiradas murgueras que cantaban las voces que son mencionadas en el texto de Brindis por Pierrot.
Una canción que incluso cambió el rol de la murga dentro del imaginario cultural uruguayo. Hasta ese momento era popular, por supuesto, pero fue a partir de Brindis por Pierrot que pasó a ser una seña de identidad, uno de los sonidos que nos identifican, en el que nos reconocemos más allá de que después uno prefiera otras cosas.
Una promesa. En el comienzo de Brindis por Pierrot hay una promesa que Jaime Roos le hace a Washington “Canario” Luna. La de escribir una canción para él. Una promesa hecha en 1982, que no se empezó a concretar hasta 1984, cuando Roos volvió de Europa definitivamente y descubrió la bohemia montevideana.
Jaime se convirtió en habitual de los mostradores, en bares como el Cocktail y el Mincho. Ahí empezó a descubrir un universo de códigos compartidos, de referencias e historias que circulaban en las mesas de cármica y en las barras de estaño. Historias de criminales, de boxeadores, murguistas. Leyendas locales que eran evocadas con cada curda.
En ese período, el músico también se acercó a la murga Falta y Resto, que tenía como cofundador a Raúl Castro, con el que Roos había formado en su momento el grupo Patria Libre, y con el que había convivido durante un tiempo en Europa. En una de las noches de tablados en los que acompañó al conjunto, Roos volvió a casa con una melodía y con una pregunta: ¿Dónde está Don Timoteo, que no pisa más el bar?
Así empezó un proceso de trabajo que llevó 20 meses, puliendo esa canción. Pasó tanto tiempo que Don Timoteo, una de las murgas históricas del Carnaval montevideano, volvió a salir y tuvo que cambiar al sujeto de la pregunta por el dichoso Molina.
Otro de los hitos de ese trabajo de orfebrería musical fue una noche de copas en la cantina del club Fénix, donde ensayaba Falta y Resto, en la que Jaime compartió mesa con el Canario Luna y otras figuras del mundillo, como Mario Benítez, Antonio “Picho” López y Omar Conde. Esa noche fueron mencionadas unas cuantas de las figuras que como otros de los nombres sentados en esa mesa, terminarían en la letra de la canción.
“Hoy no podría escribir Brindis por Pierrot. En ese momento y en ese lugar mi vida era esa”, recordó Roos en una entrevista en 2015 con el sitio Nodal. “Y cuando uno es sincero consigo mismo, expresa lo que siente y lo que vive, de acuerdo a la curva de la vida en la que está. Así como no podría haber escrito Tema del hombre solo cuando tenía 35 años, hoy por hoy no me veo zambulléndose en el ambiente del Carnaval”.
Con el tema terminado, Jaime lo presentó en un ensayo de Falta y Resto. Sintiendo que “le quemaba las manos”, decidió grabarlo lo antes posible y sacarlo a la calle en ese compilado. Se registró en el estudio el día que el autor cumplía 32 años, el 12 de noviembre de 1985. Y pocas semanas después, había una murga sonando por todas partes.
En el verano de 1986, en La Paloma, la canción se cantó en vivo por primera vez y fue una locura. Ese invierno, empezó una gira junto al Canario Luna, que de repente era una estrella. En el libro de Milita Alfaro El Montevideano, Roos recuerda que “Todo era muy raro, porque hacía 30 años que salía en Carnaval pero aparentemente nadie lo conocía. Cuando llegábamos con el micro, me preguntaban a mí: Bo, Jaime, ¿cuál es el Canario? Y yo les señalaba: Aquel. Entonces, lo rodeaban y al grito de ¡CA-NA-RIO! ¡CA-NA-RIO!, se lo llevaban y volvía con alguna copa de más sobre la hora del show”.
WhatsAppVideo2025-10-24at3.24.23PM-ezgif.com-optimize
Una murga. Una murga por instrumentación, por el Canario, por el coro que le responde al payaso que canta, porque Pierrot es un personaje carnavalero. Una murga que en realidad esconde en su ADN melodías de tango y un ritmo de samba. Y si no, compare.
“Se trata de alguien que, desesperadamente, desde el mostrador, manda señales para hacerse entender. Pero está hablando del presente. ‘Esta noche no tengo ni tumba. Sin embargo, el que canta soy yo’. Esa noche, él está cantando, aunque no tenga ni dónde caerse muerto. Entonces, creo que cuando se habla de la nostalgia montevideana y se pretende imputarle tantos males, se están confundiendo cosas”, le decía Roos a Milita Alfaro en 1987, en la entrevista que formó el libro El sonido de la calle.
Una canción sobre dos temas universales —la soledad, la muerte— cantada con la voz de un borracho angustiado. Una murga que suena a canto de otro tiempo, pero que no es necesariamente una canción nostálgica (por muy uruguaya que sea).
“¿Te imaginás a un curda de éstos escuchando a Police y diciendo ‘¿qué hacés, man?’”, se preguntaba Jaime en El sonido de la calle. “Nos guste o no, la filosofía del bohemio está impregnada de nostalgia, de melancolía. ¿Qué le vamos a hacer? Por eso, la música también es anticuada. Si le dicen a una persona que Brindis por Pierrot es una grabación de los años cincuenta, se la come perfectamente. No hay un solo elemento que lo desmienta. Es el único tema que he compuesto que tiene esa característica. Las otras canciones, incluso las murgueras, grabadas con el Canario y con Falta y Resto, tienen un toque moderno. Pero acá no. Esa era otra forma de ser coherente con el personaje”, explicó en aquel momento.
Un compromiso. Así como la canción tiene, a propósito, un espíritu anticuado, tiene también una presencia que simboliza un compromiso político, estético y espiritual con ese sonido de la calle que Roos logró capturar con los gritos de los canillitas, los gritos de tribuna (¡Féni Féni, che!), las charlas de bar, las noches de Carnaval, los tambores y el “y entonces claro” que se dicen dos doñas chusmeando en la vereda y él convirtió en leit motiv personal.
Un compromiso encarnado en la presencia del Canario Luna, la voz que nadie había visto y que Roos dijo “es esta”.
En sus palabras: “he tenido la arrogancia de decir que Brindis por Pierrot es una de las canciones más comprometidas con la gente humilde que se han grabado en años. No por lo que pueda decir la letra. Eso no tiene nada que ver. Lo que importa es que la canta el Canario Luna. Porque ese sonido, esa inflexión de voz, es el sonido de la bohemia, del mostrador, en definitiva, es el sonido del pueblo. Entonces, es importante que ese sonido salga por la radio, que suene fuerte en toda la ciudad. Creo que elegir ese sonido implica una toma de posición. Y, desde el punto de vista estrictamente estético, es el sonido más comprometido con el pueblo que uno pueda imaginar”.
“Todas las canciones son políticas. Cualquier sonido que se emite, cualquier tipo de lenguaje que se utiliza, musicalmente hablando, engloba automáticamente a la canción dentro de una dimensión política. Por eso afirmo que cualquier canción de Julio Iglesias, aunque esté diciendo ‘Te quiero’, es una canción de derecha conservadora. Pero, cuando yo le pido al Canario Luna que cante Brindis por Pierrot, no lo hago por consideraciones políticas sino estéticas”, agregaba Roos en El sonido de la calle.
Milita Alfaro dijo a El Observador que “todo el bagaje que Jaime trae desde que nace e incluso desde generaciones anteriores yo creo que le han permitido sintetizar, convertirse en la voz de, no sé si de todos, pero de mucha gente y sobre todo a nivel popular, a nivel masivo. Es una cosa medio del pop art, el tratar de justamente de encontrar lo bello en lo cotidiano, que muchas veces no es el objeto donde el artista de repente pone el ojo porque busca como cosas más exclusivas, más trascendentes, más sublimes y sin embargo, también en la vereda hay mucha belleza”.
Por eso, durante mucho tiempo la canción estaba casi que vedada exclusivamente a la voz del Canario, hasta que Freddy “Zurdo” Bessio empezó a interpretarla en los shows en vivo de Jaime Roos, que ha contado que no se anima a cantarla “ni siquiera en un asado. Es imposible. Tiene que ser una tercia barrial como la del Canario, o como luego de años de estar en la banda, la interpretó el Zurdo Bessio. Porque es una canción va más allá de una voz. Necesita una cierta personalidad escénica y con los años, el Zurdo la adquirió”, contó el compositor en El Montevideano.
Un compromiso que hace raro escuchar a Brindis por Pierrot interpretada por la cantante argentina Susana “Tana” Rinaldi, una versión sin significado y sin ferocidad, o la versión de la mítica banda tropical Sonora Borinquen, que en todo caso es un testamento más del poder popular que tuvo el tema.
WhatsAppVideo2025-10-24at3.43.15PM-ezgif.com-optimize
Un parteaguas. Brindis por Pierrot fue, además de un éxito (cuádruple platino), la canción que significó el descubrimiento definitivo y la aceptación de la murga por parte de la clase media que hoy es, irónicamente, el principal público del Carnaval montevideano.
Un parteaguas pero que a priori no resultaba tan obvio que fuera a funcionar. Una canción pesimista, con un formato de tragedia griega (coro incluido), un espíritu teatral y hasta cinematográfico. Una canción larga, entreverada, “con tres partes bien diferenciadas, con una letra hermética para la enorme mayoría. Y para mucha gente muy rústica, muy poco edulcorada, si se quiere. Entonces, viéndolo desde ese punto de vista, bueno, hacer una canción así puede ser arriesgado porque seguramente va a ser un fracaso”, como resumió Jaime en el libro sobre Brindis por Pierrot de Mauricio Rodríguez editado en 2019.
Un himno. Un himno al mostrador, a la bohemia, al coraje del murguista borracho que no tiene ni tumba y sin embargo, es el que canta. Un himno que sin entender del todo, una sociedad se apropió (como puede pasar con la letra del himno nacional, digamos).
Un himno cantado por un payaso solitario, que se quedó sin nada, que siente que está cerca del final, pero se abraza al vaso de grappa e invocando a los malandros, a las voces desdentadas y aguardentosas de la murga vieja y hasta a un político, se planta. Como el arquero ante ese penal mal cobrado pero que no queda otra que atajar.