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21 de junio 2025 - 5:00hs

Gabriel Pereyra tiene miedo. Lo tiene porque su hijo juega al fútbol en barrios donde hay tiroteos casi que todos los días. Lo tiene porque cree que Uruguay no tiene un modelo de país, porque está convencido de que en seguridad se fracasó, porque en el mismo territorio hay dos culturas con valores opuestos coexistiendo.

Gabriel Pereyra –periodista, 60 años– tiene miedo, pero también tiene esperanza. Aunque no logra verla, sabe que en algún lugar hay luz. Mientras tanto, sigue hablando sobre narcotráfico, violencia, desigualdad, crimen. Porque está convencido de que los periodistas tienen que explicar el mundo.

A los lugares donde ya lo hacía (En la mira, el programa que conduce en VTV hace 18 años; el informativo de Radio Sarandí, sus columnas en el semanario Búsqueda), ahora le sumó uno más: Yunta, un canal de YouTube y de redes sociales que debutó hace algunas semanas. Con esa novedad como punto de partida empieza esta entrevista con El Observador.

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¿Cómo nace Yunta? ¿Tenías ganas de meterte en YouTube, en las redes?

Por un lado tenía ganas y por otro la realidad te empuja. Me pareció que esta altura de mi vida era un desafío. Mi mujer es Mariana Secco, que tiene 20 años de experiencia en lo audiovisual, lo que me daba mucha seguridad para tirarme. Es más producto de ella que mío. La diferencia la hace ella, no yo. Esa es la verdad.

Embed - Mujica, en su hora final | Nexo | Gabriel Pereyra | Yunta

¿Tuviste que aprender algún código nuevo?

Tenía la suerte de que tengo muchos años de televisión. Pero por otro lado, la verdad que no tengo ganas ni creo que tenga la capacidad de formarme para muchas cosas que deberían tener los periodistas hoy. Y me parece que a esta edad no hay más remedio que tener la humildad de saber que ya no tenés el control total del contenido, ni de las ideas, ni de por dónde hay que tirarlo, ni de muchas cosas, y trato de rodearme de gente que sepa hacer lo que yo no sé hacer. Me gustaría que en algún momento deje de ser “el canal de Gabriel Pereyra”, dejar que aparezca gente nueva, pero por ahora sé que mi nombre tracciona porque es el más conocido, entonces no tengo más remedio. Pero si pudiera desaparecer de cámara me encantaría.

Después de un montón de años en prensa, radio, televisión, te metés en un mundo nuevo, a una edad que otro periodista capaz que dice “ya no estoy para esto”.

A pesar de mi experiencia larga en televisión y ahora en la radio, para mí siempre lo más apasionante ha sido el diario. Pero este es el proyecto más apasionante de mi vida. Nunca estuve tan motivado como ahora, tan entusiasmado. Quiero poner la vara alta y morir con las botas puestas, porque es un mundo donde tenemos la idea de que la calidad no importa, donde te dicen que el contenido hace la diferencia, pero la gente lee 30 segundos y se va, dicen que es para gente joven, cuando en realidad nuestras mediciones de En la mira, por ejemplo, muestran que es para gente de más de 35, 40 años. Es todo un desafío. Si pudiera hacer un producto de calidad y vivir de esto, me encantaría. Ahora, si tengo que hacer un producto de mierda para vivir de esto, prefiero que no.

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¿Sos romántico con el periodismo del pasado?

Hasta antes de este proyecto yo sentía que no había hecho periodismo en serio hasta que trabajé en el diario. Sentía que ese había sido el momento de periodismo más apasionado y apasionante y que estaba más cerca de lo que era mi idea de periodismo cuando empecé. Pero no me enamoro de nada, no me enamoro de los laburos, puedo dejar atrás. De hecho el periodismo no me define. Podría dejar de ser periodista mañana, me encantaría jubilarme.

¿Lo has pensado?

Lo deseo. Lo que pasa es que no puedo morirme de hambre tan rápidamente, prefiero morir de otra cosa (risas).

¿Cómo nace tu interés por algunos de los temas en los que te has especializado y que más cubrís y tratás, como los asuntos sociales, de seguridad, violencia, narcotráfico, cárceles?

Por el lado de lo social. Yo vengo de muy abajo, son temas que llevo un poco en mi historia. Y por otro lado, en la década del 90, cuando entré a Búsqueda, cubría la información militar, porque en aquel momento todavía las Fuerzas Armadas tenían un peso, pero me empecé a dar cuenta que Uruguay había empezado a mutar, que la información policial estaba saliendo de la crónica roja y empezaba a pasar a las páginas políticas, de ser un fenómeno policial pasaba a ser social e institucional. Rápidamente me di cuenta de que iba a ser un tema central en la agenda, por cómo se perfilaba.

Tu trayectoria desde entonces se repartió entre esos temas y la cobertura política de actualidad. ¿Preferís lo primero a esto último? ¿Dirías que te aburre la cobertura política más cotidiana?

Me aburre bastante, pero también es cierto que de cualquier tema que vos trates su resolución es política, entonces siempre hay que estar atento a cómo funcionan esos mecanismos. Pero eso de la política interna partidaria, de este le dijo a aquél, si lo pudiera evitar, lo haría.

Gabriel Pereira

El lunes 16 murieron cuatro personas en el Comcar en un incendio, y compartiste en tus redes una foto que generó revuelo. ¿Qué hubo atrás de esa decisión?

El planteo de si es ético publicar esa foto creo que vale, está buenísimo discutir sobre la ética. Ahora, ¿tenemos que hablar de la ética en las cárceles a partir de esa foto, cuando tenemos sometidos a tortura a 10.000 presos? Todo aquello que sirva para mover un poco la hipocresía me motiva. Si tengo que pagar un cierto costo, lo pago. A esta altura de mi vida tengo ahorrado como para poder gastar. Pero no hay cómo. A la gente no le importa esa realidad, vive en otra sintonía, cuando le hablás de eso reacciona con el estómago. No nos damos cuenta de lo que estamos haciendo. Cuando alguien reivindica cierto triunfo del Estado en materia de seguridad, ahí está el fracaso. En la cárcel el estado es monopólico, si no pueden ahí, ¿qué está pasando donde no lo es? Las cárceles se han convertido en toda la región en un fenómeno central de las políticas de seguridad y de inseguridad. Los grandes carteles surgieron dentro de las cárceles, allí se recluta, allí generan una cultura que luego sale. Salen 30 presos por día, 11.000 presos al año, que pasan por ese lugar del infierno. ¿Estamos llenando de la sociedad de qué?

¿No se piensa en reinserción?

En 1990 había 2.500 presos y veíamos que llenaban, llenaban, llenaban y recién el año pasado, en el gobierno pasado, se midió la reincidencia. ¿Cómo podés aplicar políticas públicas eficientes si no tenés datos? Eso muestra la desidia, la ineficacia.

Gabriel Pereira

¿Lo ves como un tema que tiene arreglo?

Es un lugar donde uno puede decir que se pueden obtener resultados porque el Estado tiene un control que en otros lugares no. Hay una frase del politólogo Juan Pablo Luna que dice que no es bueno pasar del problema a la solución en un paso, porque la solución puede ser peor. Y está el ejemplo de las drogas: hay un 80% de los presos que son adictos. Vos podés cerrar las puertas de la cárcel y no dejar entrar droga, pero generás un síndrome de abstinencia tremendo. Entonces no solo no es bueno que sea rápido, es que no va a poder ser rápido. No hay una masa crítica que lleve a los políticos a invertir ahí. Todo atenta contra. Creo que esto, antes de mejorar, va a empeorar.

¿Las cárceles están entregadas?

No tienen más remedio que hacerlo, ya no pueden detener la droga, porque es una locura. En algún momento se hicieron cosas y esas cosas fracasaron. Ahora hace tiempo que ya no se hacen más cosas. Se está, como dicen los expertos, en un estado de anomia. O, si querés, de gobernanza criminal. ¿Quién da seguridad en la cárcel? Los mismos grupos criminales. Ese papel que le debería corresponder al Estado.

Te reclutan a cambio de que en la cárcel no te pase nada.

Los servicios que el Estado brinda están en manos de los presos. Podemos decir que es la primera experiencia de lo que se llama la gobernanza criminal. Y empieza a pasar en barrios, porque la cárcel importa todo para afuera, y va a llevar esto también.

¿Dirías que el narco y la violencia que genera son los principales problemas que hoy tiene Uruguay?

Es difícil identificar un solo problema. Están todos los problemas muy interrelacionados, como para decir “este es el principal”. Si atendíamos la niñez o la pobreza a tiempo, ¿esto sería como es? El narcotráfico no es un generador de violencia per se, no es un delito violento. Si lo fuera, Estados Unidos tendría que ser el país más violento del mundo porque es donde hay más narcotráfico. El homicidio es un delito violento. La violación es un delito violento. La rapiña es un delito violento. Vender y comprar drogas no es un delito violento. Lo que lo hace violento es la represión de la sociedad.

¿O sea que hay que encararlo desde otro lugar?

¿Quién lo va a encarar? Hay que tener coraje para dar el paso, que no es fácil, que nadie lo ha encontrado. Hay países que lo han gestionado, Buenos Aires gestiona el narcotráfico. Ellos tienen menos homicidios que nosotros. Dicen “van a traficar igual, dejemos que lo hagan y usemos la corrupción como herramienta para bajar la violencia”. Como dice el criminólogo Benjamin Lessing, hay una triada imposible de violencia, narcotráfico y corrupción, no podés manejar los tres a la vez. Pero no hay sociedad que lo acepte tampoco. Los que lo hacen no lo hacen público. Lo que hacen algunos países desarrollados es aprovechar su fortaleza institucional para evitar la corrupción de las instituciones, la corrupción del sistema de justicia, la liberación de territorios, eso es lo que controlan fuertemente. Luego, saben que están entregados, porque saben que la gente va a consumir igual.

¿Se puede hablar del fracaso en Uruguay con respecto a las políticas de seguridad?

Sí, por supuesto. Primero por las cifras, ninguna ha mejorado en los últimos 20 años. El fracaso de Uruguay es sistémico, no partidario. Ahora, para adelante, ¿qué es lo que queremos? ¿Estamos dispuestos a hacer cosas distintas a lo que hemos venido haciendo en los últimos 20 años? No solamente que es un fracaso, sino que no se ven caminos claros para no te digo ir hacia el éxito, porque nadie sabe exactamente que es, pero por lo menos para apartarnos del camino del fracaso.

¿Sería atacar la desigualdad, o la falta de oportunidades?

Tenemos dos culturas viviendo en el mismo territorio. Si no admitimos eso… Eso también es un problema para la política y para la academia, entender ese fenómeno. Que los valores se miden desde otro lugar, que lo que en algún lugar es socialmente incorrecto, en otros es imprescindible para preservar la vida. Son cosas negativas pero necesarias en esa cultura. Si no refundamos un nuevo pacto social que acepte, mientras no solucionamos esos problemas, convivir con ellos de la manera menos violenta, estas culturas van a seguir chocando cada vez más fuerte.

En algunas entrevistas que has dado últimamente has comentado que no ves que haya un modelo de país. ¿Qué te lleva a plantear ese escenario?

Seguimos viviendo del mundo exterior, seguimos viviendo del precio del dólar, de los mercados, de las guerras, de la materia prima, sin embargo, estamos mal informados de política internacional, no tenemos idea, es información de segundo nivel. Vivimos del campo y tenemos una ignorancia agropecuaria tremenda, se ha avanzado muchísimo en la tecnología, pero no tenemos un modelo, no hemos salido de ese mundo salvo algunas experiencias como la del software, pero no tenemos un modelo país en el mundo de la revolución industrial, estamos en el mundo de la revolución tecnológica y todavía no hemos definido un modelo de país en el modelo anterior. Preguntale a un diputado qué es el mundo de la inteligencia artificial.

¿Sos pesimista con respecto al futuro o tenés algo de esperanza?

No tengo más remedio que tener un poco de esperanza porque si no entrás en la inacción completa, pero no la veo clara, no veo masa crítica en el sector político, creo que la decadencia es general, no logro ver. Yo creo que hay luz en algún lugar, pero no logro verla.

Gabriel Pereira

Volviendo a los temas de seguridad, violencia y demás, ¿qué te parece que pasa con los medios, con la cobertura que se hace? ¿Se cae en general en el impacto inmediato de la noticia policial y queda por ahí?

Se informa que hay una rapiña. ¿Y? Hay trescientas rapiñas por día. ¿Qué significa que hay una rapiña? ¿Qué quiere decir eso, qué me agrega? Ahora, si me dicen "mira, las rapiñas cayeron y están subiendo las estafas", es algo que explica un cambio en la fenomenología criminal. Le criticamos a la política lo mismo que hacemos en los medios, que es ver la seguridad como un fenómeno policial. No hay un relato que permita comprender, que la gente reflexione. A ver, el gobierno del Frente Amplio, cuando estaban por asumir el gobierno, pidieron carpetas a todos los partidos con aspiraciones de ministerios. Nadie pidió el Ministerio del Interior. Nadie lo quiere, pero tampoco es que haya expertos.

En 2023 compartiste en X un editorial que hiciste en En la mira hablando sobre el crecimiento del poder del narcotráfico en Uruguay, y escribiste: “Tengo miedo, y por eso hablo de esto. No soy el único, pero siento que somos demasiado pocos para el tamaño del riesgo en que estamos metidos como país”. ¿Seguís teniendo miedo?

Sí. Tengo miedo por mis hijos, este es el país en el que crecen mis hijos. Tengo miedo porque mi hijo va a jugar al fútbol en los barrios donde hay tiroteos todos los días. Me parece natural tener miedo de hacia dónde vamos en ese sentido. Tengo miedo, pero bueno, con el miedo no se puede vivir, o no se puede dejar que el miedo se imponga como principal actitud. Muchos tenemos miedo pero no somos conscientes de exactamente a qué le tenemos miedo.

Al otro.

Exacto, a lo desconocido. No sabemos muy bien a quién. Todavía seguimos siendo un país bastante pacífico respecto a otros, pero en determinados sectores. Hay otros sectores de la sociedad donde pasan cosas que no tenemos ni idea.

Hace 18 años que hacés En la mira, ¿qué lugar tiene ese programa hoy en tu vida y en tu carrera?

Es un proyecto que tiene un valor en sí mismo más allá de esta iniciativa que tengo ahora, y le tengo mucho cariño, que me permitió hacer televisión como yo quería, con los temas que me interesan aunque no tengan mucha popularidad.

¿En algún momento tuviste algún recelo con la televisión?

Sí, y con la radio también. Había un poco de incomprensión del lenguaje de esos medios. Y en otras cosas me demostró que era como yo pensaba (risas).

¿En la calle te siguen hablando de Zona Urbana?

Cada vez menos, pero hasta hace cinco o seis años me pasaba. Marcó época y yo creo que se lo valoró poco desde el punto de vista comunicacional y periodístico. Quedó muy como fenómeno del momento, pero la verdad, antes de Zona Urbana acá no se usaban las cámaras ocultas, las entrevistas de espalda para preservar una identidad, la edición preocupada de las cosas. Perduró más por el impacto mediático, pero sin embargo dejó cosas. Se le criticaba que no tiraba ministros, sino kiosqueros, pero la gente sufre más por el kiosquero tramposo que por el ministro corrupto.

¿Extrañás las redacciones?

Solamente en el recuerdo. No volvería a hacerlo. Me gustaría vivir en la década de los 50 y estar ahí, tendría eso como sueño. Pero si viviera en los 50 me moriría de una infección (risas).

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