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27 de agosto 2025 - 5:00hs

El español Javier Peña tiene la sensación recurrente de que su vida se "empeña" en ser una novela, incluso si es de esas que son malas o, como dice él, cutres.

"Supongo que es un poco la mirada del escritor, que ve novelas en todo. Estoy convencido de que las obras siempre son un reflejo de la vida. No quiero decir que todo sea autoficción. Quiero decir que si alguien escribe una novela lo hará de forma muy distinta si acaba de enamorarse o de separarse", dice en un café de Montevideo, por donde pasó dos veloces días de la semana pasada, y a donde llegó a presentar su último libro, Tinta invisible.

Nacido hace 46 años en A Coruña, si Peña siente que está metido dentro de una de esas historias no es únicamente porque dedica su vida a escribir, sino porque le funciona casi por efecto contagio: se ha pasado buena parte de sus últimos años leyendo sobre la vida de algunos de los autores más paradigmáticos de la historia para moldear su podcast Grandes Infelices, uno de los más exitosos en su categoría y en su idioma en las plataformas de audio.

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Grandes Infelices presenta la vida de un escritor por episodio, y lo hace siempre con una narración clara, literaria, documentación precisa y una vuelta de tuerca que ha hecho que el producto de Peña se destaque entre la maraña de propuestas similares: toma, en su estructura narrativa, aspectos de la escritura de cada escritor y las pone en ejercicio a medida que se va desarrollando. Si a eso se le suman historias siempre fascinantes, el combo da como resultado uno de los mejores podcast que hay en la vuelta. Tiene tres temporadas hasta el momento —hay episodios sobre Roberto Bolaño, Lucía Berlin, Salman Rushdie, Virginia Woolf, Shirley Jackson, Horacio Quiroga, Alejandra Pizarnik y más— y en setiembre se estrenará la cuarta entrega enfocada en el vínculo entre los escritores y las ciudades.

Del podcast, a su vez, deriva el tercer libro de Peña, Tinta invisible, donde prolonga su tesis de que los escritores tienen vidas complejas y lo vincula con la muerte de su padre, una figura difícil que entra y sale de su vida dejando siempre un vacío estruendoso.

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Es ese libro que llegó a presentar, aunque termina hablando con El Observador de todo, incluso de Onetti —"Me fascina, es un personaje increíble; no lo había pensado pero debería hacer un episodio sobre él"— y de que la infelicidad, después de todo, tiene mala fama en estas épocas narcisistas, pero no es más que otro motor de creación. "A veces pienso, 'joder, estoy mal, pero al menos saldrá un libro de esto'", dice, y su discurso, no tan pesimista como suena, queda más que claro.

Por estos lares te conocimos primero por el podcast, y ahora recién accedemos a tu libro Tinta invisible. ¿Cómo es construir una obra desde allí?

Si lo hubiese preparado no hubiese salido. Se dio de forma muy natural y orgánica. Fue inesperado. Saqué el podcast y empecé a recibir feedback desde Latinoamérica muy rápido. El momento en el que cambió todo fue cuando me invitaron a la feria del libro de Medellín. Yo soy muy pesimista y del humor negro, y recuerdo que le dije a mi mujer cuando me dejó en el aeropuerto: "Luego del fracaso nacional, ahora me toca el ridículo internacional". Y de repente estoy en la Feria del Libro en un teatro lleno, dando una charla, abrumado. En España nunca hice una charla para más de 200 personas. No sé. Me sentí más querido, la gente estaba más entusiasmada por verme. De repente se abrió un mundo. Quedaba un mes para publicar Tinta invisible y le dije a la gente de Blackie Books que quería que se publicara en América sí o sí y que quería hacer una gira por aquí. Y la verdad es que ha sido de lo mejor de mi vida profesional. Es verdad que noto que vender libros es más difícil aquí...

¿Más difícil que en España?

Sí. A ver, me parece más complicado estar en las mesas de novedades. Pero al mismo tiempo noto una conexión con los lectores, una pasión, que me llena más que casi cualquier otra cosa. A mí las cifras me importan porque vivo de esto, pero en realidad no sé la verdad sobre los libros que vendo y sí sé el cariño que me da la gente.

¿El eco del podcast en Latinoamérica fue mayor que en España?

Sí, aunque es cierto que es difícil de medir. Latinoamérica tiene diez veces más habitantes que España. ¿Fue diez veces más fuerte? Y no. Pero fue más fuerte. Sé que en Latinoamérica se escucha más.

¿Tinta invisible es una especie de spin off del podcast?

Quería algo que tuviese el mismo espíritu, pero que fuese distinto. Es como un proyecto más grande. Ahora hay más proyectos vinculados, como un espectáculo en directo y otro libro que tengo en la cabeza que puede tener cierta continuidad. Creo que con esto he conseguido un camino. Hoy en día, tal y como está el mercado de saturado, encontrar un camino propio que te diferencie es bueno. También puede ser que me llegue a encasillar, pero es el peligro. Aunque, al mismo tiempo, es mejor diferenciarte con el riesgo de encasillarte, que ser uno más y que la gente no sepa nada.

¿Hay que dar batalla cuerpo a cuerpo con las novedades?

Yo tengo la suerte de que el libro dura poco en la mesa de novedades, pero a los cuatro meses viene una nueva temporada del podcast y lo reflota. Como estrategia de marketing funciona muy bien, pero se dio de forma natural. Al podcast lo hago en casa, con un micrófono de 40 dólares y la voz femenina que se escucha es mi esposa. Es algo que hice para tener más contacto con mis lectores en España, y de repente empezó a crecer con el boca a boca. Eso me encanta porque pensaba que el boca a boca no era tan importante en estos tiempos, pero en realidad es todavía más importante. Hoy recibes 18 mil impactos de historias de Instagram, pero ya no le hacemos caso a eso. Creo que hacemos más caso si un amigo nos dice "escucha o lee esto que te va a gustar". Eso vale por un millón de historias de Instagram.

¿Cómo se arma el puzzle de las historias que están en este libro para que acompañen tu propia historia con tu padre?

Fue muchísimo trabajo. Un capítulo del podcast me implica un mes de trabajo, más o menos, este libro me llevó tres años. Cuando empecé a leer biografías para el podcast encontré muchos puntos en común entre los escritores, y da igual que sean de siglos o continentes distintos: siempre hay cosas en común y en general son cosas negativas. Son defectos, traumas, problemas, conflictos. Lo curioso es que cuando estaba leyendo todos esos defectos y traumas no solo los unía a ellos, sino también a mí. Empecé a fantasear con este libro, y con que en lugar de un episodio por escritor, fuera un capítulo por cada una de esas cualidades: el ego, la envidia y las demás. Y cuando empecé a escribir lo primero que me salió fue la historia de mi padre.

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¿Por qué Grandes Infelices tuvo tanto éxito?

Creo que hay varios factores. En primer lugar, yo nunca escucho podcast, nunca he escuchado uno entero en mi vida, y eso hizo que Grandes Infelices fuera un poco distinto a los demás. También creo que llegó en un buen momento, y de casualidad. Y por último, creo que tuvo éxito porque hay grandísimos lectores ocultos. Hay unos militantes de la literatura que están un poco escondidos, pero claro: al tocar muchos países aparecen. Además, hoy vivimos en una época donde todo es falsa felicidad, y hay que subir a las redes lo bien que lo pasas, cuánto te gustó un libro y todo eso, y a la gente también le gusta sacar la parte de mierda. Creo que somos una sociedad muy infeliz, cada día más. Creo que cada vez tenemos más cosas, lo tenemos todo, y somos cada vez más infelices. Por lo menos la gente de mi entorno. Veo tantos problemas psicológicos y de alguna forma entiendo que consuele el hecho de encontrar que los escritores que más admiramos han pasado por cosas similares. Supongo que eso cuenta. Y la gente quiere que le sigan contando historias. Es algo que nunca se va a perder. No es lo mismo que te cuenten una historia que ver un reel de medio minuto.

¿Y no sucede también que existe un culto a la figura del autor, a la construcción que un autor hace de su vida?

No lo sé. Porque en el mundo editorial los autores están muriendo a manos de la avalancha de libros. Y los autores que tienen éxito duran muy poco tiempo, pero es algo que pasa en la literatura y la música. Yo tengo 46 años y pienso en cantantes como Madonna, Michael Jackson, cantantes que tenían carreras de 20 o 30 años, y que tenían éxitos todos los años, y los conocía todo el mundo. Hasta mi abuela conocía a Madonna, los niños pequeños la conocíamos. Hoy, en cambio, los cantantes pueden tener un éxito brutal y duran un año con suerte. Y encima, en un espectro acotado, de nicho. Los que tenemos entre 40 y 50 años conocemos a uno, los que tienen 30 a otros, los de 20 a otros.

Javier Peña

Hay una segmentación mayor en la industria cultural.

Sí. Por eso creo que el culto al autor si sucede es con los escritores del pasado, con los muertos. Quizás valoramos más a los de antes, pero tal vez por la falta de referentes actuales. Siempre pienso que, viendo cómo va el mundo literario y el impulso de consumir todo rápidamente, ¿qué referentes vamos a tener en el futuro? Si los autores duran dos años. Bueno, quizás en el futuro repesquen a algunos del hoy, como hicimos nosotros con nombres como Lucía Berlin, Agota Kristoff y más.

El mercado es otro tema que te ocupa en el libro. ¿Te importaba que en este marco de infelicidad de los autores y sus historias aparecieran sus escarceos con la industria?

Es que no puedes obviarlo. Al escritor que escribe por pasión le da igual vender uno o mil libros, pero bueno, al final es difícil renunciar al éxito por el ego. Y es verdad que el mercado, ahora mismo, es una maquinaria brutal. Pero ya es algo que le pasaba a la gente hace cien años. Melville o Kafka son ejemplos. Entonces: es algo actual pero es algo imposible de separar del novelista moderno. Y cuando me refiero a lo moderno hablo de Flaubert para adelante. Cuando tu escribes, te derramas en el texto y dejas tu vida en la página, y luego nadie te hace caso, es difícil. Y al final lo más fácil es culpar al mercado que aceptar que no se tiene talento o lo que sea.

¿Cuál de las historias que contás en Grandes Infelices te ha reportado mayor satisfacción?

El episodio que más cariño le tengo, por cómo quedó, por los recursos narrativos que utilicé y por lo que me gusta el autor, es el de Fernando Pessoa. Es un autor muy importante para mí. También otro episodio que me gusta es el de David Foster Wallace. Sé que es un autor con una vida cancelable por maltratar a Mary Karr y todo eso, pero su discurso This is water en Canyon College es algo que escucho dos o tres veces al año. La broma infinita la he leídos dos veces y es un autor que me interesa muchísimo. Me parece increíble que haya visto la sociedad de internet cuando internet estaba prácticamente en pañales. Esa cabeza funcionaba a tal velocidad que me da pena lo que sufrió por ser tan inteligente.

En Tinta invisible, cuando hablás de Emily Dickinson, decís que hay pocos motores creativos tan grandes como la infelicidad. ¿Te sucede lo mismo?

Sí. Cien por cierto. De hecho, estoy pasando por una etapa dura y estoy pensando "de aquí tiene que salir un libro". Y ya tengo ganas de ponerme. Cuando yo soy infeliz tengo ganas de escribir y sacar algo de lo que tengo dentro. De alguna forma me ayuda a poner las ideas en orden y sanar. Esto que decía Thoreau de que un escritor tiene que vivir para escribir, pero luego tiene que escribir para entender lo que ha vivido. Cuando escribo soy más sincero conmigo mismo. Si pienso, me engaño. Pero me cuesta escribir y no ser honesto. Si yo escribo el libro que tengo en la cabeza, hay gente que se va a aterrar. Pero no puedo evitarlo. Al mismo tiempo, sé que si no me cura, me va a hacer bien. Es mi mejor espejo.

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