En Montevideo, por ejemplo, la intendencia utilizó la endoterapia, que es la aplicación de productos inyectables para atacar a la larva, evitar su crecimiento y propagación. Además, en marzo de 2025 se anunció que se comenzaría con la aplicación del tratamiento de baño de copa, que consiste en la fumigación en la zona de las hojas. Esto ataca directamente al insecto en su estado adulto. La comuna llegó incluso a aplicar cirugía para recuperar una de las icónicas palmeras de la Plaza Independencia.
En mayo, la Intendencia de Maldonado informó que la administración había invertido más de 500 mil dólares en un “esfuerzo económico, logístico y de recursos humanos” para combatir la plaga en el departamento, pero especificó que el sesenta y tres por ciento de las palmeras afectadas estaban en predios privados, lo que dificultaba el trabajo. El informe agrega que hasta el momento “fueron tratadas mil palmeras entre los ocho municipios con una efectividad de un cien por ciento”.
20250618 Palmeras afectadas con el Picudo rojo.
Foto: Inés Guimaraens
Entre los expertos, de todos modos, abunda la sensación de que la pérdida de las palmeras en Uruguay parece ser inexorable y que la batalla contra el picudo rojo no está perdida, pero hay que actuar ya. O, en todo caso, deberíamos ir acostumbrándonos a que verlas como parte del paisaje sea más una excepción que una regla.
Patrimonio vegetal masticado
José Berná es experto en palmeras y un apasionado de estos árboles. Esa condición genera, claro, una consternación con la que convive desde hace un tiempo al ver cómo el paisaje del país cambia a medida de que las palmeras caen secas. La sensación de alarma lo llevó, entre otras cosas, a publicar un texto en La Diaria donde habla de su vínculo con estas plantas y el dolor de verlas morir. Allí, por ejemplo, cuenta:
“Si te encariñás con algo, aunque sea una planta, sentís su pérdida. Por suerte, con el paso del tiempo lo vas aceptando como algo natural. Pero la devastación que está provocando el picudo rojo es algo diferente, es algo atroz. Hoy no sólo quienes solemos prestar atención al verde del paisaje nos sentimos conmovidos, sino que también muchas otras personas se entristecen al ver tantas palmeras muertas.”
Consultado por El Observador, Berná asegura que vamos a convivir con la plaga por mucho tiempo y que erradicarla será difícil.
“Esto está pasando en todo Europa, en Medio Oriente. La plaga nació en la India pero se expandió por todo el mundo. Acá entró por nuestro país y también en el Caribe, en Costa Rica, El Salvador y México. Nosotros, así como tenemos mejores condiciones climáticas, de tierra y medioambientales para la expansión de la palma Canariensis, también tenemos las mismas condiciones para el picudo rojo. Y estamos perdiendo un bien patrimonial tremendo. Uno se acostumbra a vivir con las cosas que vio desde que nació y creció, y recién cuando no las tiene se da cuenta de que nunca les prestó atención. Así nos va a pasar con las palmeras. Ya la gente está viendo un panorama de cumbres muertas de palmeras que impacta”, dice.
En ese sentido, está claro que las palmeras, por ejemplo, son parte de la configuración del paisaje montevideano estable, y hay más voces especializadas que coinciden en que eso cambiará pronto. Uno de ellos es Gastón Colominas, ingeniero agrónomo y docente de la carrera Paisajismo de Universidad ORT.
“A nivel ornamental se ve claramente en las calles que las palmeras están muriendo, principalmente la Phoenix Canariensis. Así que el paisaje va a cambiar. Hay muchas palmeras que han sido plantadas en plazas y parques y son icónicas, y verlas afectadas o tener que eliminarlas cambia esta configuración”, dice.
Ana Vallarino, PhD especializada en paisaje y docente grado 5 de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República, explica que la mencionada Phoenix Canariensis es una de las especies más comunes en nuestras ciudades, tanto en Montevideo como en el interior, y considera que “es muy triste y desolador" ver cómo su desaparición está cambiando el paisaje.
20250618 Palmeras
Foto: Inés Guimaraens
“En muchos casos son cuestiones irreparables, porque no vamos a empezar a trasplantar palmeras para reponer las alineaciones o las plazas en las cuales se están muriendo”, explica.
Gabriela Grille, ingeniera agrónoma y docente en Facultad de Agronomía de la Udelar, agrega un dato más sobre las Canariensis: ”Muchas tienen alrededor de 100 años y forman parte de la cultura y patrimonio vegetal de Uruguay; son originarias de Islas Canarias, y las vinculo a la inmigración que tuvimos desde allí.”
Para Colominas, de ahora en más "vamos a ver muchos más árboles, y las palmeras que van a quedar son las que tengan algún tipo de tratamiento”. Después, está la pérdida ecológica de especies nativas, “mucho más grave e importante para manejar y minimizar”, a su juicio.
Sobre eso, justamente, es que se apoya otra rama más “disidente” entre los expertos en botánica, que prefieren no plegarse a la idea de que la pérdida es catastrófica, al menos en lo que a especies introducidas se refiere.
Según pudo saber El Observador con algunos de ellos que prefirieron el anonimato, algunos ven a las palmeras Canariensis o Washingtonias como una especie que crece “descontrolada” y “como maleza”, y si bien entienden que genera un problema de identidad para los lugares donde estaban presentes desde hace tiempo, no se correlaciona con un gran problema a nivel botánico. El caso es diferente, claro está, cuando hablamos de especies nativas. Allí todos coinciden que perderlas se acerca más a una tragedia.
20250618 Palmeras afectadas con el Picudo rojo
Foto: Inés Guimaraens
Rocha no tan solo eres palmar, pero un poco sí
Colominas vuelve, entonces, sobre ese gran problema que afronta el combate contra el picudo rojo: que este coleóptero salte de las foráneas Canariensis y Washingtonias a nuestras especies nativas, como las cuatro clases de Butiá que se pueden encontrar en el territorio nacional: la Yatay, presente en los palmares de Río Negro y Paysandú; la Odorata, que domina los palmares de Rocha; la lallemantii y la Praguayensis, ambas con presencia más bien reducida en el departamento de Rivera.
“Si bien todavía no llegó a ninguno de los palmares nativos del país, eso puede llegar a suceder dentro de poco. Ahí el ecosistema puede terminar altamente dañado. La plaga es muy agresiva, aunque sabemos que dentro de un palmar se va a comportar distinto porque puede haber plantas más resistentes, o la tasa reproductiva puede ser menor, pero va a haber un daño, porque ese tipo de palmeras ya en la ciudad las está atacando”, explica.
Todos coinciden en que la pérdida de los palmares de Rocha, que están amenazados de cerca, es una catástrofe latente en la línea de tiempo de la plaga. Lo saben los expertos y la gente: dice Berná que ya se ha encontrado con varias personas que le, de un día para el otro, se preocupan por ese tema en particular y se lo hacen saber.
“Inexorablemente va a llegar a los palmares”, dice el experto, aunque destaca que este momento es el adecuado para atacar dado que el bicho está más “lento” por el frío.
“Ahora en invierno los adultos no vuelan, aunque las larvas siguen evolucionando y comiendo. Se achica la población en invierno, en la medida de que el bicho tiene un período vital de cinco o seis meses, y muere por el ciclo biológico.”
Vallarino recuerda que perder los palmares equivale a perder un elemento fundamental de "la marca país“.
Palmares de rocha.jpg
Eduardo Amorim / Flickr
"Los palmares son parte de ese imaginario de marca país. No son parte de lo cotidiano, no sé cuántos de nosotros hemos ido a los palmares de Rocha, pero claramente son parte de nuestro imaginario, es parte de lo que nosotros consideramos valores paisajísticos del Uruguay y así lo difundimos a nivel internacional”, dice.
A esto lo tiene claro el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y también la Intendencia de Rocha, cuyo intendente reelecto, Alejo Umpiérrez, dijo recientemente que si el picudo llegara a entrar en el palmar “sería una calamidad”.
“Hay dos millones de palmas y el costo económico de su tratamiento es inviable económica y logísticamente”, dijo a Montevideo Portal a fines de mayo, en una nota donde puntualizó el carácter identitario que tiene esa planta para el departamento.
“No me puedo imaginar Rocha sin palmeras; deberíamos cambiar hasta nuestro escudo”, dijo, al tiempo que agregó el daño que generaría para una cultura gastronómica que incluye en su menú varios productos derivados del butiá, como los licores y el helado. “Sería un ataque a la cultura e identidad del departamento”, aseguró.
El peligro de verlas desplomarse
Hay otro peligro en la pérdida de las palmeras, uno que tiene que ver sobre todo con la especie Washingtonia: las copas que caen cuando el tronco queda ahuecado.
Según Berná, cada una de estas copas puede pesar hasta una tonelada, y como algunas de ellas están instaladas en lugares muy transitados, como en las avenidas de la capital, el riesgo de que se desplomen sobre una persona o un auto no es utópico.
Palmera estadio de Danubio
La icónica palmera del estadio Jardines del Hipódromo, de Danubio, se secó luego de ser invadida por el picudo rojo
Foto: Leonardo Carreño
“La palmera canaria no se cae en poco tiempo, pero las de la rambla de Malvín, Punta Gorda y Carrasco, las Washingtonias, esas sí se caen. Es cuestión de semanas para ver el proceso de deterioro y muerte. Antes de la primavera vamos a tener caídas de varias de esas copas, y cada una puede llegar a pesar una tonelada. Realmente es un peligro”, señala.
Berná agrega que eso sucederá con las palmeras que ya no tienen “arreglo” en la vía pública y en los parques, pero vuelve a una idea que desliza desde el principio: que el picudo rojo es una plaga a atacar entre todos, porque las palmeras también están en predios privados. En ese sentido, en las redes él mismo ha promovido un remedio casero para combatir al insecto, así como también tiene la idea de empezar a capacitar particulares y grupos de jardineros para que la colaboración sea a nivel colectivo.
Colominas, por otro lado, indica que es vital lo que el Ministerio de Ambiente resuelva para atacar el problema con eficacia en un par de reuniones que tiene pactadas para este mes. Esa cartera ya anunció públicamente hace algunos días que creará un grupo especial para afrontar al picudo.
“De ahí se va a generar el éxito que podamos tener. Erradicar el picudo rojo es un trabajo a largo plazo y requiere mucho esfuerzo, energía y recursos. Creo que se atendió tarde. Esta es una plaga que ataca plantas ornamentales, por lo que hay otras prioridades a nivel gubernamental y no se atendió con la vehemencia con la que debería haberse hecho. Ahora hay que tratar de solucionarlo cuanto antes para que después no lamentemos los daños ecológicos de perder las plantas nativas”, dice.
Vallarino coincide con esa visión de que la idea de “falta de utilidad” del ornamento público provocó que el problema quedara en segundo plano y ahora sea demasiado grande.
20250618 Picudo rojo
Foto: Inés Guimaraens
“Es como que nos cuesta mucho todo lo que tiene que ver con los procesos, con el monitoreo, el seguimiento, y cuando ya es demasiado tarde reaccionamos. Mucho más cuando se trata de la naturaleza, que tiene que ver con lo contemplativo, con lo ornamental. Cuando no se trata de lo utilitario, hasta último momento no nos damos cuenta, no lo valoramos. No tenemos esa valoración paisajística que después claramente es importantísima, por algo tenemos el slogan de Uruguay Natural”, dice y luego vuelve a poner el foco en ese Uruguay sin palmeras que, aparentemente aparece en el horizonte.
“Esto debería servir de disparador para cambiar de actitud, para tratar de pensar en el vínculo entre la naturaleza y el patrimonio natural, pensar que no es algo que podemos cambiar de un día para otro, reponer y volver, sino que hay cosas que llevan mucho tiempo”, suma.
“Y luego pensar en los espacios libres como un continuo, que va más allá de lo público y de lo privado. Esto sería importante no solo a nivel de la gestión y el manejo del picudo rojo, sino también en lo que tiene que ver con las especies vegetales invasoras, que no conocen límites, y también con la percepción y los valores. El valor que tienen las palmeras como patrimonio natural y cultural no conoce fronteras, son masas verdes que tienen que ver con la silueta que se define en la ciudad, con el skyline y con los barrios, tienen una carga muy importante en nuestras ciudades”, concluye.