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9 de diciembre 2025 - 5:00hs

Alguien tuvo el tino en redes de echar mano al último frame de Week-end, de Jean-Luc Godard, para resumir el sentimiento del día: Fin de cinema.

Primero vino, de todos modos, la idea de una practicidad ilusoria. En cuanto se supo que el gigante del streaming había acordado adquirir por US$ 83.000 millones al histórico estudio de cine y televisión Warner Bros, incluido su catálogo y plataforma de streaming HBO MAX, hubo un primer escenario cómodo: tener todo a disposición en una única plataforma. Una especie de mega Netflix que incluya desde Stranger Things y Frankenstein, hasta la próxima serie de Harry Potter y The Wire. Pero enseguida las otras voces empezaron a sonar más fuerte: la concentración monopólica de contenidos no es buena para nadie, y encima, en este caso, ese parece ser el menor de los problemas.

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¿Chau pantalla grande?

En su comunicado —y en los mails que ya empezaron a recibir sus suscriptores—, Netflix en seguida se apresuró a aclarar que “espera mantener las operaciones actuales de Warner Bros y potenciar sus fortalezas”, y apuntó especialmente a sus “estrenos cinematográficos en salas”. Esa línea no es menor: la plataforma de la N roja se ha caracterizado por no ser muy amiga de las ventanas de exhibición amplias —el tiempo entre que una película está en cines y luego pasa a la plataforma— y es sabido que prefiere, si es posible, evitar el paso por las salas y estrenar directamente en su servicio. Eso cambia, apenas, cuando quiere apostar por algún “caballito de batalla” de cara al Oscar, ya que la Academia de Hollywood pide determinado número de exhibición en cines para poder calificar.

De todos modos, para quienes vivimos por fuera de Estados Unidos ese detalle es casi anecdótico. Las producciones originales de Netflix rara vez pasan por nuestras salas —aquellas exhibiciones de Roma de Alfonso Cuarón o El irlandés de Martin Scorsese en Cinemateca siguen siendo raras avisy en la mayoría de los casos debemos contentarnos con verlas en casa. Sucede, incluso, con películas de una potencia visual patente, que fueron pensadas para la gran pantalla y que terminan siendo consumidas de forma doméstica, con ratios recortados, configuraciones diferentes dependiendo del televisor y, en el peor de los casos, en un celular. ¿Dos ejemplos que tienen menos de dos meses? Frankenstein, de Guillermo del Toro, y la hermosísima Sueños de trenes, de Clint Bentley. A las dos las vimos en casa.

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En un mundo que tiende cada vez más a encerrarnos en nuestras propias crisálidas y a separarnos de la experiencia común y física, sea cual sea, la compra de Warner es una mala noticia. ¿Por qué? Porque más allá de “las buenas intenciones” de Ted Sarandos y compañía de mantener la exhibición de las películas de la W en pantalla grande, ya han declarado que no les convence demasiado el temita de “la sala” y que harán lo posible por recortarlo mientras se lo permitan.

Una de las primeras organizaciones que se opuso al acuerdo fue Cinema United, la mayor asociación comercial de exhibición del mundo, que representa más de 30 mil pantallas de cine en Estados Unidos y a otras 26 mil a nivel internacional.

“La propuesta de adquisición de Warner Bros. por parte de Netflix representa una amenaza sin precedentes para el negocio de la exhibición global. El impacto negativo de esta operación afectará a las salas de cine, desde las grandes cadenas hasta los cines independientes de una sola pantalla en pequeños pueblos de Estados Unidos y de todo el mundo”, se puede leer en su comunicado de prensa.

El modelo de negocio declarado de Netflix no respalda la exhibición en salas. De hecho, es lo contrario. Los reguladores deben analizar detenidamente los detalles de esta transacción propuesta y comprender el impacto negativo que tendrá en los consumidores, la exhibición y la industria del entretenimiento”.

“El éxito de Netflix está en la televisión, no en las películas en pantalla grande. (...) Estrenos esporádicos y truncados para cumplir criterios de premios en un puñado de salas no constituyen un compromiso con la exhibición”, agrega la misiva.

Tal vez esto se entienda mejor si pensamos que películas enormes y exitosas de este año que partieron de Warner Bros, como la impresionante Una batalla tras otra —firme candidata a llevarse todos los Oscar el año que viene—, la arriesgada La hora de la desaparición (Weapons) o Pecadores hubiesen sido, directamente, carne de streaming.

una batalla tras otra paul thomas anderson leonardo dicaprio

“Metro-Goldwyn-Mayer fue fundada en 1924. 20th Century Fox, en 1935. Eran dos de los grandes estudios históricos de Hollywood. Todo un emblema. Cuando Amazon y Disney las compraron, en 2019 y 2022 respectivamente, ambas prometieron que todo seguiría igual, que se comprometían a seguir estrenando películas en salas y que las marcas seguirían siendo relevantes. Unos pocos años después, esos membretes ya no significan nada. Los hermanos Warner fundaron su propio estudio en 1923. Y este viernes Netflix ha anunciado que lo comprará. (... )¿Por qué de la noche a la mañana el consejero delegado Ted Sarandos iba a convertirse en un acérrimo defensor del cine en salas?”, aventura este artículo de El País de Madrid.

La perspectiva deprime rápido. Y deprime más si pensamos que estas películas mencionadas bajo el dominio de la N roja podrían incluso no existir.

¿Riesgo? No consumo

Partamos de la base de que Netflix no es la panacea de la originalidad y el riesgo creativo. En sus inicios, tal vez; ahora prefiere las mieles de los números, la burbuja de visualizaciones, las series que explotan y se olvidan, el guadañazo a los “contenidos” que no funcionan a la primera de cambio y se descabezan.

Por otro lado, HBO, marca que incluye el paquete Warner, está en el otro extremo. Desde su creación, la cadena de televisión cimentó una reputación de riesgo, con apuestas a series que luego fueron legendarias y que colaboraron centralmente a la construcción de la llamada “era de oro de la televisión”. Nos podemos pasar un rato largo citando: The Wire, Los Soprano, Six Feet Under, True Detective, Band of Brothers, Big Love, True Blood, The Leftovers. Más acá en el tiempo: Succession, Chernobyl, Hacks, Barry, Veep, The Last of Us, I May destroy you. Y, por supuesto, la campeona: Game of Thrones.

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Imagen adelanto del cuarto capítulo de la séptima temporada de Game of Thrones
Imagen adelanto del cuarto capítulo de la séptima temporada de Game of Thrones

El peso del nombre HBO es tan fuerte que la propia plataforma tuvo que dar marcha atrás cuando se lo sacó de encima: De HBO Max pasó a ser solo Max, y ahora volvió a ser HBO Max.

La pregunta es si todas esas series hubiesen llegado a ser lo que fueron si la ansiedad numérica de Netflix, sumada a su apuesta por el algoritmo prefabricado y el aplastamiento visual y creativo de sus producciones en serie, se hubiera impuesto. GOT no fue un bombazo en cuanto se estrenó su primera entrega, allá por el 2011. Le costó, por lo menos, una temporada más. Lo mismo ocurrió con Succession, el último gran clásico de la cadena.

Un mundo sin Logan Roy o Tyrion Lannister ya es lo suficientemente deprimente, pero más es uno donde esos personajes se hubiesen aplanado por la obra de la simplificación y literalidad rampante a la que apuntan las producciones originales de la N. Según trascendió en los medios especializados hace ya varios meses, los contratos para muchos de los contenidos creados para la plataforma de Netflix deben tener diálogos descriptivos y atender el factor de que muchos de los que consumen esas series, por ejemplo, lo hacen haciendo otra cosa. En criollo: deja de importar es la calidad y lo que pasa al frente es la idea del consumo. El dato. El número final. La abulia y el desinterés cultural.

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Succession empieza su despedida este domingo 26
Succession empieza su despedida este domingo 26

Algo así como un rescate

Este lunes se supo que Paramount, con la sangre en el ojo por quedar afuera de la negociación, hizo una jugada agresiva: una oferta hostil para quedarse con la compañía. El histórico estudio de cine, de esta forma, fue a buscar a fuerza de billetes lo que podría ser, al menos en términos de la exhibición cinematográfica, un escenario más benigno para los espectadores.

Según informó CNBC este lunes, Paramount se dirigirá directamente a los accionistas de Warner Bros Discovery con una oferta en efectivo de US$ 30 por acción. Paramount afirma que su oferta es mayor a la que ofrece Netflix que pagaría aproximadamente US$ 27.75 por acción.

Por otro lado, las alertas por concentración monopólica en el streaming ya se prendieron y el marco regulatorio podría echar por tierra la intención de Netflix. CNBC informó el viernes que la administración de Donald Trump veía el acuerdo con "fuerte escepticismo", y el presidente estadounidense —más afín a Paramount— opinó este domingo que las consideraciones de cuota de mercado podrían plantear un "problema”.

Por allí también anda el director Christopher Nolan, actual presidente del Sindicato de Directores de Hollywood, que le pidió una reunión a Netflix para mostrar la preocupación del sector por la compra. Nolan, uno de los grandes defensores de la experiencia cinematográfica frente al streaming, se suma así a una pelea que, por el momento, la sigue ganando Netflix.

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