Un país con tres banderas
A diferencia del resto de los países del mundo, la República Oriental del Uruguay tiene tres banderas oficiales que comparten el rango de símbolos patrios, aunque de distinta jerarquía: el pabellón nacional es el primero de los seis, mientras que las banderas de Artigas y los Treinta y Tres solo están por encima de la escarapela. La primera acompaña al país desde su nacimiento, mientras que las otras dos fueron elevadas a ese estatus recién en 1952.
De las tres banderas, la más añeja es la de Artigas, que toma sus colores de la Revolución Francesa y la estadounidense, dos movimientos que sirvieron como inspiración a las revoluciones independentistas sudamericanas. Los colores de Artigas son también los del federalismo regional, según explicó a El Observador el historiador Leonardo Borges.
“El rojo, azul y blanco son los colores que diferencian a la revolución vista desde la perspectiva federal del artiguismo con el resto de las provincias, particularmente con Buenos Aires”, contó Borges. Esa herencia perduró, por ejemplo, en la actual bandera de la provincia argentina de Entre Ríos, idéntica a la artiguista pero con un azul más claro, y los colores que todavía usa la de Santa Fe, cuya primera bandera tiene una reconocible diagonal roja sobre franjas blancas y celestes verticales.
La herencia artiguista también estaba en las acciones de la Cruzada Libertadora. La bandera de los Treinta y Tres comparte colores con la de Artigas por esa razón, y hay registros de que ya se había convertido a partir de 1817 en símbolo de la resistencia contra la invasión y posterior dominación luso-brasileña.
Los Treinta y Tres Orientales adoptaron ese símbolo, el pintor suizo Jean Philippe Goulou fue quien pintó la inscripción “Libertad o muerte” en la bandera confeccionada por Luis de la Torre y una mujer de la sastrería Pérez y Villanueva de Buenos Aires fue quien bordó las letras en la bandera.
Tan simbólica era esa bandera durante ese proceso que la declaratoria de independencia de 1825 plantea en su ley de pabellón el uso de una muy parecida como bandera nacional, con tres franjas de colores celeste, blanco y rojo, y sin “libertad o muerte” hasta que se concrete la incorporación de la provincia a Argentina.
En El libro de los símbolos: escudos y banderas del Uruguay, Ricardo Goldaracena explica que “en honor a la verdad histórica, el celeste era azul”, y resalta que los colores eran herencia “de la tradición de banderas artiguistas”.
En ese mismo libro, sin embargo, Goldaracena explica que en lugar de usar la bandera que se estipuló con la independencia “en los hechos sucedió que el pabellón enarbolado definitivamente fue el de la República Argentina, y no siendo este el adecuado al nuevo estatuto de independencia que el Estado Oriental obtuvo a partir de la Convención preliminar de paz, debió ser sustituido por otro nuevo”.
Cual retazo de los cielos, de los cielos
Ya que nunca se llegó a usar la bandera planteada por los independentistas y que no correspondía usar la bandera argentina porque la Banda Oriental ya no se iba a incorporar a las Provincias Unidas sino que iba a ser un territorio independiente, hubo que ponerse a diseñar un pabellón nacional para el flamante estado.
Una comisión integrada por señores que hoy bautizan calles del barrio Pocitos (Juan Benito Blanco, Manuel Haedo, Echevarriarza, Masini, entre otros) fue la que determinó el diseño.
En su libro, Goldaracena explica que el diseño “resultó desconcertante” por la cantidad de franjas estipuladas para el pabellón y los colores elegidos: blanco con nueve franjas celestes “dejando en el ángulo superior del lado del asta, un cuadro blanco en el cual se colocará el sol”, según establece el decreto de 1828.
Las 19 franjas sumadas a la confusión visual por la escasa diferencia cromática entre el celeste y el blanco son para el autor “un exceso”, y considera que “es probable que los constituyentes hayan querido dar al emblema un total de nueve fajas entre el campo blanco y las listas azul-celestes. Y de algún modo esta idea debió estar presente en el espíritu de la disposición, porque nueve eran los Departamentos en que se dividía el flamante Estado Oriental. Pero la Ley no dijo eso”.
En 1830 se decidió simplificar el diseño, llevando a nueve el total de franjas entre las blancas y las celestes, que además pasaron a ser azules. El cambio de tonalidad de color tiene detrás una motivación política: distanciarse del celeste de los unitarios argentinos (el partido que defendía el gobierno centralizado en Buenos Aires) que todavía sigue presente en la bandera de ese país.
De todas formas, el diseño de la bandera nacional tiene detrás el abandono de la tradición artiguista. “Es una ruptura”, detalló Leonardo Borges. Eso tiene que ver con que los responsables criollos de la independencia, en su mayoría terratenientes y “bachilleres” montevideanos eran antiartiguistas, y querían diferenciarse de sus propios símbolos. “Es un pabellón con influencia de la bandera argentina, con el sol de mayo, luego reemplazado por otro, un símbolo relacionado con la masonería, y que busca reflejar que este país no era ni de cerca heredero de aquel sueño federal de Artigas”, dijo el historiador.
¿A dónde van las banderas cuando mueren?
Según las leyes nacionales, “el Museo Histórico Nacional conservará un patrón de cada uno de los símbolos indicados, y su reproducción no podrá hacerse sin respetar aquéllos en su dibujo, colores, texto y proporciones. Dicha repartición conservará igualmente todas las banderas que tengan significación histórica y que por su estado no puedan continuar usándose”.
El museo conserva diferentes banderas que cuentan la historia de la consolidación de la República Oriental del Uruguay. “Algunas de ellas, por los materiales con los que están construidas, se encuentran en un estado muy delicado de fragmentación y de deterioro, ya que sufren un proceso de envejecimiento progresivo que es muy difícil de frenar”, explica Ernesto Beretta, especialista en historia del arte y restaurador, encargado del Taller de Investigación, Conservación y Restauración del Museo Histórico Nacional.
Aún así, en esa variedad de banderas que se conservan en el archivo se encuentran tanto banderas nacionales como banderas, banderines y divisas que fueron utilizadas por diferentes grupos políticos y movimientos revolucionarios de la historia nacional. Se encuentra, por ejemplo, el banderín y divisa de la Provincia Oriental que acompañaba a la bandera de Artigas que envolvió la urna al momento de la repatriación de sus restos desde el Paraguay.
Entre las piezas más curiosas que custodia hay, por ejemplo, un acta que contiene un fragmento de la bandera de los Treinta y Tres Orientales que se utilizó durante la Cruzada Libertadora de 1825. Un regalo de Juan Spikerman a Josefa Cavia de la Torre, viuda del hombre que la confeccionó.
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Museo Histórico Nacional / Ministerio de Educación y Cultura
Además, se conserva la bandera que flameó en la Guerra de la Triple Alianza, donde se enfrentó el ejército brasilero, argentino y uruguayo al Paraguay entre 1864 y 1870. Una bandera de grandes dimensiones confeccionada a partir de diferentes secciones de tela y sol pintado al óleo. “En general estas banderas iban a combate, por lo tanto muchas de ellas presentan no sólo algunos deterioros sino inclusive vegetación, ramitas, abrojos y cardos entrelazados en las fibras justamente por su uso a campo abierto”, señala el investigador.
En algunos casos, lo único que se conserva de estas banderas antiguas son los soles hechos con pedrería, lentejuelas y canutillos metálicos. Soles que pertenecieron a banderas del siglo XIX con intrincados bordados de piezas de bronce e hilos metálicos que han sobrevivido a los textiles que cedieron al paso de los años.
En el caso de las banderas que no llegaron a pasar a la historia, los pabellones de instituciones públicas como escuelas, liceos, ministerios y oficinas estatales, e incluso de privados, tienen su destino final en manos del Ejército. Cada departamento tiene un destacamento designado para recibir esas banderas en desuso, que en el caso de Montevideo es el cuartel de Blandengues de Artigas.
Allí se acumulan cientos de banderas cada año y cada 23 de setiembre se incineran en un acto público. La fecha elegida para el evento tiene un simbolismo especial: es el aniversario de la muerte de José Gervasio Artigas, y se traza un paralelismo con la “muerte” de esas banderas que ya están sucias, rotas o deterioradas.
El protocolo establece que cuando la rotura de una bandera llega hasta el sol, ya no puede seguir izándose. El sol es un elemento particularmente destacado dentro de la bandera, e incluso debe quedar siempre hacia arriba, visible, cuando la bandera se pliega como marcan los reglamentos militares.
Nada iguala su lucir, su lucir
Más allá de su carácter solemne y sus ribetes históricos, los símbolos patrios son una parte del patrimonio simbólico de uruguayos y uruguayas. “Una forma de sentirnos un ‘nosotros’ es envolvernos en esa bandera”, dijo a El Observador el presidente de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural, Marcel Suárez.
La identificación de los uruguayos con el pabellón nacional es parte del proceso de apropiación de una identidad colectiva asociada al ser oriental. Un símbolo que fue incorporados naturalmente a la vida cotidiana de la población, además de su uso en eventos formales de carácter institucional, estatal o patriótico.
20250312 Pabellón Nacional, bandera de Uruguay
Foto: Inés Guimaraens
“Es quizá la que es más democrática, tiene más llegada a la población, porque las fiestas patrias se fueron desarrollando –sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX– como parte de los festejos populares”, comentó Suárez y recordó las primeras banderas de papel que ondeaba en las celebraciones nacionales durante su infancia.
Ese sentimiento de propiedad y pertenencia se ha trasladado con los años en diversos ámbitos y contextos. Tanto en hazañas deportivas como en eventos políticos, recitales masivos o competencias internacionales, las banderas han flameado en cualquier evento donde los valores de la “uruguayidad” deban ser reivindicados.
20240627 FBL - COPA AMERICA - 2024 - URU - BOL - FANS Hincha hinchada bandera A fan of Uruguay holds the country's flag outside MetLife Stadium ahead of the Conmebol 2024 Copa America tournament group C football match between Uruguay and Bolivia in East R
Foto: Charly Triballeau / AFP
Es incluso una conexión directa al país en las casas de los uruguayos que por algún motivo están fuera de las fronteras del territorio. Un símbolo de unidad y cercanía a cientos o miles de kilómetros de distancia.
“Tiene que ver con la necesidad que tenemos todos los seres humanos de tener elementos identitarios para sentirnos parte de un conjunto aunque seamos individualmente distintos”, expresa el presidente de la Comisión de Patrimonio y agrega: “Por algo uno se moviliza cuando ve flamear la bandera”.