Todo eso lo empecé a pensar después. Estaba de vacaciones en La Paloma y me llamó Maru Vidal, que ya había sido públicamente nombrada como directora de Cultura. Me preguntó si podía proponer mi nombre para el instituto y quedé en estado de shock. Ya sabía que iba a renunciar a muchas cosas, pero no lo pensé, directamente le dije que sí. Fue raro. Yo a Maru la había visto dos veces en mi vida, con suerte, siempre desde el otro lado del mostrador, así que tampoco sé, ni hemos hablado mucho en esta vorágine, de por qué me llamó a mí. Ella es muy intuitiva con las personas, pero no sé bien cómo apareció mi nombre. No tengo antecedentes en el servicio público. Yo estaba en un momento en que me estaba preguntando el porqué y el para qué de las cosas. Iba a cumplir 50 años y en ese cambio de década, que es ridículo porque es una convención y no quiere decir nada, me pregunté muchas cosas sobre mi vida, cómo me pensaba, si estaba cómoda o no con lo que estaba haciendo. Todas las respuestas eran que sí, que estaba todo bien, pero de todas formas había algo que me daba vueltas, algo sobre el propósito. Me pareció que hacer toda esta cantidad de renuncias para ir al servicio público tenía sentido. Sobre todo porque estaba con muy buenos trabajos y muy contenta con lo que hacía. Al programa de radio lo quería muchísimo, lo hacía con muchísimo amor y dedicación.
Lo habías hecho a tu medida, además.
Sí, y sentía que se estaba consolidando. También en TV Ciudad estaba muy bien. Ahí me di cuenta de lo que implicaba el cambio, y lo primero que sabía era que no iba a trabajar más en TV Ciudad, que iba a renunciar porque estar en dos ventanillas del Estado al mismo tiempo no era correcto. Después pensé que el programa de radio podía seguirlo, y de hecho en la radio estaba todo bien con que siguiera y no había incompatibilidad jurídica aparentemente, pero el tema es que me di cuenta de que era absolutamente incompatible conmigo. Por más que dijera que en el programa le dejaba la cobertura de las letras a alguien más, la Dirección de Cultura es una sola, este instituto no es un ente separado. Así que me iba a pasar lo mismo con la música, el teatro, y demás. Iba a ser extraño difundir cosas de la DNC, y si me entusiasmaba con alguien o con algo iba a verse raro, entonces decidí que no tenía que estar más.
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Foto: Inés Guimaraens
También hay un tema de los tiempos que lleva estar en ambos lados.
Sí, claro. No sabía que me iba a absorber de esta manera. Era obvio, pero en el momento no me di cuenta y pensé que podía con todo. Pero bueno, no se puede estar en todos lados al mismo tiempo.
¿Tuviste que hacer un duelo de la comunicación?
Creo que todavía no terminé de hacerlo. Ha sido todo muy rápido, mucha información y demasiada intensidad de trabajo, así que creo que no llegó ese tiempo.
Pero va a existir.
Sí. Pero tampoco lo proyecto mucho. Yo no tengo una carrera política ni pretendo tenerla, para mí este es un rol técnico. Si después sigo estando en el servicio público más allá de estos cinco años será porque hay una propuesta que me interese desde ese lugar, desde la gestión. No puedo pensar qué va a pasar después de cinco años. No sé si va a volver la comunicadora o seguiré acá. Sé también que no di un paso que implique que no hay posibilidad de retorno por eso mismo, porque es un cargo técnico. Hoy todo se pone en la misma bolsa, y más en este momento, con respecto a quiénes se fueron y los movimientos que hubo, pero yo no vengo a hacer comunicación desde el Estado y por un gobierno, vengo a trabajar por las letras dentro de un Estado y de un gobierno.
¿El universo de las letras era el lugar en el que tenías que estar a la hora de pensarte en la gestión pública?
De los cuatro institutos es el único en el que puedo estar, es la realidad. Me hace sentido absoluto. Además, no mucha gente sabe pero hice del diploma de edición del CLAEH, que le ha servido muchísimo al mundo editorial en Uruguay. Soy egresada de ahí, no así de comunicación (risas).
A la hora de pensar el plan de trabajo de estos cinco años, ¿cuáles son los focos principales que querés atacar, los carteles de neón que se encienden en el horizonte?
Lo primero es volver al libro sexy. El libro nacional tiene ese potencial, tenemos una diversidad muy interesante, pero así como la escritura es una herramienta de desarrollo personal a la mano, es también de las cosas más baratas que hay para hacer dentro de las artes. Es algo en lo que la identidad puede ser preservada. No hablo de la globalización como se pensaba antes, sino de cómo se dan en esta globalización las colonizaciones culturales y las formas comerciales. Con el libro la operación es más sencilla. Lo primero que quiero es que nos resulte atractivo leernos.
¿Más uruguayos leyendo uruguayos?
Exacto. Que como lector uruguayo sientas que va a haber algo para vos en la literatura nacional. Después, hay que trabajar en la herramienta, la lectoescritura, y la idea es trabajar con todo el MEC para generar vínculos y ver como puede ayudar el instituto en cosas que son más macro. Y luego, tender alianzas, no solo en el resto de la Dirección de Cultura, sino por fuera del MEC, con los privados, con otros países. Queremos ver cómo se hace en otras partes lo que también se hace acá, salir un poco de la lógica de que resolver lo cotidiano es lo que te va empujando y poder ver más allá. Y reforzar la vocación nacional del instituto.
¿Para que los artistas y trabajadores de la cultura, en el caso de ustedes de las letras, no sientan que es más una Dirección Montevideana de Cultura que una Dirección Nacional?
Sí, eso hay que trabajarlo. Pienso en todos los actores del libro. En el interior hay editores, clubes de lectura, talleres, espacios, librerías, iniciativas importantes. Esos son los actores en el territorio. La idea no es alcanzarles algo, llevarles algo, sino que lo que tienen crezca y se fortalezca. En la industria del libro sos tan fuerte como el eslabón más débil de la cadena, y ahí está toda la informalidad, la dificultad para entender cómo se puede ser sostenible. Que no todo sea a impulso y amor.
¿Al sector le falta profesionalización?
Sí. Y falta tender redes, más allá de que esté la Casa de los Escritores, la Cámara del Libro, pero hay que tender redes más horizontales. Somos pocos. Es sencillo encontrarnos. La profesionalización es un debe. Y en esto de hacer al libro más seductor, nos falta saber cómo pararnos en estas nuevas lógicas. Los chilenos son muy buenos en eso, por ejemplo. Siempre tuvieron una vocación de mirar hacia afuera y saber cómo aplicarlo. Nosotros tenemos autores y autoras que se mueven muy bien en esto de generar contactos, moverse, conectar, conseguir agentes, pero no es lo común.
20250502 Valeria Tanco
Foto: Inés Guimaraens
¿El Instituto de Letras se puede poner en ese lugar?
Eso es lo que tengo más claro en cuanto a cuál tiene que ser nuestra vocación. Este instituto no es productor, sino conector. Su misión es generar un ecosistema saludable de encuentro, de conexión, de resolución de temas, de reconocimientos. También de trabajar por los números y los estudios sobre el sector. Dentro de esto también está la protección del libro nacional, de los derechos del autor nacional.
¿Te preocupa el tema presupuestal? La cultura no es un rubro que goce de los mejores números en ese aspecto, y no parece que este período vaya a ser la excepción.
Por supuesto, te prende una gran señal de alerta. Pero ahí está Maru Vidal trabajando por esto. El tema presupuestal está muy complejo, pero más allá de eso, toda las orientaciones de lo que he dicho son de gestión y de ponerle creatividad a lo que hacemos. Sí, está bien, no hay plata, pero ahí es cuando hay que poner creatividad. Y realmente confío en lo que está haciendo la directora de Cultura para poder generar una mejor situación presupuestal para adelante. Este año es más para ver el panorama y proyectar que para hacer cosas. Porque además ahora tenemos los premios nacionales de las letras, que hay que hacerlos por ley, y eso ya es una inversión muy grande.
Hablando de premios, ¿está en los planes revisarlos? ¿O aumentar su montos?
Quiero trabajar para que los premios nacionales a las letras sean los más importantes del país. Poder jerarquizarlos. Pero con el tamaño que tienen ahora ya implican una inversión muy sensible. Pero sí, mi idea es lograr que tengan ese lugar. Hay un tema económico, por supuesto. Pero también puede haber otras formas de jerarquizarlos. Quizás encontrarlo con el premio Onetti (Ndr: el premio literario de la Intendencia de Montevideo), más que ponerlo a competir, por ejemplo.
A los autores nacionales les suele costar romper las fronteras del país y proyectarse hacia afuera. ¿Es posible revertir eso, que los autores de acá tengan mayor proyección internacional?
Es otra de mis esperanzas, poder ayudar a que eso empiece a ser más sencillo. La primera barrera hoy es de conexión, de estar en el mundo. Eso ya es bien difícil. Vamos a empezar a generar un conocimiento para ver cómo funciona para otros países. Por eso para mí esta última Feria de Buenos Aires fue de gran aprendizaje, porque es la primera vez que voy desde este lugar. Nosotros tenemos que lograr que sea algo rioplatense. Nuestra identidad está absolutamente conectada con Argentina y está bien, no me parece mal que nos sumemos a lo que salga desde allí como un todo. Pero me ocupa el tema sí, lograr esa internacionalización.
¿Sentís que falta apropiación por parte de los lectores uruguayos de su literatura?
Creo que falta mucho trabajo en eso. Nos cuesta entender que es parte de nuestra identidad exportable. Sobre todo a las nuevas generaciones, a las que les resulta muy sencillo decir Benedetti u Onetti, y listo. Ahora también se generó algo con Peri Rossi e Ida Vitale porque el Cervantes, en esto de que todo es mucho más globalizado, incide. Pero creo que no pasa en general. Creo que ni siquiera se tiene mucha idea de qué impacto tienen en otros países los y las autoras uruguayas. Pienso en el caso de Fernanda Trías y su lugar en la literatura internacional, por ejemplo. Así que es un trabajo para hacer, pero no es solo del instituto, es un trabajo que también hace el periodismo cultural, las revistas literarias y el resto de los que participan del ecosistema. Nosotros podemos fomentar y ayudar, pero hay gente que ya está poniendo en valor esto. Tenemos que ir en conjunto.