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2 de agosto 2025 - 1:11hs

El Peñarol de Diego Aguirre empezó a dar nuevas señales de sus viejas costumbres. Aquellas que recuerdan que el sufrimiento forma parte del camino a recorrer, que ganar con los dientes apretados es una buena gimnasia para saber que lo que cuesta vale y, que, en definitiva, también tienen que aprender a sufrir sus equipos para alcanzar las metas.

Peñarol le ganó a Progreso 2-1 en su debut en el Torneo Clausura con una exagerada carga de incertidumbre y la sensación de impotencia, frente a la incapacidad que tuvieron para resolver los aurinegros en el arco rival, porque el exiguo resultado no es fiel con el tono futbolístico expresado por los de Aguirre en el juego desplegado pero que subraya claramente el castigo a tantos goles fallados.

Matías Arezo y Lucas Hernández en Peñarol
Matías Arezo y Lucas Hernández en el debut de Peñarol en el Torneo Clausura

Matías Arezo y Lucas Hernández en el debut de Peñarol en el Torneo Clausura

Dos pelotas en los palos, seis atajadas de Gentilio y otros tantos remates que se terminaron afuera marcaron un estreno tan incómodo como celebrado.

Entonces, el Torneo Clausura empieza a mostrar eso que suele transmitir en cada segundo semestre de la temporada, en el que la necesidad de ganar puntos para evitar descensos, para clasificar a las copas internacionales o para pelear por el título del Campeonato Uruguayo multiplica la capacidad de los débiles, potencia respuestas anímicas, empareja el nivel de la competencia y genera dificultades imprevistas a los poderosos.

Por eso fue una señal muy fuerte para Aguirre que su equipo empezara ganando de la forma en que lo hizo. De atrás, metiendo al rival en su arco, empujando sin el grito de la tribuna (otra característica del Peñarol 2025 que lleva cinco partidos sin público en 31 disputados hasta el momento) y consiguiendo el triunfo que era innegociable.

¿Fue suficiente lo que mostró Peñarol? Para nada, pero empezó a dibujar algunas buenas expresiones.

Matías Arezo en Peñarol vs Progreso
Matías Arezo debutó en su segunda etapa en Peñarol en el partido ante Progreso

Matías Arezo debutó en su segunda etapa en Peñarol en el partido ante Progreso

La atajada del final de Martín Campaña, que salvó el triunfo con una volada espectacular, alivia un arco de Peñarol que está en llamas y que a partir del lunes aumentará la incertidumbre con la llegada de Cortés, golero de la selección chilena.

Javier Cabrera como lateral derecho (con una clara vocación ofensiva) fue una salida elegante para un momento crítico del equipo en el que necesitaba poner más delanteros y reducir la cantidad de defensas. Terminó en un buen ensayo como alternativa en un puesto en el que quedó rengo luego de la lesión que sufrió Pedro Milans, a quien cuidó en este debut pensando en el clásico.

Emanuel Gularte tiene mucho para darle a Aguirre, pero un error condicionó su estreno y terminó en las duchas al finalizar el primer tiempo, como medida preventiva del entrenador cuando recibió tarjeta amarilla y evitó exponerlo a una roja previo al clásico ante Nacional del próximo fin de semana.

Valiente fue la actitud que adoptó el DT con Maximiliano Olivera. El lateral jugó con cuatro tarjetas amarillas previo al clásico. Le salió bien la riesgosa apuesta.

Lo más importante del estreno en el Clausura: empieza a recuperar a Leo Fernández en su mejor versión.

El golazo desde afuera del área es una enorme señal que este equipo pedía a gritos. Ahora bien, tendrá que ajustar las formas y abrir más la cancha. En un pasaje del partido, cuando Progreso se cerró bien atrás, el fútbol de Peñarol ingresó en un embudo por el medio en el que no encontró claridad.

El estreno con gol de Matías Arezo refuerza el ataque de Peñarol que pedía a gritos soluciones como la que aportó en el último minuto del partido, poco ortodoxa, más asociada a la fortuna que a la elaboración refinada, pero que vale un gol y que el hincha celebró de forma especial.

Peñarol debutó con triunfo en el Clausura. No es menor que haya ganado, pero es insuficiente en las formas para lo que tiene que resolver en los cuatro próximos partidos en los que definirá si sigue en carrera por su bicampeonato y avanza entre los ocho mejores de la Libertadores, o se le termina rápido el segundo semestre.

Nacional (sábado 9 de agosto), Racing (martes 12), Boston River (sábado 16) y Racing (martes 19) son una medida muy exigente para resolver en 11 días, con un plantel corto, ajustado y con refuerzos que llegaron a último momento.

En definitiva: sufrir, apretar los dientes y ganar en la hora. En esas anda Peñarol en su montaña rusa que en las próximas dos semanas hará que este semestre sea placentero o una tortura.

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