Más de 16.000 maestros —casi la totalidad de quienes votaron en las asambleas técnico docente de mitad de año— apoyaron que las vacaciones de invierno sean de dos semanas. Lo justificaron en la necesidad de una desconexión neurocognitiva, en repensar el segundo semestre, en las bajas temperaturas en escuelas con pocas condiciones. Por lo bajo —sin votación mediante— algunos docentes plantearon que se debería tener a un calendario “más flexible”. O hacer “pausas cortas estratégicas” para prevenir el agotamiento. ¿Llegó el momento de reducir el receso de verano y reacomodar el almanaque escolar?
Las autoridades educativas todavía no definieron el calendario oficial, pero saben que el año que viene tienen una oportunidad que no se da todos los años. ¿Por qué? Los feriados de carnaval caen a mitad de febrero. Bien podrían iniciar los cursos el miércoles 18 o —si se prefiere no interferir con los intereses del sector turístico—, el lunes 23 de febrero. Con solo ese cambio —que apenas implica modificar algunas fechas de elección de cargos, dado que los maestros por normativa ya están a la orden— podrían jugar con una readecuación del almanaque.
Pero la razón fundamental no está en la cantidad total de días de clase —de hechos las asambleas técnico docente cuestionaron que esa es una “agenda” impuesta por organismos multilaterales y al servicio “del sistema capitalista”—, sino el bien supremo de los niños.
Lo dice la ciencia: los estudiantes uruguayos tienen, en promedio, 12 semanas de vacaciones de verano. Es el doble de receso estival que sus pares de Reino Unido, Suiza o Alemania. Un estudio de la Facultad de Psicología de Uruguay evidencia que, durante ese “largo” paréntesis lectivo, los alumnos descienden sus habilidades matemáticas. Y entre los hijos de madres con menos nivel educativo —léase en esos hogares con menos estímulos para el aprendizaje— el “reseteo del verano” es todavía mucho mayor.
“Reseteo del verano” es una de las traducciones al español del término estadounidense “summer loss”. En la literalidad significa “pérdida de verano”, pero los neurocientíficos lo expresan como una especie de “borrón” tras demasiadas semanas de desescolarización o falta de estímulos que predispongan el aprendizaje (en sentido amplio).
La matemática es una forma más en que se expresa la desigualdad que atraviesa ese receso por más “escuelas de verano”. Cuando los niños y niñas vuelven al aula “sus tasas de aprendizajes (en matemáticas) son inferiores a las vistas durante el período escolar para todas las tareas que se evalúan”, afirma la tesis del psicólogo Pablo Araújo. Pero lo más interesante es que en las tareas simbólicas (esas que combinan números, letras y signos como la suma o la resta), los hijos de madres menos educadas tienen un descenso mucho más marcado que los hijos de madres con algo más de educación. Aunque todos los niños estén matriculados en la misma escuela, vivan en el mismo barrio y tengan la misma edad.
Pareciera que el aula, mientras está activa, hace avanzar a los alumnos a un ritmo similar. Pero en el corte del verano, los niños de hogares con menos estímulos educativos (por eso se toma el nivel educativo de la madre) quedan bastante más rezagados.
Los docentes lo saben sin evidencia, lo comprueban en ese primer mes de nivelación que muchas veces les exige. Un mes que, si las clases en 2026 empiezan recién el lunes 2 de marzo, termina con una semana de descanso a partir del último fin de semana de marzo (por Turismo).
La exdirectora y consejera de Primaria, Irupé Buzzetti, recuerda que “la semana de Turismo es intocable en Uruguay, cuando en países como Argentina tienen libre solo el viernes. Es una semana de corte ni bien empieza el año lectivo. Y aunque la feria escolar es solo en enero, en la práctica se extiende a casi todo febrero. Por lo cual se piensa más en los adultos (o en unos adultos) que en el interés superior del niño”.
Buzzetti no es una voz cualquiera en este asunto. Ella fue una de las principales impulsoras de la extensión de la cantidad de días lectivos (para alcanzar el mínimo anual de 185), se peleó con los sindicatos (pese a haber sido referente sindical) por bajar las vacaciones de invierno a una semana, y fijó que las clases inicien el primero de marzo salvo cuando cae fin de semana o cambio de gobierno.
—Claro que hay que consultar los cambios con los docentes, y con seguridad te respondan que no están de acuerdo. Te vas a comer uno o dos paros. Pero, insisto, lo más importante es pensar qué es lo que necesita el niño.
El hoy presidente del Codicen, Pablo Caggiani, apoyó los mismos cambios que Buzzetti cuando era el consejero en representación de los docentes. En ese entonces también tuvieron en cuenta la realidad de otros adultos “olvidados”: los padres que no tiene dos meses de vacaciones y una casa afuera para que los niños se entretengan durante todo el verano. O que no tienen hermanos con quien jugar. O que viven en sitios inseguros.
—El verano educativo (hoy escuelas de verano) no tiene un nivel de cobertura para reducir el problema de fondo. Y un niño que está todo enero y febrero en la calle, a la deriva, necesita el marco escolar. No es solo un tema de aprendizajes, es por su propio bien, por su protección —, Buzzetti, pese a haberse llamado a silencio tras su jubilación, insiste en el tema porque nota que “pocos reparan en el daño de fondo”.
El concepto que introduce la exdirectora de Primaria va más allá de la pérdida de aprendizajes que, según estudios internacionales, podría matizarse con estrategias como las plataformas adaptativas. En Taiwán les dio resultados tras analizar más de 70.000 estudiantes.
Hay colegios privados que empiezan las clases antes y luego tiene dos semanas libres en julio. O bien acomodan los cinco días de asuetos. ¿Por qué eso mismo no puede aplicar a los centros públicos?
La pregunta quedó solapada en la síntesis por centros de la última ATD, cuando varios colectivos insistieron en la “autonomía” para tomar decisiones según su realidad, su comunidad, su proyecto.
¿Cómo debería organizarse la escuela? A la subsecretaria de Educación, Gabriela Verde, le parece una pregunta “más trascedente y profunda que la discusión sobre ‘competencias sí o no’”. Porque según ella, que preside de manera rotativa el Consejo de los Derechos del Niño, “los aspectos administrativos y curriculares tendrían que estar al servicio del derecho al acceso al conocimiento y no al revés”.
Eso, explica Verde, vale para otras discusiones: ¿conviene que el turno escolar de la mañana empiece más tarde para que los niños duerman lo suficiente? ¿Se debería extender los comedores a todos los centros educativos bajo la lógica que es un espacio educativo en sí mismo y no solo la satisfacción de una necesidad básica?
En ese sentido, la maestra y exdirectora insiste en que el debate debe darse y, en él, “es necesario incluir los aspectos administrativos, las elecciones de cargo, los recursos y lo pedagógico”. Hace una pausa y enfatiza: “¡Lo pedagógico!”