“Señor, ¿tiene carne de chivo?”, consultó en plena madrugada invernal de 1946 una turista –que por su acento pudo haber sido una cordobesa, mendocina o chilena– cuando llegó al restaurante El Mejillón en Punta del Este. “No, pero usted no se me va sin comer algo”, le respondió el dueño del lugar, Antonio Carbonaro, que, vestido de chef, improvisó un sándwich en pan caliente enmantecado (roseta) con una feta de jamón y un churrasco de lomo a la plancha. “Muchachos, hemos inventado un plato rápido, al que vamos a llamar ‘chivito’, porque fue lo que solicitó la señora”, dijo a sus empleados el propietario del lugar. No se imaginó que, en realidad, estaba adelante del bocado que más éxitos en venta le daría en su vida.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá