Gregorio Pérez y los hinchas en pleno quinquenio

Fútbol > ENTREVISTA A GREGORIO PÉREZ

"El quinquenio es algo muy íntimo, especial para mí"

El exentrenador aurinegro recordó los 20 años del histórico logro, con anéctotas vividas con José Pedro Damiani, Maradona, Máspoli y los hinchas
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13 de noviembre de 2017 a las 05:00

El domingo se cumplieron 20 años de haber conseguido el quinquenio con Peñarol. ¿Recuerda cómo llegó?

En 1990 el contador (José Pedro Damiani) había ido al Mundial de Italia invitado por la AUF y yo era el ayudante del Maestro Tabárez en la selección. Entablamos una relación, y una noche visitó la concentración de Veronello. Tomamos un café y me preguntó por mi futuro. Yo le dije que se terminaba mi contrato con la AUF y quedó pensativo. Me dejó la sensación de que en un futuro quería llevarme a Peñarol.

Y poco después, se dio.

En 1993, después de dos años en Gimnasia de La Plata, me llamó para llevarme a Peñarol. Fue un día muy especial para mí por dos cosas: porque se trataba de un grande de mi país, y porque es el club del que fui hincha toda la vida.

¿Cómo era trabajar con el contador Damiani?

Con Damiani entablamos una relación bárbara. Tener el respaldo de un presidente como él, con el poder que tenía, era muy importante. Era muy ejecutivo y empezamos a formar al Peñarol del quinquenio. Conocí a un gran dirigente y fue una experiencia muy rica. Él fue el puntapié inicial y el alma mater del quinquenio.

¿Cómo empezaron?

La primera decisión que tomamos fue armar el plantel. Damiani quería al colombiano (Jorge) Cruz Cruz. Me insistía con traerlo porque le estaba yendo muy bien en Huracán de Argentina. Pero costaba un disparate. Eran US$ 600 mil, entonces lo encaré al presidente y le dije: 'Contador, no gaste esa plata, vamos a recuperar a (Gabriel) Cedrés', quien venía de una operación. Y él me contestó: 'No, a Cedrés se lo vamos a dar a préstamo a Rampla por el pase de Marcelo Otero'.

Casal había apoyado y votado al presidente Damiani en las elecciones de 1993.

Casal tenía muchos jugadores para llevar a Peñarol. Darío Silva, por ejemplo, no jugaba en Defensor Sporting. Yo seguía tratando de convencer a Damiani: 'Está bien. Traigamos a Otero, pero vamos a recuperar a Cedrés de 9'. Terminó siendo goleador de la primera rueda de aquel campeonato.

Eso lo llevó a Argentina.

Claro. Peñarol realizó la venta más cara de su historia hasta ese momento cuando vendió a Cedrés en US$ 1.200.000 a Torneos y Competencias, que era el espónsor de Argentinos Juniors, y se lo cedió a ellos. Ahí recuerdo que el contador un día me dijo: "Usted me hizo ahorrar US$ 600 mil (por no contratar a Cruz Cruz) y ganar US$ 1.200.000".

Pero usted también llevó a Peñarol a Pablo Bengoechea.

A Pablo le habían hablado de Nacional y él dijo que si yo estaba en Peñarol, iría a jugar a Peñarol. Llegó a Peñarol y le firmaron un contrato no muy largo, por pocos meses. Pero al poco tiempo, se dieron cuenta de lo que valía como futbolista y se lo renovaron. Lo conocía bien porque lo había dirigido en Wanderers, lo había tenido en la selección y en Gimnasia, antes que llegara a Peñarol. Después pudimos contratar a Lucho Romero; no fue fácil, pero se lo pudo traer.

Hoy se habla de las inferiores del club, pero ya en aquella época fueron importantes.

El contador apoyaba mucho en ese período de 1993 a 1995 y después cuando volví en 1997. De las inferiores jugaron 14 jugadores que después, más del 50% fueron transferidos. Los habían formado (Jorge) Fossati y (Juan José) Duarte. Entonces fueron ascendidos al plantel principal Antonio Pacheco, Federico Magallanes, Gonzalo De los Santos, Martín García, Nico Rotundo, el Popi Flores, que debutó en un clásico y ganamos con 10 hombres.

¿Qué recuerdos tiene de aquel partido?

Me acuerdo que Roque (Máspoli) entró al vestuario y me dijo: "Quedate tranquilo que este te va a responder. Más allá de que es un botija, que hoy debuta y que estamos con un hombre de menos, Peñarol tiene esas cosas". Lo recuerdo clarito. Me tomó de un hombro y me dijo: "En estos momentos difíciles, históricamente Peñarol saca fuerzas de donde no se sabe para lograr cosas increíbles". ¡Y así fue! ¡Popi Flores fue un fenómeno! Hablaba mucho con Roque, era un gran consejero. No le gustaba que se supiera que daba consejos, pero era un verdadero fenómeno. Esas cosas me ayudaron a crecer, son cosas que uno supo capitalizar en su carrera. También me acuerdo que Chiquito Mazurkiewicz me dijo un día: "Jugátela por él que tiene futuro". Son recuerdos imborrables de aquel Peñarol en el que todos ayudaban en lo que era un gran grupo.

Los resultados clásicos lo acompañaron mucho a usted.

Cuando llegué a Peñarol era para revertir la historia y ganar un clásico. Estábamos deseando que llegara ese partido contra Nacional. Era mi primer clásico y el de varios futbolistas. Lo ganamos 1-0 con gol de penal de Pablo (Bengoechea), y nos dio una felicidad bárbara y una tranquilidad para el futuro que fue súper importante porque Nacional hasta ahí venía con una hegemonía importante en los resultados. Por eso, para mí ese clásico tuvo una relevancia singular.

¿Qué otros recuerdos del quinquenio le vienen a la cabeza?

Un montón. Es difícil elegir. La final de 1994 contra Defensor Sporting con el gol de Darío Silva en la hora fue muy lindo. En 1995, recuerdo que jugamos cuatro clásicos en 10 días. Perdimos la final del Clausura por penales, después ganamos 1-0, perdimos 2-1 y en la finalísima, vencimos 3-1. Haber dado la vuelta olímpica ante el tradicional rival, fue notable. Nacional tenía un buen equipo: lo dirigía el Chino Salva.

Gregorio Pérez
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Después, por los buenos resultados, fue contratado por Independiente y casi enseguida se fue a Cagliari de Italia.

Fueron unas experiencias bárbaras que me las permitió Peñarol. En Argentina, el fútbol es muy competitivo, era la época del 1-1 (1 peso argentino era igual a 1 dólar) y los jugadores no se iban, se quedaban en los clubes. Después de un corto período en Independiente me fui a Cagliari. El presidente me quería basado en todo lo muy bueno que había hecho el Maestro Tabárez, que se fue a Milan, y Casal fue trascendente para que llegara. Fui a un fútbol en un momento que en ese entonces no iba nadie; en esa época la italiana era la liga más importante del mundo. Aunque no estuve mucho tiempo, me gusta recordar las cosas positivas que tuve allí.

¿Cómo fue el retorno a Peñarol en 1997?

Jorge (Fossati) se fue tras ser campeón en 1996 y la Liguilla la dirigió (Alejandro) Botello. Damiani había tenido un accidente y estaba internado. Me llamó y lo fui a ver al sanatorio. "Quiero que vuelva", me dijo. Al otro día, Juan Pedro (Damiani) y (Enrique) Badano me citaron de mañana y me ofrecieron volver. Ahí concretamos mi regreso.

El último día del período de pases de ese año se produjo la mayor sorpresa: llegó Juan Carlos De Lima a Peñarol a pedido suyo.

Fue una sorpresa porque todos esperaban que llegara (Diego) Maradona, de quien se había hablado durante todo aquel febrero de 1997. Había tenido una reunión con los jugadores diciéndoles que me habían dicho que iba a venir Maradona, que estaba todo arreglado. Ellos me dijeron que viniera, que no había problemas. Era un hecho. Incluso un día me llamó Fernando Niembro y me hizo una nota por radio desde Buenos Aires porque íbamos a contar con Maradona. Incluso me puso al aire con el propio Diego. Solo faltaba la firma. Pero por la tarde, me enteré que se enojó porque escuchó una nota de Juan Pedro Damiani, y entonces no se hizo el pase.

Y se arregló lo de De Lima.

De noche hablé con el Vasco (Aguirregaray) y Pablo (Bengoechea). Quería tener un 9 suplente para Luis Romero, porque Zalayeta, que había llegado, era un gran jugador, pero muy joven. Hacía ocho meses que De Lima no jugaba en Defensor. Hablé con él y le dije que hablaría con el contador y quedó loco de la vida. El contador Damiani me dijo: 'Vio el lío que se armó con Maradona, no viene'. Le contesté: 'No se preocupe, tengo todo arreglado con De Lima'. Y casi no me dejó terminar de hablar: '¡No! ¡Hace mucho tiempo que no juega!'. Y agregó: '¡Van a decir que íbamos a traer a Maradona y vamos a traer a un jugador casi retirado!'. Y siguió: 'Además, ¿cuánto quiere ganar?'. Pero al final, arregló enseguida. Hablaron con él y le dijeron que quería que fuera a las 15 para Los Aromos. Cuando Damiani llevó el nombre de De Lima al consejo directivo, todos quedaron mudos: '¿No íbamos a traer a Maradona?', le preguntaron a coro.

Al final, De Lima terminó siendo determinante en el logro del quinquenio.

Fue fundamental, sí. Teníamos un plantelazo con jugadores como Zalayeta y el Patito Aguilera en el banco de suplentes. Había un sentido de pertenencia bárbaro; hasta los que llegaban lo sentían de entrada.

Llegó un punto de inflexión en aquel campeonato de 1997 en el que todo parecía imposible.

Es que como se habían dado algunos resultados, teníamos que ganar ocho partidos seguidos para llegar a las finales y además, esperar que Defensor tuviera algún tropiezo. Cómo será que en ese último mes concentraba a todo el plantel, incluso a los lesionados, porque todos querían estar aportando desde donde fuera. Era un grupo bárbaro, todos comprometidos con la causa. Se pensaba nada más que en Peñarol. Hubo otros hechos que nos unieron más a todos y con la gente, con el hincha, como el conflicto que hubo con la prensa. Fue un golpe de convicción de que se podía lograr. Y así empezamos ganando uno, dos, tres, hasta llegar a los ocho.

El recordado partido entre Nacional y Defensor del gol de Juan Ramón Carrasco, ¿lo vio? Si empataban los violetas, se terminaba el quinquenio.

No lo escuché. Veníamos de ganar el clásico 4-3 luego de ir perdiendo 3-1 en una de las alegrías más grandes que pude vivir. Veíamos que era difícil que Nacional le ganara a Defensor, al que incluso un empate le servía. Fui al cumpleaños del hijo de un jugador del plantel y me acosté a dormir la siesta en mi casa. Me levanté y vi que parte de mi familia estaba escuchando el partido y yo me aparté. Al rato empecé a escuchar gritos de alegría, y mi esposa me avisó que había ganado Nacional. No lo podía creer. No es que dudara de la lealtad del futbolista, que por otra parte, quedó demostrada, pero era casi imposible. Ahí tuvimos el convencimiento de que éramos campeones.

Pocos días después tuvieron que jugar un desempate ante Nacional para ir a la final contra Defensor, perdían 2-0 y ganaron 3-2.

Era impensado que pudiéramos perder. Estábamos muy unidos, muy compenetrados y por más que perdíamos, sabíamos que ese partido lo íbamos a ganar. Se lesionó Romero, entró De Lima y puso el 3-2 que nos llevó a la final. Ese clásico y el del 4-3 fueron inolvidables. Ganamos muchos clásicos en ese lapso, pero esos dos y el primero de 1993, fueron los principales, no tanto por lo futbolístico, sino porque en los dos primeros se dieron hechos históricos y además, por lo emocional, por las remontadas. Recuerdo lo que era la gente. Son cosas imborrables.

¿Cómo lo vive hoy a 20 años?

Es algo que perdura en el tiempo y las generaciones que vivieron esa época no se olvidarán más. Tuvimos jugadores increíbles en todos los puestos. Siento que aporté un granito de arena al club del que era hincha desde chico.

¿Es algo que lo emociona con el tiempo?

El quinquenio es algo muy íntimo, muy especial para mí. Sobre todo, por lo que despierta aún hoy en el hincha de Peñarol que me para por la calle, me saluda como si aún siguiera en el club. Eso no hay con qué pagarlo. Antes de irme a Cagliari en 1996, un año antes de que ganáramos el quinquenio, fui al estadio a ver a Peñarol contra Rampla. Yo estaba en la América. Al final, los jugadores fueron hasta la orilla de la platea a saludarme, Lucho Romero tiró la camiseta y los hinchas me la subieron desde allí hasta donde estaba yo. Me removió los sentimientos. Todo el estadio coreaba mi nombre, eso me movió el piso. Fue un masaje al alma, sentir el reconocimiento de la gente.

Todo está relacionado con mi forma de ser y el agradecimiento eterno que tengo con Peñarol.

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