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"Las dolencias físicas y psíquicas de CFK impactaron en su forma de gobernar"

El autor del libro sobre la salud de la presidenta Argentina explicó aspectos de la enfermedad que padece. Vea la entrevista
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13 de noviembre de 2015 a las 12:27

Médico al fin, además de periodista, Nelson Castro tiene una particular afición por indagar en las patologías de líderes y mandatarios. Su libro, Enfermos de poder, trataba precisamente de esto, y en su recientemente publicado Secreto de Estado, se dedica a analizar las circunstancias de salud que atravesó Cristina Kirchner durante sus dos mandatos, y cómo esto impactó en sus decisiones de gobierno.

Con estilo pedagógico, el conductor de las mañanas de Radio Mitre y las tardes de TN describe en su libro términos como "Síndrome de Hubris", "atrofia fronto parietal", "sigmoiditis", "diverticulitis" y otras patologías, relacionando sus síntomas y efectos con las conductas, declaraciones y acciones políticas que protagonizó la Presidenta.

También le dedica un capítulo a la Unidad Médica Presidencial, y al increíble error de diagnóstico que derivó en la extirpación de la glándula tiroides en enero de 2012, "una cirugía innecesaria, ya que la Presidenta no padecía un cáncer", cuenta a 3Días.

¿Por qué algo del ámbito íntimo como la salud de la Presidenta merece ser analizado en un libro?

- Yo creo que la salud de los mandatarios es cuestión de Estado. Y por eso los ciudadanos deberíamos conocer la historia clínica de los candidatos, y ellos deberían presentarla, así como hoy están obligados a presentar su declaración de bienes privados. Entiendo que se debe respetar la privacidad de las personas, pero en el caso de la Presidenta, sus dolencias físicas y psíquicas han impactado en su forma de gobernar.

¿Usted accedió a los datos clínicos de Cristina Kirchner?

- Las historias clínicas están protegidas por la confidencialidad en nuestro país, así como existe el secreto médico. Para escribir el libro me basé en fuentes cercanas a los profesionales que la atendieron, y en declaraciones de quien fuera su psiquiatra, Alejandro Lagomarsino, fallecido en 2011, al colega Franco Lindner de la revista Noticias. Él fue quien diagnosticó su bipolaridad.

¿Qué dolencias afectaron a la Presidenta durante su mandato?

-La bipolaridad, que es un trastorno caracterizado por ciclos marcados de depresión y euforia. En el libro cuento episodios en los que, en la fase eufórica, la Presidenta hizo declaraciones y tomó decisiones marcadamente agresivas. Y en la fase depresiva, se recluyó durante varios días, incluso semanas, en las que no hizo pública ninguna decisión de gobierno.

También se habló de síndrome frontal cuando la Presidenta golpeó su cabeza en una visita al Instituto Leloir. ¿Qué consecuencias tiene?

- Efectivamente; en junio de 2011 la Presidenta sufrió un golpe en la cabeza durante un acto y fue llevada al Sanatorio Otamendi. Allí las imágenes de la tomografía computada mostraron una atrofia frontal y parietal bilateral. El rasgo característico de este síndrome es que la memoria se mantiene intacta, pero la personalidad y la conducta sufren alteraciones. Se pierde la capacidad de empatía, con lo que la persona puede parecer egoísta e insensible, y se pierden inhibiciones, por lo que pueden comportarse en forma muy extrovertida o inadecuada.

¿Y qué implica el síndrome de Hubris, que también dio que hablar...?

- El síndrome de Hubris es la enfermedad del poder. Lo suelen padecer quienes llegan a una alta jerarquía y nivel de responsabilidad, en cualquier ámbito, no sólo político. También artístico, profesional o gremial. La persona se siente el centro del universo, cree que las opiniones divergentes se deben a la ignorancia o la malicia, y toma medidas sin evaluar ni consultar a nadie.

¿Esto es invalidante para gobernar?

- No, de hecho personajes históricos como Winston Churchil y Franklin D. Roosevelt la han padecido. Y más recientemente, Richard Nixon, George W. Bush, Margaret Thatcher y Tonny Blair.

¿Y qué pasó con la operación de tiroides en 2012, aparentemente innecesaria?

- Absolutamente innecesaria. Se le extirpó la tiroides por un cáncer que nunca existió, por un increíble error de diagnóstico. La Presidenta tenía nódulos que no eran cancerosos, y por lo tanto no era necesario operar. Aquí quedaron en evidencia los manejos equivocados de los integrantes de la Unidad Médica Presidencial, que no pidieron una segunda opinión médica, cuando es de manual hacerlo y en la Argentina tenemos excelentes especialistas en patologías tiroideas.

¿Por qué cree que se descuidó la salud de Cristina poniendo en riesgo la gobernabilidad del país?

- Hubo un total desmanejo en este tema. La Unidad Médica Presidencial estuvo dominada por la intriga, los altibajos anímicos y el temor a reacciones imprevisibles de la Presidenta, a quienes mis fuentes médicas describen como una paciente difícil de tratar. También creo que el secretismo y la falta de información contrastan con lo que habitualmente ocurre en otras democracias, en las que se brindan partes médicos detallados y se habla abiertamente del estado de salud de los presidentes. Recuerdo, en mi estadía como becario en los Estados Unidos en los años 80, que al presidente Ronald Reagan le detectaron un pólipo canceroso en el colon. Y de inmediato se armó una cobertura periodística impresionante, en la que los médicos presidenciales salieron a explicar con claridad la afección, así como los procedimientos y tratamientos que se aplicarían al Presidente.

En la Argentina, el que un médico revele detalles de la salud de su paciente iría en contra del secreto profesional...

- Acepto la polémica. E insisto, la salud de los jefes de Estado es una cuestión de interés público. No haría un libro sobre la salud de Matías Alé o de algún otro famoso. Y tampoco escribí sobre las distintas dolencias que padecieron sus hijos, por ejemplo, porque no es una cuestión pública como lo es la salud de una mandataria.

¿Por qué decidió publicar este libro ahora que la jefa del Estado está finalizando su gestión?

- Justamente por eso, porque mientras está en ejercicio de sus funciones, su salud tiene interés público. En cuanto deje su cargo, será nuevamente una cuestión privada. Estuve recopilando y analizando información durante mucho tiempo. Pero no estaba seguro de si era conveniente publicarla, más allá de que en mis columnas periodísticas hablé de muchos de los temas que aparecen en el libro, y fui muy atacado por ello. Pero también están los que me critican por no haberlo publicado antes.

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