¿Qué tan justo puede ser el consumidor en el momento de decidirse por uno u otro producto?

Todos somos personas consumidoras. En nuestra sociedad el consumo está muy presente y prácticamente es un acto diario que realizamos de alguna u otra manera. Ya que gastamos dinero en adquirir todo tipo de productos, ¿por qué no hacerlo colaborando con un sistema de comercio que sea más sostenible y más justo para todos los implicados? 

Cada vez es mayor la brecha que existe entre países ricos y países pobres. Esta gran desigualdad se traslada directamente al ámbito del comercio: hoy en día, en la cadena comercial tradicional existe una gran diferencia entre el precio que los consumidores pagan por un producto y el dinero que reciben los productores que lo realizaron. En la cadena de Comercio Justo es mucho más alto el porcentaje del precio final que se destina al pago de las personas productoras.

Esto se hace de forma de promover el cambio de la desigualdad a nivel global, de una forma que dignifique el trabajo y permita el desarrollo de los países más empobrecidos. No es beneficencia, es apostar al cambio brindando las herramientas necesarias para que esto sea posible. El camino del Comercio Justo es un método sencillo y directo que permite al consumidor final jugar un rol muy importante en la redirección de la riqueza hacia los países más desfavorecidos a través de la suma de pequeños actos de consumo diario. Este tipo de Comercio, que nació alrededor de los años 60, es un sistema en el que se brinda un canal de venta protegido y estimulado, que ayuda a los productores en desventaja a potenciar sus capacidades, bridándoles los conocimientos necesarios para entrar en los grandes mercados. Esto se logra generando condiciones comerciales más ventajosas, entre las que se encuentran el pago de precios más razonables por los productos, la recaudación de fondos destinados a financiar proyectos de desarrollo comunitario, anticipos de dinero para realizar las producciones y el establecimiento de relaciones comerciales estables y duraderas.

En la actualidad, el Comercio Justo es un mercado alternativo, pequeño pero significativo. En Europa hay alrededor de 65.000 establecimientos que además de su oferta habitual incluyen productos de Comercio Justo. Estas cadenas sobre todo se ven en los países del primer mundo que son los que tienen más opciones tanto económicas como de ofertas, para elegir en qué quieren gastar su dinero.
Para poder distinguir estos productos dentro de la oferta habitual, es necesario comprobar que en los envoltorios lleven una serie de sellos en forma de distintos logotipos. La función de estos “sellos” es determinar que los productos que los llevan, han sido auditados y cumplen con los estándares genéricos de Comercio Justo. Las organizaciones encargadas de proporcionar este tipo de “sellos” son las responsables de controlar que todos los principios de Comercio Justo se cumplan dentro de las empresas que los producen.

Este tipo de certificaciones buscan informar y concientizar a los consumidores del poder real que tienen para cambiar el mundo solamente estando atentos a la hora de comprar. Por el momento en nuestro país, Manos del Uruguay es la única empresa que cuenta con este tipo de sello perteneciente a la World Fair Trade Organization-WFTO (Organización Mundial de Comercio Justo). Afortunadamente, poco a poco se están dando pasos en esta dirección.  Es importante comunicar y enseñar a los consumidores que existen otro tipo de alternativas y de la responsabilidad que tenemos todos a la hora de elegir lo que consumimos. Lo más importante es no olvidar que una pequeña decisión a la hora de comprar puede significar un gran cambio en la vida de muchas personas.