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A 6 kms de Pando, le carnean una vaca por mes

Carlos Colla ya no sabe cómo hacer para que pare el drama de los robos en su campo: una vez volvía de la playa, los vacunos estaban nerviosos y era porque se habían llevado 12 lechones
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23 de octubre de 2020 a las 16:35

El 30 de diciembre de 2019, cuando volvía desde la playa al campo donde vive y produce, Carlos Colla notó a los vacunos nerviosos y enseguida se dio cuenta del motivo: había existido un movimiento inusual en el establecimiento, dado que algunos delincuentes (uno solo nunca pudo hacerlo) se robaron una docena de lechones, aprovechando la ausencia de los dueños de casa. Obviamente la fiesta por el cambio de año tuvo un buen toque de amargura para la familia.

Antes de ese robo Carlos debió soportar otros, de modo aislado, cada tanto, pero este 2020 lo recordará especialmente y no solo por la pandemia por covid-19, lamentablemente lo recordará porque "la cosa se puso bastante peor con las carneadas”, según contó: “Desde enero me han faenado en el campo seis vacunos, casi uno por mes y otro me lo llevaron de a pie, cortaron los alambrados y se lo llevaron de tiro”.

Cada vacuno perdido, con sus 500 kilos de peso promedio, significa una pérdida de al menos US$ 800 a US$ 900, estimó. Y a lo material, que no es poco, se le suma el impacto anímico que se tiene cada vez que se levanta y encuentra restos de cuero, huesos y tripas de un animal en algún potrero.

“Yo hago las denuncias, tengo fotos de toditas las carneadas que me hicieron… creo hace falta sí más patrullaje en la zona, eso si se soluciona seguro ayudará, pero la verdad es que ya no sé qué hacer", dijo, aclarando que es algo que le ha pasado a varios vecinos que se han estado reuniendo por esta problemática que lejos de solucionarse se agrava.

"Ahora me voy a gastar unos cuantos dólares para poner cámaras de vigilancia a ver si con eso se arregla algo, pero no sé; al menos lo vamos a intentar”, contó a El Observador, con evidente amargura.

El último ataque, hace unos pocos días, fue como los anteriores: “Dejaron los esqueletos”, lamentó. Se llevan los cortes, saben lo que hacen, es una faena como si se hiciera en un frigorífico.

Carlos posee un emprendimiento ganadero de porte familiar en un predio, entre tierra propia y otra arrendada, de unas 100 hectáreas, a solamente 6 kilómetros de Pando, en Canelones, próximo a las rutas 7 y 75.

Llegó a tener 2.000 cerdos y cientos de vacunos. Hoy tiene 500 de los primeros y algo más de 100 de los segundos. Por varios motivos: “Yo me jubilé hace tres años cuando tenía 70, tengo a mis hijas que por ellas es que sigo adelante, una es veterinaria y otra administradora de empresas, cada vez es más difícil encontrar gente para trabajar, no siempre hay rentabilidad en la empresa y además de eso están los robos que te complican… si en un año te matan un novillo por mes, como me está pasando, ahí se te va la ganancia”.

Antes de cerrar la charla para enviarle al periodista algunas de las fotos vía Whatsapp, Carlos dijo: “La verdad, es terrible salir al campo y encontrar lo que se puede ver en esas fotos, no sé cómo explicar lo que uno siente, solo al que le pasa lo puede saber”.

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