Eduardo Espina

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The Sótano > OPINIÓN

Adiós al mundial de 2030

Ni Argentina ni Uruguay están en condiciones de organizar una fiesta mundialista del fútbol dentro de 12 años
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30 de noviembre de 2018 a las 05:02

La FIFA elige las sedes de los mundiales con varios años de anticipación y raras veces toma riesgos a la hora de las decisiones. En tiempos modernos post segunda guerra mundial, en solo tres ocasiones se metió en camisa de once varas, y en todas ellas el escenario fue Sudamérica: cuando eligió a Chile como sede del mundial de 1962; cuando se realizó el mundial de 1978 en Argentina; y en 1974, cuando Colombia fue elegido país anfitrión del mundial de 1986, aunque estaba visto de antemano que la elección había sido un error. Cuatro años antes de esa fecha, en noviembre de 1982, Colombia informó que no tenía los fondos para cumplir con los requisitos impuestos por la FIFA, por lo que el mundial terminó disputándose en México. 

Otra fue la historia cuando en 1954 Chile anunció que quería ser anfitrión. Muchos pensaron que era una utopía difícil de cumplir en la realidad pero, dando una extraordinaria muestra de tenacidad, disciplina y organización, algunos Quijotes del país trasandino llevaron adelante el proyecto, luego de obtener 19 votos más que Argentina en la reunión plenaria de la FIFA para elegir sede. Hay una excelente serie, 62: Historia de un mundial, realizada por TVN de Chile sobre la historia de ese mundial, cuyos cuatro capítulos pueden verse en YouTube.

A la Argentina se le concedió la organización del mundial de 1978 en reunión realizada en Londres en 1966. Cuando los militares argentinos dieron el golpe de estado, la sangre se les congeló a los dirigentes de FIFA. Desde el 24 de marzo de 1976, día del golpe, hasta el 25 de junio de 1978, día en que se disputó la final entre Argentina y Holanda, la controversia respecto a los posibles escenarios negativos que podrían darse en el contexto político del país anfitrión dio la vuelta al mundo varias veces. Las historias sobre la verdadera historia de ese mundial no han sido contadas en su totalidad y ameritan nuevas investigaciones periodísticas o literarias, las que casi siempre terminan siendo la versión definitiva de los hechos. La FIFA sudó sangre y rápidamente cambió de página, dejando en claro que cualquier tipo de tensión política y social sería suficiente razón para cancelar un mundial. Todavía no se ha dado dicho escenario, por la sencilla razón de que el organismo mundial de fútbol considera todos los detalles centrales a la hora de elegir un país sede.

A la Argentina se le concedió la organización del mundial de 1978 en reunión realizada en Londres en 1966.

A principios de esta semana, Gianni Infantino, presidente de FIFA, regresó a Europa tras pasar unos días en Argentina. Durante su estancia, según se supo, recibió insultos y fue testigo presencial del bochorno a raíz de un hecho violento ocurrido en las inmediaciones del estadio donde se disputó la final de 1978. El suizo-italiano, que tiene sonrisa de cura divertido y la frialdad de un verdugo de la Inquisición, debe haber pensado durante las largas horas del viaje de regreso a su país en la incambiable barbarie que sigue reinando en estos alejados parajes del mundo. Si leyó esa obra maestra que es Facundo o Civilización y barbarie, habrá podido comprender por qué Domingo Faustino Sarmiento es el gran escritor argentino del siglo XIX, y por qué sus ideas siguen tan vigentes como un siglo y pico atrás, aunque hoy en día vamos en reversa: con más barbarie que civilización. 

¿Cómo es aún posible que en un país tan culto literariamente como Argentina, yo diría el más culto de toda América Latina, al que le sobran genios originales como Sarmiento, José Hernández, Oliverio Girondo, Roberto Artl y Jorge Luis Borges, puedan darse actos propios de una chusma iletrada y homicida como el ocurrido el sábado pasado en las calles de Buenos Aires cercanas al Monumental? En el cuento El matadero (por cierto, escrito en Montevideo), Esteban Echevarría, otro genio innovador, da una respuesta categórica, perdurable. La literatura siempre se adelanta a todo. Tal vez porque nadie conoce el alma humana mejor que ella.

Argentina y Uruguay, con un invitado de piedra, Paraguay, quieren organizar el mundial de 2030. Semanas atrás me tocó ver el partido final entre Peñarol y Nacional en el exterior con un grupo de profesionales que nunca visitó Uruguay y que sabe poco sobre nuestra realidad y peculiaridades. Me dio vergüenza tener que explicarles las medidas de seguridad que había en el estadio Centenario para intentar minimizar los enfrentamientos entre las hinchadas de los equipos y que quedaban evidenciados en los espacios vacíos en la tribuna Olímpica. 

Argentina y Uruguay, con un invitado de piedra, Paraguay, quieren organizar el mundial de 2030. Semanas atrás me tocó ver el partido final entre Peñarol y Nacional en el exterior con un grupo de profesionales que nunca visitó Uruguay y que sabe poco sobre nuestra realidad y peculiaridades.

Tres años atrás, en ese mismo país llamado Uruguay, iba caminando por el Parque Batlle acompañado de mi hijo chico y de mi hermano Alejandro rumbo a un partido clásico, cuando dos policías de civil nos advirtieron que nos quitáramos las bufandas de Peñarol que teníamos puestas y las escondiéramos, pues corríamos el riesgo de ser agredidos por hinchas de Nacional que rondaban la zona. Y lo mismo podría pasarle a hinchas tricolores de bien en situación similar. La barbarie no tiene equipo, pero está en todos. Ese país cada vez más irreconocible, donde el salvajismo y la cobardía se pusieron de moda, quiere organizar un mundial de fútbol dentro de 12 años. A ver. En los últimos 12 años las cosas en materia de seguridad (entre otras) han empeorado, y nada hace pensar que en los próximos 12 vayan a mejorar. Todo lo contrario.

En tiempos como los actuales, en los cuales los partidismos políticos y las miopías ideológicas han arrasado con el pensamiento crítico individual (el único que en definitiva ayuda a transformar una sociedad para bien), y cuando se mata con vileza y frialdad por dos pesos o por los colores de un equipo de fútbol, hay quienes sueñan despiertos con organizar un mundial dentro de una docena de años. ¿Si ni siquiera podemos tener partidos clásicos, River-Boca, Peñarol-Nacional, en paz y con respeto, cómo podemos creer con desmesurada arrogancia que estamos preparados para recibir una fiesta mundialista? ¿O en gesto simbólico la FIFA dejará que el mundial de 2030 lo organicen Uruguay, Argentina y Paraguay, con la condición de que los partidos se jueguen en España y la final en el Bernabéu?

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