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Aunque las agredidas fueron las maestras, "el más dañado es el niño"

Las situaciones de violencia física en escuelas y liceos no son estadísticamente significativas, asegura la experta en solución de conflictos en centros educativos
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17 de septiembre de 2017 a las 05:00
Nilia Viscardi es doctora en Sociología, experta en situaciones de conflicto en la enseñanza. Cuando aún resuenan los ecos que generó el procesamiento con prisión de una mujer que agredió a la directora y a la maestra de la escuela a la que iban sus hijos, la socióloga dijo a El Observador que este tipo de situaciones son marginales en la realidad educativa uruguaya. La reacción de la Justicia de enviar a prisión a la mujer y de los gremios docentes, que realizó un paro que afectó a todos los alumnos del país, ¿es un camino para alejar a la sociedad de estos casos de violencia? Viscardi no está convencida de que eso sea lo mejor.

Ante hechos como la agresión de dos docentes por parte de una madre se oye el argumento de que se han perdido los valores. ¿Es así? En todo caso, ¿la supuesta pérdida de valores muestra un estallido de esos casos?
La continuidad del análisis de los estudios de violencia en la escuela desde la década de 1990 hasta 2015 no muestra registros significativos de agresiones de madres o padres a maestras. No tengo registros ni relevé en las investigaciones que hubiera preocupación por agresiones en los años de 1990. Ni encontré tampoco noticias de violencia de este tipo en la educación en ese entonces.

¿Hoy hay registros de casos?
Creo que debe haber desde 2015 a esta parte 10 casos en los que el centro es la agresión a un docente por parte de una madre. O casos de docentes de enseñanza media agredidos por alumnos. Es una cifra menor en el análisis de los conflictos en el ámbito escolar. Todos los que trabajan en seguridad, decía un estudio de la Unesco, destacan siempre que si alguien quisiera subsumir los problemas de la educación desde una perspectiva de seguridad, no tendríamos materia, porque estadísticamente son menores. Las muertes en escuelas a nivel mundial, incluso con las matanzas de Estados Unidos, son pocos casos. El conflicto más significativo en la educación es cuando existe un hecho de agresión física y que por involucrar a la escuela llega a la opinión pública, hiere sensibilidades y tiene mucho impacto. En términos de seguridad, el riesgo de que una persona sea robada, agredida en una escuela, no arroja elementos para pensar que ahí hay un problema de seguridad pública.

¿Consideramos también de la violencia entre alumnos?
Evidentemente hablar de conflicto escolar desde la perspectiva de la educación supone pensar la posibilidad de violencia física mayormente entre estudiantes y no entre adolescentes y adultos. Un estudiante entiende la violencia como la violencia física y te va a contestar que hay o no violencia si fue agredido físicamente. Para un adulto la violencia incluye el aspecto psicológico, el vínculo de trabajo y son los que usualmente van a decir que hay violencia pero lo que están diciendo es que hay malestar.

¿Por qué no hay una reacción cuando la violencia que se constata no es solo física?
Los que trabajamos en contacto con el sistema educativo sabemos que el conflicto está siempre sobre el tapete. La gente llega a la educación y a la formación docente como una forma de realización personal a través del encuentro con el otro y el primer mito que se rompe cuando hay un conflicto es ese. El acto de educar se compone de encuentros pero también de desencuentros. El primer dilema que aparece es el dolor del desencuentro y creo que hay una gran preocupación porque son permanentes los pedidos de formación y de capacitación. Si mapeamos la situación de conflicto en los centros del país, la respuesta unánime va a ser que hay malestar con los padres o con la comunidad. Preguntamos específicamente cómo perciben los vínculos con la familia y 80% consideraba buena o muy buena la relación con padres y alumnos. Lo que se ve en la práctica es que las relaciones en los centros escolares están cargadas de conflictos, y que hay lugares donde aumenta el malestar.

"El enfoque jurídico todo debería estar en otro lugar. Si hay vulnerabilidad del niño la situación no deseada es un agravamiento de la fragilidad familiar"

Si los casos son aislados, ¿hubo una sobrerreacción a lo ocurrido?
Ese es un juicio de valor y como investigadora debo analizar el porqué y cómo; no me cabe opinar si hay sobrerreacción porque es una valoración. Sí veo una oportunidad allí para analizar el ideal de paz y las dificultades que encontramos cuando surge el conflicto, que es particular de cada institución. La escuela constata una situación que tiene que ver con el niño que es alumno de la escuela y la escuela, cumpliendo con su obligación, hace lo que considera que debe hacer de acuerdo a los protocolos y toma la decisión de informar a la madre. Esto ocasiona una muy mala reacción de la madre, que trascendió en la prensa, y que afirma que se sintió agredida en su rol de madre porque la institución le dijo que había constatado elementos que tenían que ver con la falta de cuidado de los niños, lo cual la pone en una situación jurídica de riesgo. Lo que tenemos que interpelar es qué hacer cuando la escuela cumple con transmitir una situación que a su juicio es vulnerable para el niño. Probablemente las formas que la escuela tiene de acuerdo a sus medios institucionales no resuelve lo que la escuela pretende resolver. La constatación de la situación es que en vez de solucionar la situación del niño, que es lo que la escuela espera, se genera un conflicto que agrava la situación de vulnerabilidad de ese niño.

¿Qué se recomienda hacer técnicamente?
Hay que rever todo el procedimiento a la luz del niño y los derechos del niño. Preservar al niño y analizar bien qué se transmite a través de los medios, porque está el interés de la población de conocer, pero el que quedó expuesto fue el niño y los efectos devastadores en esa familia van a ser difíciles de solucionar, porque si hay algo que genera más daño que la violencia física es desacreditar socialmente a alguien. La idea de que una persona o de que tu familia es una familia violenta, tiene para ese niño un daño mayor que el daño de la violencia física que recayó sobre la directora y la maestra, que es terrible porque las daña, pero que evidentemente es más concreto y tiene consecuencias más circunstanciales que lo que esa familia tendrá que enfrentar. Desde una perspectiva de sujetos individuales el más dañado es el niño. El trabajador ha sido agredido pero estructuralmente está en mejores condiciones que la de un niño. Pero sí, los dos sufren.

Muchos dicen que el niño debe ser el centro del aula pero cuando pasan estas cosas eso no parece respetarse.
Es una materia que tiene que ver con los derechos de la niñez y la adolescencia. Hay hojas de ruta en Primaria pero hay mucho para avanzar. La vulnerabilidad de esa maestra afecta también al niño, porque el niño cuenta con la escuela. La escuela se construyó con una alianza sentimental entre la madre y la maestra. Esta situación daña al niño y al vínculo entre las maestras y las familias. La escuela se construye por voluntad del Estado pero en acuerdo con la comunidad y las familias. Estos hechos, su difusión, colaboran en romper la alianza entre educación y familia. Así como el dinero se distribuye de manera desigual en la sociedad, la protección genera desigualdad y la protección se distribuye desigualmente en la sociedad uruguaya. Si existían situaciones familiares en las que hay vulnerabilidad económica, este niño ha perdido protección y se ha afectado el vínculo con la escuela que tenía el deseo de protegerlo.

¿La relación entre familias e institución está afectada por una lógica propia de esa relación o lo está como están afectadas otras relaciones en la sociedad?
Ese es un tema de investigación apasionante que espero poder profundizar. Pensemos en los grupos de padres de Whatsapp. Imagínese hace 40 años que los padres pudieran comunicarse entre ellos y empoderarse con eso. El vínculo entre familia y maestros es capital. Esos vínculos observan cambios en los últimos años por los medios de comunicación, por cambios sociales y políticos. La última reforma educativa establece la participación de los padres en la toma de decisión de la escuela, lo cual es una innovación para Uruguay. Nuestra cultura pedagógica suponía una mirada de construcción de la sociedad en la que el Estado arrasaba las diferencias culturales. El rol de los padres, y sobre todo de los padres pobres, era mínimo en la escuela para poder opinar, decidir. Políticamente se generaron instrumentos para modificar esa situación. Hay una memoria de los sectores vulnerables de la humillación que supone para el adulto en su rol de padre o madre que una institución le diga que como adulto no cumple sus funciones. Hay un enfrentamiento entre adultos que debería ser motivo de mayor análisis porque pretendiendo proteger al niño lo expone a este conflicto entre adultos en el que algunas madres lo canalizan con la violencia física. En la escuela hay conflictos todos los días y se resuelven. Algunos padres no aceptan este lugar de humillación en que los coloca la escuela y reaccionan de manera irreflexiva y hay que tratar de comprender.
Por un lado tenemos a un juez que ante un hecho que no es recurrente parece que quiere dar una señal y manda presa a la madre, dejando a los niños desprotegidos. Por otro se hace un paro que afecta a todos y no solo a la familia que generó el problema.

Hubo una agresión y desde la lógica jurídica asumo que el juez llegó a la conclusión de que debía hacer eso. Creo que no está montada sobre una reflexión que atienda a la situación del niño. Para mí se debe partir de resolver la situación del niño. El problema es que el juez está resolviendo sobre la violencia contra la maestra. En esta lógica tiene que haber una sanción. Para mí el enfoque jurídico todo debería estar en otro lugar. Debería haber una señal, pero si se constata que hay vulnerabilidad del niño, la situación no deseada es un agravamiento de la fragilidad familiar. Sobre el paro, no creo que produzca el efecto que se espera. Una cosa es hacer un paro en el que se llame la atención de la responsabilidad que está en el problema estructural por las falta de condiciones de los docentes. Una persona que tiene que dar cinco o seis clases sin parar, no tiene condiciones para abordar el conflicto adolescente. Es humanamente imposible. El paro coloca una responsabilidad allí donde no hay forma de responsabilizar. Las familias no son estructuras homogéneas como para que todos los que se quedan sin clase respondan homogéneamente.

¿Qué haría para enfrentar esta situación si tuviera los recursos?
Le permitiría al docente trabajar, disminuyendo la cantidad de horas aula, no menos horas de trabajo sino de clases. Tal vez se necesiten más docentes. Dotaría a la escuela de más cantidad de adultos para cuidar los recreos, la figura del adscripto que es un pedido recurrente de la institución. Seguiría fortaleciendo las condiciones de trabajo y construyendo más escuelas y liceos. Además, generaría más centros culturales, porque el deporte, el arte, el cine complementan a los centros educativos, donde muchas veces los problemas son que no hay una propuesta complementaria en la que la escuela se pueda apoyar.

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