"El gobierno nacional pondrá a disposición todo el peso de la ley para aplicar los controles y las penas necesarias, implique multas, clausuras y denuncias penales. Va a aplicar todo el peso de la ley". La frase la dijo el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, el 16 de setiembre, cuando crecía la preocupación del gobierno por las fiestas clandestinas.
A las multas, clausuras y denuncias penales se le sumará un control más en las próximas semanas: los controles sobre los trabajadores informales (en negro) del Banco de Previsión Social (BPS) en esas fiestas clandestinas.
El BPS dispondrá de inspectores que actuarán en caso que se detecten estas fiestas y, de encontrar personas que esté trabajando, aplicarán multas a los organizadores por cada trabajador, informó a El Observador el vicepresidente de la institución de seguridad social, Daniel Grafiggna.
El BPS trabajará en coordinación con otras instituciones del Estado, como el Ministerio del Interior, que suele intervenir en estas fiestas.
Los inspectores del organismo identificarán las fiestas "en base a sospecha" e irán a las que encuentren en redes sociales.
El BPS va a actuar "para defender el status sanitario que con mucho esfuerzo ha logrado el país", justificó Graffigna.
Esta medida la propuso al Directorio del BPS su presidente, Hugo Odizzio, pensando especialmente en la temporada de verano. En Directorio tratará este tema en las próximas semanas.
El BPS aún no resolvió un plan de fiscalizaciones sobre trabajadores informales en la actividad comercial que se lleva a cabo en la zona costera durante la temporada turística.
El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, también ha insistido sobre las fiestas clandestinas. En setiembre, el jerarca dijo que "se bajó la percepción de riesgo" y –siguiendo la metáfora futbolera de Rafael Radi– afirmó que "con estas fiestas nos van a hacer más de un gol".
Salinas explicó que "las fiestas son distintas a un restaurante o un hotel" y que "no se puede extrapolar protocolos de un hotel o un restaurante a una fiesta". "Los hoteles son habitaciones individuales. Pero las fiestas revisten una característica diferente: cantidad indeterminada de horas, lugares cerrados, y es imposible que en fiestas de 120 personas, como ha trascendido, y llegan fotos, es realmente distinto. Porque la gente se conoce, se saluda, interactúa, puede bailar, puede saltar. Entiendo que es una necesidad de la interacción humana, pero hay que comprender el riesgo epidemiológico, que supone una amenaza a la salud pública", afirmó.
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