La FAO revisa sus cálculos sobre incidencia ganadera en el cambio climático

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Cambio climático: la ganadería puede ser parte de la solución

Nuevo estudio de FAO dice que hay gran potencial para reducir emisiones de gases de la pecuaria
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31 de octubre de 2013 a las 15:46

El sector cárnico uruguayo ha posicionado al producto que vende con un nivel de sofisticación como nunca antes había podido hacerlo. La trazabilidad, el no uso de hormonas y promotores del crecimiento son factores de diferenciación. Pero hay un problema vinculado a la ganadería que genera cuestionamientos entre los consumidores más sofisticados. Los gases que emiten los vacunos son un contribuyente significativo al calentamiento global.

Un informe de la FAO publicado en 2006, titulado La larga sombra de la ganadería, realizaba muy duros cuestionamientos al impacto ambiental de la ganadería. El informe fue cuestionado desde la propia FAO y recibió también críticas desde Uruguay. En estos días han llegado las respuestas académicas a ese informe desde estudiosos uruguayos y desde la propia FAO.

El primer cuestionamiento refiere a medir el impacto ambiental genéricamente sin tener en cuenta las particularidades locales. Una investigación uruguaya pone en tela de juicio los criterios de FAO y establece nuevos paradigmas para mirar el desarrollo sustentable.

Al mismo tiempo la propia FAO revisó sus criterios y pone ahora a la ganadería más como parte de la solución al cambio climático.

Son cifras abismales. Según las estimaciones de Naciones Unidas para 2050 habitarán el planeta unas 9.600 millones de personas desde los 7.200 millones de habitantes que tiene en el presente. Pero el crecimiento poblacional no es el único factor de presión sobre el ambiente.

El aumento en el ingreso por habitante y la urbanización generan retos adicionales. Para Uruguay la perspectiva parece inmejorable. La demanda de alimentos está creciendo rápidamente. En el caso de la carne está previsto un crecimiento de 1,7% por año para 2030 y 1% por año hasta el año 2050. Pero los vacunos causan una buena parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, el mayor reto ambiental de este siglo. Porque cada vacuno adulto emite unos 200 litros de metano por día.

La demanda por carne y lácteos se incrementará en 73% y 58%, respectivamente, estima la FAO.

Este aumento de la demanda está asociado con importantes cambios estructurales en la industria ganadera en muchos países, como la intensificación de la producción, la integración vertical, la concentración geográfica y la ampliación de las unidades de producción.

Cambios que no llegan libres de polémicas. ¿Tienen más impacto los sistemas intensivos o extensivos?
En cualquier caso, hacer mediciones del impacto ambiental de la ganadería será cada vez más importante para convencer a los consumidores de las cualidades del producto que vendemos. A nivel global los estudios de la FAO indican que la cadena cárnica es responsable de la emisión de 7,1 gigatoneladas, lo que equivale a 14,5% de todas las emisiones de origen humano.

En ese sentido, los países del Cono Sur –y Uruguay en particular– tienen mucho terreno para explorar. Y ya empiezan a aparecer resultados.
En estos días fue publicada una investigación de la Facultad de Agronomía que presenta un análisis de los sistemas de producción de carne de recría e invernada, calculando huella de carbono, pero también otros impactos ambientales más relevantes.

Es que la huella de carbono no es el único indicador y se deben considerar otros, como la erosión, el consumo de energía fósil, balance de nutrientes y pesticidas, que son mucho más importantes a nivel local. “Los sistemas pastoriles de Uruguay tienen ventajas ambientales que deben ser valorizadas, más que centrarnos en mirar cuánto emite”, explica Valentín Picasso, director de posgrados de la Facultad de Agronomía.
Por otra parte, el nuevo estudio de la FAO destaca el papel de las pasturas perennes como amortiguadoras del cambio climático al secuestrar carbono de la atmósfera.

La investigación realizada en conjunto con el ingeniero agrónomo Pablo Modernel y la agrónoma Laura Astigarraga “posee una visión crítica del enfoque de la FAO. Propone valorizar nuestras ventajas ambientales. No podemos caer en la paradoja de tratar de mitigar el cambio climático, que está causado por el aumento en la quema de combustibles fósiles a nivel mundial, promoviendo sistemas que emiten menos metano pero usan más combustibles fósiles –para la producción de granos– como son los feedlots”.

El trabajo destaca entre esos factores la prevención de la erosión del suelo, el desequilibrio de nutrientes y la contaminación por plaguicidas de agua y aire.

Por su parte, el trabajo de la FAO “enfrentando el cambio climático a través de la ganadería” apunta a la sinergia entre rodeos más eficientes y reducción de las emisiones de gases invernadero.

Para los rumiantes la mayor promesa está en el aumento de la eficiencia de los animales y los rodeos. Eso incluye mejoras en la alimentación que reduzcan la generación de metano durante el proceso digestivo y de óxido nitroso eliminado a través de las heces.

Por otra parte, la FAO sugiere que las mejoras en la genética y el manejo sanitario repercute en la productividad por cabeza, lo que a su vez permitiría lograr la misma o mayor producción con menor cantidad de animales.
Otra línea recomendada es el mejor manejo de los pastizales naturales que permitiría una mayor productividad forrajera, pero a la vez de llevar más carbono desde la atmósfera al subsuelo.
Y una ganadería bien manejada, que no participa de la tala de selvas y mejora la cantidad de materia orgánica en el suelo.


Supuestos y conclusiones

El estudio uruguayo es mucho más diverso en su análisis y dado que en Uruguay no se hace ganadería talando bosques, su evaluación ambiental debe tomar otros elementos en cuenta. Así el estudio de la Facultad de Agronomía explica que “hemos estimado la huella de carbono, el uso de energía de combustibles fósiles, la erosión del suelo, el desequilibrio de nutrientes y el riesgo de contaminación por plaguicidas durante cinco sistemas de acabado de fondo de carne reales con el aumento de los niveles de intensificación en Uruguay, que son combinaciones de pastizales de pastoreo (RL), pasturas sembradas (SP), y confinados en corrales de engorde (FL)”, documenta la investigación.

Estos resultados muestran que en los sistemas de producción más intensivos en el uso de insumos se aumenta la productividad y hay un mejor desempeño en términos de emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero al mismo tiempo obtienen peores resultados en términos de consumo de energía, erosión del suelo, generan mayores excedentes de nitrógeno y fósforo, así como un mayor riesgo de contaminación por pesticidas.
La mirada crítica del informe uruguayo respecto a los supuestos de los que parte FAO se mantiene y se observa en las conclusiones.

Sostiene el trabajo: “el impacto ambiental de los sistemas ganaderos se ha planteado como un tema importante en la última década, ya que el mismo es visto como una de las mayores fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero y por lo tanto responsable del cambio climático”.

Sin embargo, escribe Modernel, “la evaluación de la sostenibilidad de estos sistemas sólo a través de las emisiones de gases de efecto invernadero ha dejado atrás otras cuestiones que deben abordarse al examinar agroecosistemas en su conjunto y podría conducir a conclusiones estrechas”.

En esa visión completa tal vez puede encontrar Uruguay un camino para acentuar la diferenciación y valorización de la carne que produce, al tiempo que continúa midiendo y reduciendo las problemáticas emisiones de gases a la atmósfera.


La carne de pastizal como camino de valorización


La ganadería pastoril tiene a su cargo una responsabilidad muy grande para preservar una de las mayores fuentes de biodiversidad del planeta, como son las praderas naturales. En un metro cuadrado de pradera natural bien manejada hay cientos de especies y por lo tanto –aunque menos publicitadas que las selvas– estos ecosistemas tienen un papel fundamental a cumplir como preservadores de la biodiversidad botánica y de fauna.

En Uruguay la conservación de los pastizales es la única esperanza para la supervivencia de distintas especies de aves y mamíferos. Pero además es una oportunidad de agregar valor. Por un lado, porque hay trabajos médicos consistentes que muestran que la carne de pasturas tiene una mejor composición de grasas lo que atañe directamente a la salud humana.


En lo que tiene que ver con la biodiversidad, los productores argentinos tal vez nos van tomando ventaja en cuanto a estudiarla y valorizar el producto sobre esa base. El proyecto Pastizales y Sabanas del Cono Sur de Sudamérica: iniciativas para su conservación en Argentina es coejecutado por Aves Argentinas-AOP (AA) y Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) con financiamiento del Fondo de Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) a través del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial).

Cuenta con el apoyo especial del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Administración de Parques Nacionales (APN) y participa de la iniciativa Alianza del Pastizal. Su objetivo es impulsar la ganadería sustentable en pastizales promoviendo la integración de la conservación de la naturaleza y la producción agropecuaria.

En Uruguay, desde la Facultad de Agronomía se sigue trabajando por salvar a los palmares de Rocha, que requieren un manejo cuidadoso que permita que las palmeras jóvenes alcancen un tamaño mínimo antes de ser comidas por los vacunos. Todo un desafío tecnológico dado el lento crecimiento inicial de las Butiá, pero que –de lograrse– permitirá que las generaciones futuras disfruten de un ecosistema único y la carne uruguaya tenga un argumento más de valor.

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