Chile era el mejor de la región, pero aumento de casos lo lleva a reforzar confinamiento

Una fiesta clandestina en un galpón de la comuna de Maipú, al suroccidente de Santiago de Chile, a la que asistieron 400 personas, ilustró el relajamiento de las medidas de distanciamiento social y, además de alarma, generó polémica entre voceros oficiales y autoridades locales. 

El ministro del Interior, Gonzalo Blumel, consideró que la fiesta en Maipú, un denso sector de clase trabajadora, fue un "reflejo patente de la estupidez humana" y advirtió que podía constituir "un acto criminal". Pero la alcaldesa de la localidad, Cathy Barriga, la atribuyó a los mensajes sobre "la nueva normalidad" emanados desde el gobierno, cómo apunta el sitio digital El Mostrador.

La presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, se sumó al tono crítico al señalar que la nueva normalidad prevista por el gobierno chileno desde el 19 de abril "fue un paso en falso". 

La política de Chile frente a la pandemia, como han reiterado sus autoridades, ha consistido en una preparación temprana para enfrentar el brote, la realización de pruebas masivas de detección —214.131, hasta este lunes, el que más realiza en América Latina de acuerdo al ministro de Salud Jaime Mañalich— y la aplicación de un programa de cuarentenas selectivas que le ha permitido manejar con solvencia la crisis del coronavirus, sin rebasar la capacidad de su sistema de salud.

Sobre esa base, el gobierno de Piñera dispuso un plan de vuelta a la normalidad que contempla, primero, el regreso de los funcionarios de áreas esenciales a sus puestos de trabajo, la reapertura de clases en una programación a desarrollar en tres fases y la entrada en funcionamiento los centros comerciales, que tiene un impacto casi inmediato en la actividad productiva. También de importante aglomeración de personas.

¿Era una decisión sensata o una apuesta arriesgada? La polémica está sobre la mesa en este país que, desde antes del coronavirus, vive una crispación social y económica que estalló en octubre pasado y condujo a una ola de protestas tan masivas como violentas. Aunque ahora apaciguada, a los chilenos los espera una cita con las urnas en el desarrollo de un proceso constituyente que les permita reemplazar la constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Sin responder la disyuntiva sobre lo oportuno de la flexibilización, el gobierno ordenó que a partir de este martes las comunas de Cerrillos, Quilicura, Recoleta y la extensión de Santiago, junto con la ciudad minera de Antofagasta y la pequeña población de Mejillones, en la misma región de Antofagasta, entren en cuarentena obligatoria. 

En total serán 14 las comunas de las Región Metropolitana de Santiago las que deberán cumplir medidas restrictivas. Unos dos millones de personas de acuerdo a cálculos del diario La Tercera.  Ocho de cada 10 infectados en Chile están en la Región Metropolitana.

Para el ministro Mañalich se trata de librar "la batalla de Santiago" para la cual se va a aplicar con más fuerza las medidas de cierres y multas. "Si no ganamos la batalla de Santiago podemos perder la guerra contra el coronavirus", advirtió el ministro de Salud, visiblemente decepcionado por informaciones sobre violaciones flagrantes a las órdenes de confinamiento que han dado las autoridades.

Ximena Aguilera, médica cirujana especialista en Salud Pública, ex asesora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), e integrante del consejo asesor del gobierno chileno para hacer frente al covid-19, advierte, sin embargo,  que Chile aún no ha superado la primera ola del coronavirus.

"Podemos decir que no ha sido cómo se había proyectado en un primer momento y que el sistema de salud ha respondido bien, pero estamos lejos de decir que logramos superar la primera ola", dijo en una entrevista con el Centro de Investigación Periodística (Ciper)

Mientras desde la oposición política, se cuestiona el anuncio de la "nueva normalidad" y se asegura que no está estabilizada la cifra de contagios, el presidente Sebastián Piñera matizó este lunes su discurso y en lugar de "retorno seguro", el término que él acuñó, afirmó que "no hay ningún espacio para falsos triunfalismos, falsas confianzas, para bajar los brazos...".  El combate a la pandemia, dijo el mandatario, hay que hacerlo "con toda la fuerza del mundo".