Chile: una pelea de infarto

Sebastián Piñera (opositor) y Alejandro Guillier (oficialista) han luchado denodadamente por capturar cada voto en cada rincón de Chile, en una pelea electoral muy reñida y de final incierto entre dos candidatos con programas de gobierno bien distintos.

Según una encuesta de Criteria Research, difundida el 30 de noviembre, la diferencia entre los postulantes de Chile Vamos (Piñera) y la coalición Fuerza de la Mayoría (Guillier) era apenas de dos puntos porcentuales, 47% y 45%, respectivamente. Pero, el margen se amplía a favor del postulante opositor a cinco puntos porcentuales (51% y 46%) cuando se analizan los "votantes probables" –en un sistema electoral en que el voto no es obligatorio–.

El 26 de noviembre, un sondeo de la encuestadora Cadem dio como resultado 39,8% para el expresidente Piñera, 37,3% para el actual senador Guillier y 22,9% que no sabe o no responde.

Es tan apretada la contienda del domingo 17 que la diferencia podría ser de menos de 200 mil votos, de acuerdo a analistas.

La incertidumbre aumenta por el hecho de que en Chile están prohibidas las encuestas en las últimas dos semanas antes de los comicios.

Es por eso que "a diferencia de la elección de 2013, esta vez el panorama es absolutamente incierto", dijo a El Observador el politólogo Mauricio Morales Quiroga, de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La incertidumbre es profunda porque "las encuestas fallaron en la primera vuelta", lo que explica que los analistas se sientan "a ciegas".

La carrera comicial cabeza a cabeza explica que la campaña se haya radicalizado. En una contienda tan cerrada, los candidatos tienen que preocuparse por captar la mayor cantidad de votos de los contrincantes más al extremo del espectro ideológico que no lograron pasar a la segunda vuelta, los que aún están indecisos o decepcionados con la política.

"Si Guillier quiere los votos de (Beatriz) Sánchez necesita girar a la izquierda; si Piñera quiere los de (José Antonio) Kast debe girar a la derecha" porque están obligados a captar a los ciudadanos que votaron en primera vuelta, explicó Cristian Rojas, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana.

Por su parte, Mauricio Jaramillo, politólogo de la Universidad del Rosario, opinó que para ambos candidatos "es indispensable aclarar que ideológicamente tienen una diferencia enorme".

El problema, según Morales, es que por "el afán de capturar a esos votantes, los candidatos han optado por una agenda agresiva y poco sana para la democracia" chilena que se ha caracterizado por "la estabilidad y legitimidad de sus instituciones".

Un ejemplo, una declaración de Piñera denunciando que en la primera vuelta "a mucha gente le pasaban un voto que estaba marcado en favor de Guillier o de Sánchez" cuando se disponían a sufragar.

El candidato oficialista no logró el apoyo de todos los sectores de izquierda –que juntos sumarían el 55% de los votos– para reforzar su estrategia electoral de "transformar la segunda vuelta en un verdadero plebiscito" en contra de Piñera, según explicó el politólogo Morales.

Obtuvo el respaldo de partidos como el Demócrata Cristiano, entre otros, pero el flamante y exitoso Frente Amplio (FA), que recogió un poco más del 20% de votos en primera vuelta, dio libertad de acción a sus militantes.

Sin embargo, algunos de los principales dirigentes del FA han adelantado que votarán por Guillier.

"Mi voto es contra Sebastián Piñera y para eso voy a votar por Alejandro Guillier", dijo la excandidata Sánchez, el martes 4, lo que representa un fuerte respaldo al candidato oficialista para captar el electorado de la izquierda rebelde. Según una encuesta de Cadem, alrededor de 70% de los votantes del FA, podría llegar a votar al continuador de la presidenta Michelle Bachelet, que, aunque no alcanza para ganar, acerca bastante al presidenciable al Palacio de la Moneda, explicó el politólogo Morales.

En el FA parece predominar la idea de que Guillier es "el mal menor" y es difícil que capte todos los votos de esta díscola coalición. Una prueba es que esta semana hubo muchas críticas por parte de dirigentes de este sector a las propuestas "tibias" del postulante oficialista durante el último debate televisivo de los presidenciables.

Además, Guillier carga con la pesada mochila de la baja popularidad de Bachelet –aunque en la última medición, publicada el lunes 11, aumentó a 40%, la mayor aprobación desde comienzos de 2015–, quien en las últimas semanas ha tenido gestos de apoyo al candidato oficialista con el argumento de que "no da lo mismo quién gobierne, quién va a acelerar los cambios, quién se la va a jugar por ustedes".

Pero, la intervención de Bachelet en la campaña no parece favorecer al candidato de centroizquierda.

"No lo favorece", dijo el profesor Rojas, porque hoy es "costoso hablar de continuidad". Tampoco Jaramillo cree "que le sume votos" por la baja popularidad de la presidenta.

Para Rojas, es muy probable que Piñera logre atraer al "votante del medio" que "no se asustará con la presencia de la derecha más dura" que representa el excandidato Kast, hoy integrante del comando electoral del expresidente.

El postulante de Chile Vamos tiene asegurados los votos de la "derecha radical" y está intentando seducir a los votos de centro –con los que se gana la elección– con propuestas duras en asuntos de seguridad pública, aseguró Morales.

Pero su ventaja puede estar en que "termine cooptando el llamado voto castigo contra el gobierno de Bachelet", afectada por una baja de la economía, denuncias de corrupción en la política y un paquete de reformas que no entusiasmó a la sociedad, comentó Jaramillo.

Aunque la proyección económica muestra un país en franca recuperación por mejores precios del cobre y una coyuntura externa favorable, Chile es una sombra de lo que llegó a ser durante los años dorados de los gobiernos de la Concertación.

Como escribió el economista Aldo Lema en su cuenta de Twitter, "con el 1,4% estimado por el Banco Central, el crecimiento 2017 de Chile será por primera vez desde 2010 inferior al de América Latina, según JP Morgan (y en 2018 similar)".

¿Cómo enfrentar la declinación de un país cuyas políticas de la década de 1990 se habían convertido en un faro para la región? Los candidatos plantean "dos modelos diferentes", que aunque pueden considerarse "esquemas moderados, las diferencias son sustanciales".

Guillier "propone la intervención del Estado para corregir (...) la disparidad de la brecha entre ricos y pobres, explicó Jaramillo. Piñera, en cambio, plantea "una reducción de la injerencia del Estado" en consonancia con las políticas que promueve la OCDE, aunque en el último tramo de la campaña ha dado un giro en algunos temas, por ejemplo, en torno a la gratuidad de la enseñanza universitaria que ha impulsado la presidente Bachelet.

Además de las notorias diferencias de política económica, Rojas menciona ideas divergentes en torno a temas de la agenda social como la legalización del aborto –aprobado por el Congreso y que Piñera quiere introducir cambios a favor de "la vida"– y el matrimonio del mismo sexo, dos asuntos que abrazó con ahínco la izquierda chilena.

Para Morales, un eventual gobierno de Piñera pondría el acento "en el crecimiento y en el empleo" y uno de Guillier en políticas sociales para combatir algunos males de fondo del país.

Pero el debate enconado no ha dejado un lugar central a las ideas de fondo de cada postulante acerca del papel del individuo y el Estado. Es que cuál es el mejor instrumento para el desarrollo, la autonomía responsable de las personas o una "sociedad de derechos" ha sido un "debate soterrado" por el fragor de la campaña, advierte un editorial de El Mercurio, el 30 de noviembre.