A partir del 25 de noviembre se desataron dos procesos políticos simultáneos que tienen a Luis Lacalle Pou como protagonista principalísimo. Por un lado, en el contexto de la transición, figuras clave del gobierno saliente y el entrante estrechan contactos para que los nuevos gobernantes tengan a su disposición toda la información que necesitan sobre cada oficina del Estado. Por el otro, el presidente electo acelera en el armado del puzle de designaciones en los primeros escalones de cargos de gobierno, tratando de combinar necesidades políticas y ambiciones personales. Ambos procesos están transcurriendo, en términos generales, sin mayores dificultades. Los principales actores, como es norma en la política uruguaya, están a la altura de la circunstancias. De todos modos quiero detenerme a reflexionar sobre dos asuntos polémicos que merecen ser discutidos más a fondo porque ponen de manifiesto, para mi gusto, la distancia que nos queda por recorrer en términos de civilización política.
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