El resultado final de la primera vuelta en las elecciones presidenciales que dieron como ganador a Luiz Inácio Lula Da Silva que se impuso con el 48,35% de los votos contra el 43,26% que obtuvo el presidente Jair Bolsonaro en una jornada electoral que transcurrió con normalidad, puso de manifiesto una vez más que las encuestas electorales tienen un margen de error que puede producir -y produce- el fracaso relativo o absoluto de sus pronósticos.
En efecto, a sólo un día de las elecciones el sondeo del Instituto Ipec indicaba que el expresidente Lula contaba ya con el 51% de los votos válidos y Jair Bolsonaro, que aspira a la reelección, sólo el 37%.
Por su parte, la firma Datafolha, le atribuía al dirigente del PT el 50% de los votos válidos y al líder ultraderechista el 36%.
Pero este relativo fracaso de las encuestadoras, en este caso no con respecto al resultado final sino sobre el porcentaje de diferencia entre ambos candidatos, no es el primero en la región y en el mundo.
Basta con recordar las elecciones presidenciales de Argentina en 2019, cuando Alberto Fernández se impuso a Mauricio Macri por un 7.96%, cuando el promedio de diferencia pronosticado por 15 encuestadoras nacionales había anticipado un 17,71% de margen a favor de Alberto Fernández.
Otro caso notable fue el de las elecciones francesas en 2017 cuando Emmanuel Macron le ganó por más de 30 puntos a Marie Le Pen superando en más de 10 puntos porcentuales el margen previsto por las principales encuestadoras.
En las elecciones presidenciales en Estados Unidos que enfrentaban en 2016 a Hillary Clinton con Donald Trump, prácticamente todas las encuestadoras vaticinaban el triunfo de Hillary que terminó perdiendo por amplio margen contra el empresario recién llegado a la política.
Seguramente hay explicaciones de orden técnico en cuanto a los métodos de recolección de datos, los sistemas de procesamiento o el marco teórico de análisis, pero no habría que descartar cierto hartazgo y desconfianza entre mucha gente que, por diversas razones es renuente a expresar sus intenciones de voto o apetencias por las distintas ofertas electorales.
Según el politólogo Andy Tow hay una dimensión política en las diferencias entre previsiones y resultados por el sesgo que es percibido en la forma y oportunidad en que se publican las encuestas, de acuerdo con los intereses de los partidos y candidatos. Esto origina dificultades en el proceso de recolección, cuando se intenta obtener respuestas representativas.
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