Con Fidel en el ascensor

El dos veces presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), presenta este lunes su nuevo libro El cronista y la historia, donde recopila artículos que escribió para distintos medios y anexó comentarios con anécdotas, como el día en que estando en La Habana, en 1959, se encontró en un ascensor de hotel con el entonces joven líder revolucionario Fidel Castro, que ahí mismo le respondió a una pregunta con un discurso de una hora.

Sanguinetti, en el libro de 315 páginas, recuerda de Uruguay las horas tras los acontecimientos de febrero de 1973, cuando los tanques Sherman recorrían las calles de Montevideo y los militares se hacían fuertes. "Febrero de 1973, fue, para Uruguay, la quiebra final de un sueño", escribió al comienzo de ese capítulo.

La mirada fue más atrás en el tiempo y reivindicó al presidente Fructuoso Rivera, el jefe que peleó junto a José Artigas. Sanguinetti aporta información sobre Salsipuedes, donde murieron indios charrúas y también soldados del Ejército nacional.

Sanguinetti afirma en el libro y recuerda con nostalgia las redacciones periodísticas que integró, siendo la primera la del semanario Canelones.

Antes de esas visitas, Sanguinetti había viajado al Vaticano. No hubo una explicación lógica para que el Sumo Pontífice viniera dos veces a Montevideo y visitara algunas ciudades del interior. Esas visitas ocupan varias páginas en el libro de Sanguinetti.

"Nuestro frecuente provincianismo no siempre ha apreciado la significación del hecho", escribió Sanguinetti al recordar las dos visitas papales a Uruguay en 1987 y 1988.

Para la primera ocasión destacó los "buenos oficios del seductor canciller" Enrique Iglesias, a quien le había encomendado la tarea de intentar que el papa Juan Pablo II viniera a Uruguay en una gira que originalmente iba a transcurrir solo por Argentina y Chile.

Esos dos países estuvieron al borde de un enfrentamiento armado y aceptaron una mediación papal en 1979 que trajo paz.

El acta de aceptación final de la mediación se firmó en Montevideo, en el Palacio Taranco, y esa razón era valedera para tentar a venir al papa.

Sanguinetti contó que el rey de España, Juan Carlos, y el rey Balduino, de Bélgica, le preguntaron extrañados sobre la doble visita del papa a un país tan pequeño. "A ambos les contesté lo mismo: seguramente por ser tan laicos el papa pensó en evangelizarnos", escribió. El 18 de agosto de 2007, el expresidente escribió una columna en el diario El País sobre aquella visita papal.

"Discutido por sus posiciones conservadoras en cuanto a liturgia y moral, nadie niega que devolvió a la Iglesia Católica una relevancia que había perdido y que, además, fue decisivo en la caída del mundo comunista", escribió sobre Juan Pablo II.

En el libro, el expresidente colorado se da tiempo para enfrentar la leyenda negra que pesa sobre Fructuoso Rivera, el primer presidente constitucional del país.

Un capítulo refiere a la batalla de Salsipuedes "transformado hoy en un mito nacional" y "románticamente magnificado por los opositores a Rivera".

Sanguinetti cuenta sobre ese episodio: "Allí no murieron más que un puñado de charrúas (entre 20 y 40, según testimonios diversos) y también hubo bajas del Ejército nacional que comandaba Rivera. Allí murieron varios soldados, incluso el teniente Obes, hijo de un ministro de gobierno. Esa operación militar había sido aprobada por el Parlamento, sin objeciones de clase alguna. Los enfrentamientos políticos transformaron luego esta batalla de Salsipuedes en un episodio singularizado en Rivera, desconociendo todo lo anterior. Bueno es recordar que Oribe también estuvo de acuerdo con el presidente Rivera en esa campaña y que él mismo, en 1835, realizó alguna campaña contra unas pequeñas bandas de charrúas. Del mismo modo que rindió homenaje a Bernabé Rivera, quien fue cruelmente asesinado por los charrúas como venganza por Salsipuedes. Cuando se produce la división política entre Rivera y Oribe es que aparecen todas esas leyendas que se repiten sin mayor fundamento".

En una crónica para el diario Acción, el 23 de junio 1962, Sanguinetti cuenta sobre la presencia de EEUU en Corea del Sur, presencia que evita una incursión de Corea del Norte.

Una Corea del Norte con "años de intensiva prédica en el pueblo, al que se ha mantenido en constante alerta. Tanto como que los payasos del circo de Pyongyang salen disfrazados de soldados norteamericanos", narró el expresidente.

En julio de 1959, Sanguinetti marchó a La Habana junto a tres periodistas uruguayos que habían sido invitados a Cuba.

Antes de su llegada, Manuel Uruttia había renunciado a la presidencia y Fidel Castro era el primer ministro que "descartaba todo desvío hacia el comunismo". Sanguinetti contó que de casualidad se encontró con Castro "en el ascensor del Hotel Habana Libre", donde "lo atropelló con un cuestionamiento sobre el alejamiento de Urrutia".

"Ahí mismo me espetó un iracundo discurso de una hora, que apenas logré interrumpir un par de veces con algunas brevísimas interrogaciones", redactó Sanguinetti. En sus crónicas de entonces, Sanguinetti advirtió el peligro "del autoritarismo de Fidel", no así del riesgo comunista porque "así lo proclamaban los líderes y porque el Partido Comunista era aún mala palabra ya que había integrado la dictadura de Fulgencio Batista, incluso en el gabinete ministerial".

Cuando retornó a Montevideo, la primera crítica que recibió Sanguinetti fue de su esposa Marta Canessa, quien consideró que en sus artículos había "demasiadas prevenciones". Sobre Cuba escribió para Acción y en el libro reproduce dos notas publicadas los días 27 y 28 de julio de 1959.