Voltaire García tuvo una prolífica carrera futbolística

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Con nombre de filósofo, la rompió en Peñarol y fue referente en España: la vida de Voltaire García

Fue un volante de gran ida y vuelta con juego incluido, bicampeón uruguayo con Peñarol, quien también supo destacarse como técnico
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05 de noviembre de 2022 a las 05:04

Su papá siguió la costumbre de su abuelo gallego Juan, quien era un ávido lector y les había puesto nombres ilustres a sus hijos: Sócrates, Dante, Germinal y… Voltaire. Entonces él también recibió ese nombre, por el cual en otras épocas, no le hacían bullying en la escuela.

No hay que recurrir a ninguna enciclopedia para recordar lo que fue Voltaire en la filosofía, y lo que influyeron sus ideas en la historia junto a Montesquieu y Russeau.

Este es otro. Es Voltaire García, aquel que nació por Millán y Raffo, que tiene cuatro hermanas. “Era una casa humilde, pero de otro Uruguay, en el que mi padre podía mantener a cinco hijos. Él era portero en el casino Carrasco y tenía otros trabajos. Blanca, mi mamá, era ama de casa. Era de esas madres que hoy no vienen más, dormía tres horas por día para criarnos. La pobreza era digna”, explicó a Referí.

En la Escuela Suiza, de Millán y Las Violetas, tuvo como primera maestra a Pilar, la mamá del periodista Alfredo Etchandy.

Sus comienzos fueron en Sud América y jugó a estadio lleno en un preliminar de un partido histórico

“Con nueve años, soñaba con ser jugador de fútbol y que cuando jugara en Primera, le iba a regalar una casa a mis padres. Mi viejo era de Nacional y me contaba de (Héctor) Scarone, de (Aníbal) Ciocca. Con el paso del tiempo, de adolescente, me hice de Peñarol”, dice.

Recuerda que en 1966, escuchó por radio la final de la Copa Libertadores que Peñarol le ganó 4-2 de atrás a River argentino. “Frente a casa escuchaban la final por radio y yo estaba con mis amigos. Perdíamos 2-0 y fui a hacer un mandado al almacén. Tardé un rato y cuando regresé, Peñarol había ganado 4-2. Me fui a festejar a 18 de Julio y volví a casa de madrugada. Fue histórico”.

Jugó al baby fútbol en El Willman y en Racing con Jorge Siviero con 12 años, cuyo padre era el presidente. Jugaba de puntero. “Hacía dos o tres goles, y me daban una Bilz Sinalco (una bebida muy dulce que desapareció a principios de los años de 1970)”.

Un equipo de las inferiores de Sud América en el viejo Parque Central; Voltaire García es el penúltimo de los de abajo, comenzando desde la izquierda

Con 13 años, trabajó en puestos de tiendas y ayudaba a vender ropa. Ya con 16, lo hizo en un laboratorio, cerca del Palacio Legislativo y se iba a entrenar. Después fue una especie de visitador médico. “Me comí todos los líos de la revolución estudiantil de la Facultad de Medicina. Era terrible por los gases lacrimógenos, y pasábamos por ahí. Todos los días había lío. El sueldo me servía para comprarme alguna ropa y para el ómnibus”.

Pasaba todo el día jugando en la calle, ya que no pasaban autos. La pelota de goma era la protagonista de aquellos partidos a tres paños en los que jugaban “30 contra 30, varios mayores, que te daban cada patada bárbara. Era un Uruguay formidable. Para jugar en la Primera del barrio tenías que ser un fenómeno”.

Un día leyó en el diario que Sud América llamaba a aspirantes para sus inferiores y fue a la cancha de Ipiranga, frente a donde quedaba la cancha de La Luz.

“Tenía 16 años y me presenté a la Quinta. Fui con un amigo tres años mayor que yo, estaba el Nene Agresta como entrenador, que después dirigió a Cacho Silveira en Primera. Éramos 400 y a mí me tocó jugar como a las 8 de la noche. Me preguntaron de qué jugaba y yo dije que era ‘10’. Me sacaron a los 10 minutos y se quedaron con mi cédula para ficharme”, cuenta.

Viejos compañeros en Peñarol se juntaron hace un par de semanas: Voltaire García, Julio César Giménez, Walter Corbo, Ariel Sandoval y Luis Villalba

Recuerda que el periodista y relator Carlos Muñoz “jugaba de ‘8’. Era chiquito y jugaba bien. Luego vinieron Raúl Möller de Dolores, Miguel Piazza, Manuel Keosseian, Luis y Daniel Mantegazza. En la Reserva jugaba el Maestro Tabárez que tenía problemas con las rodillas”.

Los domingos iba al baile de la Quinta de Galicia. Allí llegó a escuchar a las orquestas de Juan D’Arienzo y de Panchito Nolé, aunque él se destacaba bailando música tropical. “Había dos pistas: la de los gallegos que tocaban la gaita, y luego la de las orquestas como Grupo Latino, Borinquen, Combo Camagüey. Me ponía el mejor pantalón para ir. En carnaval, iba a ver los ensayos de la murga La Soberana de Pepe Veneno, José Alanís, que revolucionó todo”.

Su ídolo era Lito Silva. “Cuando iba a ver a Peñarol, me encantaba. Los años y la fortuna me dieron la posibilidad de conocerlo y en 1971 hizo la pretemporada con nosotros en River. Con los años, le dije: ‘Siempre te tuve de ídolo’, y le daba vergüenza. Tenía fotos suyas pegadas, las recortaba del diario. Le decía: ‘¿Cómo hacías para desmarcarte?’, y me contaba que empezó a ver a los europeos en las giras, que jugaban a uno o dos toques. Yo lo miraba y no lo podía creer”.

A los 16, jugó con 70 mil personas en el Centenario. Es que con las inferiores de Sud América, enfrentaron a Nacional como preliminar de la final de la Copa Intercontinental de 1967 entre Racing de Avellaneda y Celtic de Glasgow. “Nos dirigía Julio Laborde. Hicimos el pasillo a los dos equipos, yo miraba a (Roberto) Perfumo, jugaba Nelson Chabay -quien después fue íntimo amigo-. Tengo claro el golazo del Chango Cárdenas. El partido lo vi en la Platea América”.

Su buen rendimiento en Peñarol lo llevó a Málaga de España

Debutó en Primera en 1969 contra Nacional. “Era un sueño ir al Centenario en aquella época. No te importaba nada lo que cobrabas. Me pasaba a buscar Juan Duarte, que Nacional lo prestó porque tenía a Julio Montero Castillo, en un NSU chiquito que tenía”.

Al término de la temporada, los clubes daban a conocer la lista de retención. Fue a comprar el diario y se enteró que lo dejaban libre. No quiso seguir jugando.

“Me fui llorando a casa, no podía creer. Había un entrenador que se llamaba Duarte y se ponía celoso cuando me subían a entrenar con la Reserva. Cuando hizo la lista, me dejó libre. ‘No juego más al fútbol’, dije aquella vez”, comenta.

Pero su primo, Alfonso Arona, lo convenció de volver. “Vení que te llevo a Lavalleja (un equipo que estaba en la Intermedia, (ex Divisional C). “‘¿Estás loco?’, le dije. ‘No podés dejar’, me contestó. Me convenció y fui. El club iba último, jugué ocho partidos y descendimos a la Extra”.

El equipo de River Plate de 1972; abajo, aparecen juntos en el medio, Jorge "Tete" Barboza, Fernando Morena y Voltaire García, quienes luego jugarían juntos en Peñarol

Pero agrega: “Te pasan cosas increíbles. En el último partido en Belvedere, que estaba repleto ya que jugaban Platense y Cerrito por el ascenso, y nosotros jugamos de preliminar contra Boston River. Se armó un lío terrible y antes de que terminara el encuentro de fondo, me fui. Había dos personas esperándome: Alfredo Gatto, el tesorero de River, y otro. ‘Usted va a jugar en River’, me dijo y me llevó. Un día le conté a Lorenzo Unánue y no podía creerlo porque era dificilísimo pasar de la Intermedia a Primera división”.

En River estaban Fernando Morena, Ramón Silva y Jorge “Tete” Barboza, “un equipo bárbaro, que somos amigos hasta hoy. En 1972, el diario El Día le dio a Fernando el Balón de Oro como goleador y a mí y a Gustavo Fernández –entonces, arquero de Rentistas y en 1982, campeón de América y del mundo con Peñarol– el premio de la revelación. En 1973 tuve un gran año y me compró Peñarol en 1974”.

Voltaire García en su pasaje por Peñarol; fue campeón uruguayo en 1974 y 1975

Pero antes vivió un episodio increíble. A la salida de una práctica en el Saroldi, “me esperaba José Luis Saso, quien había sido arquero de Real Madrid durante 10 años, junto a Raúl San Martín. Me dijeron que estaba cerrado el mercado de pases en España y Saso pensaba que yo era hijo de españoles. Le dije que era nieto de un español, pero igual me llevaron a Valladolid. Fue la primera vez que me subí a un avión. Firmé por tres años y por primera vez aparecí en una conferencia de prensa. Pero la Federación Española me rechazó porque no era hijo de españoles. Valladolid no me dejaba venir, solo podía entrenar y empecé a tener un conocimiento totalmente diferente de lo que es el fútbol. Entrenaba con nieve, estuve cinco meses y seguía siendo jugador de River. Les dije que me quería venir y no me dejaban. Y en las Fiestas, aceptaron”.

Dice que a la vuelta de España, iban a ir al cine con Fernando Morena. “Me tomé el 149 y ahí conocí a quien hoy es mi esposa, Lila. En Guadalupe y San Martín cuando dobló el ómnibus, me bajé, no pude con mi genio. Le pedí el teléfono, yo no tenía. Llegué tarde a lo de Fernando (se ríe)”.

Le habían prestado un apartamento en Punta del Este y se fue con su novia. Mientras caminaba por la Playa Brava, se le acercó un hombre que había leído el diario y le dijo que se había hecho su pase a Peñarol. Y así fue.

El equipo de Peñarol que le ganó la final de la Copa Teresa Herrera a Borussia Mönchengladbach en 1974; arriba aparecen Ariel Sandoval, Mario Zoryez, Nelson Acosta, Walter Corbo, Voltaire Garcia y Mario González; abajo, José Cruz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Daniel Quevedo

“(Eduardo) Castro Quintela (presidente de River) nos pidió a mí y a Barboza que fuéramos a la sede de la calle Maldonado, y firmamos con (Washington) Cataldi que era el presidente. Fue una gran alegría para mí”, dice.

El técnico era el Chema Rodríguez y después llegó Hugo Bagnulo. Los tres del medio eran Nelson Acosta, Julio César Giménez y Ramón Silva, y en los suplentes entrenaban Alfredo Lamas, Unánue y él. “Se quedaba afuera el Tete Barboza que era un gran jugador, y de ser titular indiscutido, no entraba en la práctica y se calentaba, y eso que es un tipo divino, gran tipo. Tuve la suerte de entrenar con Omar Caetano en 1974 y en 1975 se fue a Cosmos con el Flaco Lamas”.

Con Bagnulo tiene varias anécdotas. Así lo recuerda: “Era muy paternalista, un obsesivo, y eso que dirigió a todos. Tenía la inteligencia empírica de un tipo con un respeto extraordinario, una personalidad avasallante, y era inteligente. Nunca agarró un pizarrón, eran charlas grupales. Una trayectoria formidable como entrenador. Para mí fue algo grande. Aparte de los que jugaban bien, le gustaban los que corrían. Yo usaba el pelo largo y ‘mi hermano’ Daniel Quevedo, también, y nos tenía locos para que nos lo cortáramos. Daniel le decía: ‘Hugo, vio que ganamos el otro día, no nos podemos cortar’, y entonces se aliviaba”.

El plantel de Peñarol de 1974 con todas las copas que se trajo de su gira; Voltaire García aparece arriba a la derecha, al lado de Ramón Silva

Otro recuerdo que suma a las cábalas que tenía Bagnulo, era lo que hacía antes de los clásicos ante Nacional o cuando jugaban los tricolores el día antes y ellos estaban concentrados en Los Aromos.

“Si el sábado jugaba Nacional, se afeitaba con la brocha y la gillette de antes, siempre a la hora del partido. Nosotros lo escuchábamos. Ramón (Silva), era tremendo, siempre le jugaba alguna broma. Entonces gritaba desde lejos: ‘Gooooool’, y yo me mordía, porque lloraba de risa. Entonces, don Hugo aparecía con camisilla, a medio afeitar y preguntaba. Y Ramón, Daniel y Unánue, le decían: ‘Ah, no, no fue gol. Pasó cerca’, y se iba recaliente (se ríe a carcajadas)”.

Cuenta que cuando se iban de Los Aromos al Centenario a jugar los clásicos, “dejaba el pantalón buzo con el que siempre dirigía, e iba de traje con corbata, de cábala. Llegábamos al estadio y nos esperaban Manolo Facal y Jorge Delgado. Se sacaba el traje, y se ponía una camiseta roja de la Liga Palermo o Guruyú, de cuando él jugaba y arriba, el pantalón buzo”.

Voltaire García cuando jugaba en Málaga de España

Recuerda a Morena, el gran goleador de la historia de Peñarol, con quien ya había jugado en River y lo habían echado de una práctica. “Fue un fenómeno, un jugador bárbaro, un goleador formidable, tremendo profesional. Jugaba de puntero izquierdo con (Carlos) Silva Cabrera, como técnico, en River, y él quería jugar de ‘9’. Tuvo un altercado en una práctica con un lateral de un equipo que vino a practicar, y Fernando se calentó. Silva Cabrera lo echó de la práctica. Nosotros no lo podíamos creer. Se tomó el 183 y se fue para su casa. Desde ahí, empezó a jugar de 9 en 1972”.

Con Peñarol, Voltaire ganó las dos históricas Copas Teresa Herrera de 1974 y 1975. La primera tuvo gran significación, ya que se dio días después del fracaso del Mundial de Alemania. Le ganaron a Barcelona de Johan Cruyff, y al equipo del momento, el alemán Borussia Mönchengladbach.

Jugando para Málaga de España, abajo aparecen Daniel Quevedo y con el número 8, otro uruguayo, Voltaire García

“Antes de la Teresa Herrera, fuimos por Luanda en Angola (África) y jugamos tres partidos. Para ir hacia Europa, tuvimos una espera de 10 horas en el aeropuerto, y había cosas de madera tallada espectaculares. Todos comprábamos algo. El Pepe Cruz y el Hugo (Bagnulo) compraron un cocodrilo. El Hugo, para los nietos. Medía como de 50 centímetros. Estábamos muertos de cansancio por la espera, y Hugo se durmió y tenía el cocodrilo en la bolsa. Ramón y el Pelado (Nelson) Acosta, habían comprado un serrucho y le cortaron el cocodrilo al Pepe Cruz y le hicieron el cambiazo al Hugo y se lo pusieron todo partido en la bolsa. Cuando se despertó el Hugo gritó: ‘¡Noooo! ¿Quién hizo esto?’. Estaba malísimo (se ríe a carcajadas). Le tuvieron que decir que lo habían hecho Ramón y Acosta al Pepe Cruz, y que el suyo, estaba intacto”.

Fénix 1979: arriba aparecen Montero Castillo y a su lado el arquero Mario Alles, y abajo, los últimos dos son Voltaire García y Horacio Italiano

Dice que en aquella Teresa Herrera, le ganaron a Barcelona, “con Cruyff, (Johan) Neeskens y Rinus Michels de técnico, luego del Mundial 74, quienes habían hecho maravillas con Holanda. Entrenamos en El Riazor a las 3 de la madrugada porque habíamos llegado tardísimo a La Coruña. Ese día, Hugo planteó marcación individual sobre Cruyff y le pidió a Unánue que lo persiguiera por todos lados. Yo estaba de suplente y entré los últimos 30 minutos. Cuando expulsaron a Hugo Fernández con Cruyff, le empezó a gritar al Bombón González: ‘¡Marioooo! Decile a Lorencito (Unánue) que si se le escapa alguno, ‘sus ojos se cerraron’. Fue la primera vez que lo dijo. Después, con el tiempo, se lo dijo en un clásico a Luis Garisto. Pero aquella fue la primera vez”.

Voltaire García y su hijo celebran un triunfo cuando dirigía a Cartagena de España

Con Peñarol ganó dos Uruguayos, en 1974 y 1975. “Era un grupo formidable, fue algo extraordinario. Éramos todos amigos, por eso Bagnulo tenía esa gran virtud: formar grupos humanos notables”.

Estuvo el día que Morena le batió el récord al Tigre José Pedro Young, con 34 goles contra Liverpool, en una victoria por 3-1 en el que todos recuerdan un golazo de Daniel Quevedo.

“Estaba de suplente y después nos fuimos de gira. Young era un señor, Morena le regaló la camiseta. El gol que hizo Daniel fue formidable ese día. Fernando leía muy bien el juego, fue un fenómeno”, cuenta.

Justamente en esa gira con Peñarol y tras ganar su segunda Teresa Herrera ante Atlético de Madrid y Cruzeiro, lo contrató Málaga de España.

El encendedor que le regaló Amancio a cada jugador de Peñarol en su despedida en 1975; Voltaire García aún lo tiene en su casa como un grato recuerdo

“Jugué bien en la gira y Málaga nos compró a mí y a Daniel (Quevedo). Cuando ascendimos, enfrenté a Cruyff contra Barcelona y ante Real Madrid, jugué contra Santillana, Amancio, Camacho. Con Peñarol jugamos la despedida de Amancio, que nos regaló un encendedor que todavía conservo. Real tenía a dos campeones del mundo con Alemania 74: Paul Breitner, y Gunter Netzer, quien me pegó un codazo en un lateral que ambos saltamos, y me dejó un ojo negro. Ya me habían vendido, y jugué igual. Le pedí matrimonio a mi novia por teléfono desde España y me dijo que sí. Tenía todavía el ojo hinchado, y me tuve que poner maquillaje para mi casamiento. Allá conocí a don Emilio Santamaría, quien dirigía a Espanyol, y me vino a felicitar en la cancha”.

Era un volante de gran recorrido y jugaba muy bien con el balón en los pies

Con el tiempo se dedicó a la dirección técnica. En Huracán Buceo de 1988 llevó “a Carajito Vázquez de cocinero. Él se había sentado en la pelota en un clásico contra Nacional. Era un fuera de serie. Yo le preguntaba: ‘Schiaffino era un fenómeno, ¿no?’ Y me contestaba: ‘Jugaba bien’. Es que todos eran fenómenos en esa época”.

En 1995 se vino de dirigir en España a Cartagena y Jorge Fossati lo invitó a varias comidas, pero nunca iba. Pero un día, se decidió y fue. “Cuando entré estaban Roque Máspoli, Omar Míguez y Julio Pérez. Me aparté con Omar y le dije: ‘La verdad es que amo el pasado y si hay algo que me hubiera gustado, habría sido verlo a usted’. Y me contestó: ‘Te voy a decir una cosa: los (jugadores) de 1924, 1928 y 1930, esos eran buenos. Nosotros no le atábamos los zapatos. Esos sí que eran buenos”.

Matías Mir, el nieto de Voltaire García, ex Peñarol, cuando fue presentado en Parma

Tiene dos hijos, Paola, quien es malagueña, y Emiliano. Y también tres nietos: Matías Mir, quien hizo las inferiores en Peñarol y se fue a Parma de Italia, actualmente en Deportivo Maldonado, Facundo de nueve años, que juega al baby en Unión Vecinal, y Martina que vive en Argentina.

Voltaire pudo cumplir sus dos sueños. Jugar en Primera división y, quizás, el más importante: “Cuando me vendieron a Málaga, yo aún no tenía aún casa propia, pero pude regalarle la casa a mis padres. Fue una de las alegrías más grandes de mi vida”.

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