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Coronavirus en España: 15 días de una uruguaya en el centro de la pandemia

No es fácil vivir en cuarentena y menos en el extranjero: así pasa los días durante el estado de alarma una uruguaya que reside en Madrid
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29 de marzo de 2020 a las 05:02

Desde Madrid

Día 1: La avalancha en los supermercados

Ya no hay zonas rojas, sólo una: todo el país. Salgo a la calle y veo estantes vacíos en los supermercados, colegios y universidades cerradas, más de 1,5 millones de estudiantes sin clases y padres que hacen malabares para compaginar su vida laboral con el cuidado de sus hijos. Minutos después de que el gobierno anunciara el cierre de los centros educativos para tratar de frenar el avance del virus, los madrileños se lanzaron a los supermercados empujados por el miedo a quedarse aislados en sus casas. Los estantes de pasta, atún y arroz recibieron una embestida. También se agotaron las mascarillas, los guantes y el alcohol en gel en las farmacias. Mi primer día en cuarentena termina con una pregunta: ¿por qué vivimos en un mundo en el que se agota el papel higiénico?

Día 2: Sobreinformación y racismo

Surge en redes sociales la consigna #QuedateEnCasa. Los informativos bombardean con mensajes de “mantengan la calma”. Mientras, muchos siguen pensando que esto es una gripe y poco más. La gente sigue en la calle, los parques están llenos de niños. Todos caminan más de lo habitual. Nadie sube al transporte público. Los abuelos conversan en las esquinas con su carro lleno de compras y algunos se abrazan. ¿Es necesario? ¿Los jóvenes se están portando mejor que los mayores? España, al igual que Uruguay, es de los países con mayor población de más de 60 años. Los grupos de WhatsApp estallan. La desinformación está a la orden del día y en las últimas semanas, a medida que ha ido aumentando la histeria por el virus, muchas personas han vivido episodios xenófobos, sobre todo en el barrio Usera, el “Chinatown de Madrid”. Allí, las tiendas han optado por echar la persiana bajo una excusa: “Cerrado por vacaciones”. ¿Hasta abril? 

Día 3: La primera pandemia en la era virtual

El consumo de internet llega a picos nunca antes alcanzados. Mi vida cotidiana se traslada a las redes sociales: Twitter, Instagram y hasta TikTok. Me encuentro con médicos que ofrecen su servicio a distancia. Conciertos de todos los géneros musicales, challenges y transmisiones en vivo de cocina, yoga y el infaltable minuto a minuto sobre el coronavirus. Telemedicina a través de hilos de Twitter. La indignación se mantiene en las redes, detrás del virus biológico llega la epidemia social. ¿Por qué llegaron tarde las medidas? ¿No vieron lo que estaba pasando en Italia? ¿Qué va a pasar con la economía? Encerrada en casa, solo me entero de lo que dice la burbuja en la que estoy inmersa.  

Día 4: Todos confinados

Hora punta, apenas se ve gente en la calle. La entrada del metro está vacía. Filas de taxis esperan a que se suba algún pasajero. El coronavirus impacta en la capital. “Ha bajado la facturación. Del aeropuerto ya no viene nadie”, dicen los transportistas. Se quejan porque no saben cómo actuar. “Somos los primeros que llevamos a los contagiados”, manifiestan. En cuanto a las medidas de higiene, aún no llevan mascarilla, pero sí han aumentado las medidas de limpieza en los vehículos. Empieza la ansiedad. ¿Qué voy a hacer tantos días encerrada?

Día 5: Tomar cerveza o trabajar por videollamada

Ahora mis reuniones son a través de la pantalla. Llamo a mi familia y amigos de Uruguay, tengo clases del máster online, teletrabajo y hasta un cumpleaños virtual. El confinamiento ha trasladado mi vida social y laboral al ámbito digital. Zoom, Skype, Facetime,  Blackboard Collaborate, llamadas por Instagram, WhatsApp, Facebook o Houseparty, una app que descubrí estos días y ofrece un amplio abanico de juegos disponibles para pasar un rato divertido. Prendo la tele, el director de Prisiones dice que los reclusos también están autorizados a hacer videollamadas. Ahora que no pueden recibir visitas, necesitan aliviar de alguna forma la tensión en las cárceles españolas. ¿Qué habría pasado con la epidemia si no existiera internet?

Día 5: Al supermercado con mascarilla

A fines de enero cuando el virus recién desembarcaba en España la población se dividía en dos: personas con mascarilla o sin mascarilla. Ahora todos pasamos a formar parte del primer equipo. El Covid-19 es más contagioso de lo que imaginábamos. Mercadona, la mayor cadena de supermercados de España cambió su horario y las reglas son otras. Hay que hacer fila para entrar. Empieza el lenguaje con los ojos: miradas de arriba hacia abajo y distancia social. La rápida expansión del brote genera conductas que culpabilizan a los enfermos y los señalan por supuestos actos irresponsables. Ir caminando al supermercado se convierte en el único momento de liberación. 

Día 6: La España de los balcones

Las conversaciones se trasladan de los bares a los balcones. Conozco a mis vecinos. Leo que, en Barcelona, la fiesta está asegurada: unos ponen la música y los de enfrente, los focos. Mi barrio es más tranquilo. Por aquí los vecinos se organizan a través de un grupo de WhatsApp para amenizar la cuarentena a base de juegos comunitarios: bingo, veo, veo. También tocan instrumentos y hacen gimnasia. Cuando cae el sol la canción Resistiré del Dúo Dinámico se convierte en la banda sonora del confinamiento. A las 20:00 horas comienza el show. Cada tarde, todos salimos a los balcones o a las ventanas para aplaudir al grupo de sanitarios que está salvando a la civilización. Es el mejor momento del día. Los aplaudimos a ellos y también a nosotros porque estamos asustados. 

Día 7: La Policía sale a las calles

“La policía no sabe lo que es ser niño y estar tantos días encerrado”, escribe una madre en su cuenta de Twitter. Miro el celular y llegan varias notificaciones: los centros de salud están saturados, los enfermeros se quejan porque no cuentan con los medios necesarios para enfrentar la pandemia, cada vez hay más médicos contagiados. Mientras, varios vehículos del cuerpo policial recorren las calles desiertas de la ciudad para controlar que se cumplen las normas establecidas por las autoridades. Empiezan a aplicar multas. También están los policías de balcón: “No podés pasear a tu perro cuatro veces al día”, gritan desde arriba. “No está permitido salir a hacer deporte ni pasear, ¿te queda claro?”.

Día 8: El amor en tiempos de coronavirus

Hace ocho días que no abrazo ni beso a nadie. Asumir la cuarentena en pareja también debe tener sus contras, pienso. Pero quienes no están en una relación o les toca a distancia miran esa situación con algo de envidia. No se sabe cuánto va a durar todo esto ni qué vamos a hacer con el amor en tiempo de pandemia. Mientras, en España se dispara consumo de pornografía. Según un informe de PornHub, se observa un aumento exponencial en el número de visitas desde que comenzó la crisis del coronavirus.

Día 9: ¿Hay que aprovechar el tiempo?

Curiosamente, pese a estar encerrada en casa, no me paran de llegar estímulos y sugerencias para llenar mi tiempo. “¿Qué libro estás leyendo?” “¿Ya viste tal serie?” “Deberías hacer ejercicio”. No tengo ganas de contestar ni de hacer nada. Me cuesta concentrarme y me quedo tumbada en la cama pensando todos aquellos que están solos y encerrados en departamentos minúsculos, lejos de su familia. Me dan ganas de volverme a Uruguay. Me escriben mis amigos y me dicen que todo va a estar bien. ¿Qué vamos a hacer cuando nos dejen volver a salir?

Día 10: A mí también me puede pasar

La Organización Mundial de la Salud advierte de que los jóvenes también mueren por coronavirus. A veces me cuesta respirar, soy asmática y tengo miedo. Dejo de pensar en eso y me tomo una cerveza con Esther (la señora de 74 años que vive conmigo). Ella y su gata, Rumba, son mis compañeras contra el coronavirus. Nos cuidamos entre las tres.

Día 11: Se dispara la venta de alcohol y de papas fritas

Otra vez prendo la tele, la conductora del programa de la mañana dice que en los supermercados ya no hace falta papel higiénico, ahora lo que más se vende es cerveza, snacks y legumbres. Qué estará pasando en Uruguay, me pregunto. Entro a ver las noticias y leo que en Montevideo se multiplican las ollas populares para paliar las consecuencias del coronavirus. 

Día 12, 13, 14 y 15: Sin poder llorar juntos

Es duro escribir estos días, ya no somos los mismos. España superó a China en la cantidad de muertos por coronavirus y detrás de los números hay 5000 familias que no han podido despedirse de sus seres queridos por las medidas de aislamiento contra la pandemia. Las imágenes del hospital de campaña montado en el Centro de Convenciones Ifema son desoladoras. También los videos que circulan del Palacio de Hielo, un centro comercial que se ha convertido en una morgue improvisada. ¿El Covid-19 está cambiando la forma en la que nos relacionamos con la muerte? Prendo la radio y habla Pedro Sánchez: se vienen 15 días más de encierro.

 

 

 

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